Política energética y la Amazonía, temas de Colombia en Copenhague
El propósito de la Cumbre es hacerle seguimiento a los compromisos adquiridos en 1997 por los países industrializados que firmaron el Protocolo de Kyoto para disminuír sus emisiones de gases producto del consumo de petróleo y carbón. Y dado que Colombia contribuye mínimamente al calentamiento global pues para el tamaño de su economía produce pocas emisiones de gases de efecto invernadero y tiene niveles de deforestación insignificantes frente a los de otros países, no es un país problema que vaya a tener encima los ojos del mundo durante este evento.
¿Pero podría ser un país-solución? El Ministro Carlos Costa cree que sí. Él, que es un experto en cambio climático, quiere convertir el tema del calentamiento global en una oportunidad para Colombia (escuche audio). Para ello tratará de aprovechar la cumbre para, entre otras cosas, promover la política de biocombustibles, la creación de un “Fondo Verde” para fomentar energías renovables y fondos para conservar la Amazonía como pulmón del mundo.
En un evento paralelo, el Ministro presentará además como ejemplos exitosos de Colombia contra el cambio climático el sistema de transporte integrado Transmilenio y una experiencia de Fedepalma. El gremio que agrupa al 75 por ciento de los productores de fruto y al 80 por ciento de los productores de aceite está tratando de aprovechar el gas metano que se libera dentro del proceso de transformación de la palma en aceite para convertirlo a energía. Con este proyecto, Fedepalma busca capturar metano (que promueve el efecto invernadero) y emitir 500 mil certificados de emisiones anuales.
Si esto funciona, Colombia tendría allí una oportunidad de negocios interesante. Los países que más producen gas carbónico buscan invertir en proyectos de energía limpia en países menos contaminantes para obtener certificados de reducción de emisiones que les permita cumplir con las metas del tratado de Kyoto. Si Colombia se certifica como país productor de palma a gran escala, como quiere el gobierno, podría hacer parte del portafolio de reducción de emisiones de grandes países productores de gases.
En tan sólo diez años, Colombia se ha convertido en el primer productor de palma de aceite en América Latina y el quinto en el mundo. Hoy existen más de 350 mil hectáreas sembradas en el país, según información de Fedepalma y la meta es llegar a las tres millones de hectáreas.
Convertir a Colombia en una potencia de biocombustibles es una de las apuestas más importantes de la política rural del gobierno Uribe, que ha invertido en el sector unos 280 mil millones de pesos en incetivos económicos como Agro Ingreso Seguro, estímulos y exenciones tributarias a los palmicultores. Si el petróleo fue el ‘oro negro’ del siglo XX, la palma podría configurarse como el ‘oro verde’ de la actualidad.
Los biocombustibles ayudan a resolver el problema del calentamiento global pues sirven para lo mismo que el petróleo y el carbón pero emiten muchos menos gases de efecto invernadero.
La deuda de carbono
Sin embargo, varios ambientalistas creen que apostarle a los biocombustibles como remedio para el calentamiento global puede terminar saliéndole caro a Colombia.
“Fedepalma puede tener un buen proyecto, pero el resto del país sufre los efectos ambientales que deja la palma”, dijo a La Silla Vacía Carmenza Castiblanco, experta en temas ambientales y rurales. “Los monocultivos a gran escala generan deforestación, exigen grandes cantidades de agua, generan residuos y exigen una gran concentración de la tierra pues un cultivo de menos de 5 mil hectáreas de palma no es rentable, dadas las grandes inversiones que exige.”
El ex Ministro de Medio Ambiente, Manuel Rodríguez, en una audiencia pública sobre biocombustibles el año pasado, también concluyó que teniendo en cuenta la experiencia de Indonesia, Malasia y Brasil –los tres grandes productores de palma- el balance ambiental de los biocombustibles era negativo.
La razón es que para sembrar palma hay que tumbar grandes extensiones de bosques nativos, y la quema de estos árboles y la descomposición de las raíces que quedan producen más Co2 de lo que luego se ahorra con la energía limpia. Es lo que los expertos llaman la “deuda de carbono”.
El documento Conpes sobre palma dice explícitamente que Colombia no tumbará bosques para sembrar palma, pero Rodríguez señaló en ese foro, que si lo que ya ha ocurrido es un buen indicio de lo que será la producción de biocombustibles a gran escala, no hay motivos para el optimismo. “Si hoy en día hiciéramos el balance de los biocombustibles en Colombia, en relación con lo que ya se ha deforestado en el Pacífico para hacer plantaciones de palma de aceite, el balance sería negativo”, dijo Rodriguez. Citando unas investigaciones del CIAT, también alertó sobre cantidades significativas de carbono que se liberarían si se remueven cierto tipo de pastizales que se enraizan muy profundo en la Orinoquia, donde actualmente se adelanta una agresiva política de colonización, impulsada personalmente por el Presidente Uribe (ver historia).
La mayor reserva de oxígeno
La otra carta que tiene Colombia para jugar en relación con el cambio climático es el Amazonas. Esta región tiene el bosque tropical más grande del mundo, equivalente a una tercera parte de los bosques del planeta.
“El Amazonas es un regulador del clima global”, dijo a La Silla Vacía el ambientalista José Yunis. Él cree que la Cumbre de Copenhague podría empoderar al Ministro para seguir adelante con su plan de agrandar el parque de Chiribiquete, de 1,3 millones de hectáreas a 5,4 millones. “Con ese parque quedaría protegida la Amazonía”, dice Yunis. La sola declaratoria de ese parque como reserva ambiental, así no se haga nada más, evitaría la expedición de licencias de explotación y títulos mineros, que este gobierno ha concedido a manos llenas.
Pero tomar esta decisión no es tan fácil pues este parque nacional está en los departamentos de Caquetá y Guaviare, para donde también hay planes de expansión ganadera y palmera. Solo en San Vicente del Caguán se calcula que la ganadería extensiva ha deforestado en los últimos años (desde que volvió una relativa tranquilidad) unas 80 mil hectáreas.
El Ministro Costa está convencido de que el desarrollo económico y la protección del medio ambiente no son incompatibles y considera que es posible adelantar una política responsable de biocombustibles.
El problema es que –como lo señala el ex ministro Rodríguez- las instituciones ambientales ya no son tan fuertes como lo eran hace una década. El sector ambiental hoy recibe un tercio de la inversión gubernamental de la que recibía en 1998. Y los subsidios que reparte el Ministerio de Agricultura para impulsar el sector de biocombustibles están todos dirigidos a aumentar los suelos cultivados y no hay ninguno para incentivar mejores prácticas ambientales, algo que Jens Mesa, presidente de Fedepalma, dice que es fundamental para el éxito comercial de la industria.
Hace dos años, cuando vino a Colombia Edward Wilson, el científico más reconocido mundialmente en el tema de biodiversidad, dijo que la mayor amenaza para "esa gran meca de la biodiversidad en el mundo que es Colombia son los biocombustibles". El Ministro Costa quiere demostrar en Copenhague todo lo contrario.