Hablemos en serio
Se abandonó la tarea de generar una dinámica social y ciudadana de compromiso con proyectos y sueños para avanzar decididamente hacia estadios de progreso, de paz e inclusión, de un futuro digno, amable y de verdad seguro. El escenario actual es contrario al que necesitamos para encaminarnos hacia ese futuro y así encarrilar las grandes energías de vida que encierra Colombia, que la violencia, el dolor, la corrupción y la mentira no han podido agotar.
Un futuro que será posible si definimos unas prioridades y unos compromisos ciudadanos y por ellos nos jugamos a fondo y responsablemente. Compromisos que tengan asegurados sus recursos de financiación, administrados con sentido y visión de patria y no al servicio del pequeño y mezquino interés electoral, cuando no francamente criminal. Unos compromisos donde nación, departamentos y municipios tengan su papel y responsabilidades claramente establecidas y para los cuales la iniciativa privada y la de los ciudadanos no sea una convidada de piedra.
El trípode del proyecto nacional lo conforman los proyectos de cultura/educación con los jóvenes y para los jóvenes; de infraestructura de comunicaciones que integre a una Colombia descuadernada y feudalizada y permita valorar e intercambiar nuestra riqueza y trabajo y, para rematar, el desarrollo del mundo rural con un poblamiento y una “economía verde” que asiente, dignifique y emplee productivamente a la población del campo. Un desarrollo rural que liquide la colonización salvaje y de supervivencia del campesino desplazado, que ha ensangrentado nuestra historia, reproducido incansablemente la pobreza y el abandono en el campo y destruido nuestro frágil y valioso medio natural.
El proyecto exige canalizar hacia él la riqueza minera de nuestra economía. Las utilidades de la actividad minera y energética deben destinarse prioritariamente a financiar la construcción de este trípode. En esa perspectiva, tiene sentido la venta de acciones de Ecopetrol e Isagen. El desperdicio de las regalías no puede continuar, son recursos que deben emplearse para el desarrollo de los territorios, no para traerlos a Bogotá. Colombia se construye desde sus territorios y con sus comunidades, pero de manera responsable y organizada, no a golpes de clientelismo y parapolítica como está sucediendo hoy. El camino no son tampoco los consejos comunitarios sabatinos.
Es necesario crear un fondo para manejar esos dineros por fuera de las afugias del día a día. Es la plata que nos garantizará avanzar y no simplemente sobreaguar. Deberíamos actuar a la manera de Sarkozy en Francia, comprometiendo recursos de crédito para construir el futuro y manejarlos como el macroproyecto del mañana. Pensar en grande, decidir responsablemente y salir del embrollo de la pequeña política cotidiana que nada deja y mucho quita. Necesitamos política pero en grande, de verdad.