MIS AMIGOS, ¡SÍ HAY AMIGOS!
Hace Alzate una venturosa digresión en torno al poema de Rudyard Kipling denominado “El milésimo hombre”, que alude a aquel que no hace de la amistad “comercio de trueque ni objeto de sobornos” y al contrario “desafía tifón y procela, para salvarse o hundirse en la misma azarosa travesía” con el amigo.
De felonías está llena la historia de la humanidad, desde el Génesis hasta nuestros días. Y qué tal que se escribiera la minuta de las traiciones del diario vivir entre los comunes mortales. No habría memoria que pudiera hospedarlas, ni papel para imprimirlas, ni archivo para depositarlas. Así es la vida de inaudita.
Aunque tendría por qué y contra quiénes, me rebelo a detenerme en recrear trastadas, porque me complicarían la vida y, gracias a Dios, hasta el presente gozó de cabal salud.
Me embriaga sí inmovilizarme en el recuerdo de aquellos que me han sido leales en el apego, porque renuevan mi crédito en la especie humana y hacen perdurable la esperanza de que el mundo puede cambiar a partir de la regeneración de la calidad de los hombres, al menos de los que forman mi inmediato entorno. Esto sería suficiente, porque hasta el sol de hoy ni Jesucristo, ni Gandhi, ni Buda, ni Mahoma, ni Confucio, han podido cambiar el universo humano para hacerlo misericordioso, tal cual lo proyectaron.
Siguiendo la idea de Joseph Conrad, también citado por Alzate, este mundo temporal cambiaría para bien si consiguiéramos edificarlo “sobre la idea de la fidelidad”, esa virtud fundamental que nos es tan esquiva y que tan a la mano está.
Procuro referirme a la lealtad como a la lealtanza, que era como se la nombraba en el castellano de antes, para significar que a veces es bueno devolvernos sobre los pasos de la humanidad para ejercer tan fundamental valor: con el prójimo, con las ideas, con los amores, con el deber, con la Patria, con las instituciones, etc.
Y diré una enormidad: hay que ser fieles hasta con nuestros enemigos, con nuestros contradictores, con las personas difíciles de tratar, con esas que llamamos de malas pulgas, porque, si nos lo proponemos, de ellos también estamos aprendiendo.
Mi experiencia me dice que sí, que también hay amigos, y que es mejor aumentarlos y conservarlos sin cálculo ni medida, hasta que la muerte nos separe.
Tiro al aire: una vez escuché un formidable discurso al “Leopardo” Augusto Ramírez Moreno en el que a porfía de alabar la conducta política de fulanita de tal allí presente, dijo era tan fiel que le era fiel a todo el mundo. A esos casos extremos hay que llevar la lealtanza. [email protected]