29 de noviembre de 2023

Decir Rodrigo Gómez es decir Quindío

9 de diciembre de 2009
9 de diciembre de 2009

Claro, ese Quindío que él construyó, que alentó con su inteligencia, con su sabiduría de abogado honrado, con la idoneidad de los políticos que hacen de este oficio una defensa permanente del interés público, por encima de las mezquindades del clientelismo, el contratismo y la politiquería.

Hay dos hechos que no puedo dejar de pasar por alto cuando hablar de Rodrigo Gómez se trata, a propósito de su exaltación con la Orden de Gran Caballero que le impuso el Congreso de la República. Son dos pasajes en su fugaz paso por el periodismo como director del diario La Crónica del Quindío. El primero fue la ‘equivocación’ que cometió la junta directiva del periódico al nombrarlo director por su histórica vinculación al partido Conservador, como jefe e ideólogo regional de esta colectividad. El periódico nació tan godo como la Junta creía al propio Rodrigo Gómez, pues la gran mayoría de sus integrantes pertenecían a esa colectividad. Se equivocaron, digo, porque Rodrigo Gómez invocó, desde el primer editorial, los principios liberales de la libertad de opinión, de la justicia, la equidad, la inclusión y la defensa del interés público por encima de cualquiera otro, incluso por encima de los propios intereses de los propietarios de este medio de comunicación. Grandes peleas dio Gómez en la dirección del diario, incluso poniendo a disposición de la Junta su renuncia como director, para no declinar a sus principios de transparencia, honestidad y resguardo de lo colectivo.

Ahí aparece la segunda anécdota. Siendo yo Jefe de Redacción del periódico dimos una batalla enorme contra la corrupción administrativa representada para entonces por la ex alcaldesa Alba Estella Buitrago Pérez (que resultó ser una monjita frente a la corrupción que se le imputa al ex alcalde David Barros Vélez). Varios socios, que tenían intereses particulares en contratos con la señora Buitrago, pidieron mi renuncia, la que, evidentemente dejé en el escritorio de la gerente, pero no sin antes saber que en un acto de solidaridad y defensa de los principios de libertad de expresión y de equidad, Gómez también había renunciado.

Loable la exaltación que se hizo por parte del Congreso de la persona de Rodrigo Gómez, en la madurez de su vida, no tanto por el bronce que se le colgó en el cuello, sino porque es el verdadero ejemplo de quindiano a seguir. Jamás supe de una investigación que algún organismo de control haya iniciado contra Rodrigo Gómez. Seguía al dedillo la sentencia romana aquella de que la mujer del César no sólo debe ser honrada, sino parecerlo. Y vaya que lo parecía. Nunca se le ha visto ostentoso, ni prepotente, por el contrario, su humildad de hombre inteligente ha sido un carácter evidente en su vida.

Por eso, en una actitud que poco me caracteriza, tengo que señalar hoy que decir Rodrigo Gómez es decir Quindío, no sólo porque fue él uno de sus padres en la creación de este nuevo departamento, sino porque el Quindío, como esencia profunda, evoca lo bueno, lo hermoso, lo gratificante, lo edificante y, sobre todo, el esfuerzo y la honradez que nos legaron los abuelos, valores que, infortunadamente, se nos han ido ‘volando’, así como se nos van, cada día, los paradigmas del bien en esta tierra. Crónica del Quindío.