Cuentas pendientes
Sin duda, la deuda más grande es el referendo. Ese proceso iniciado prácticamente al otro día de la reelección presidencial y que, en cierto modo, ha generado la expectativa política y el aplazamiento más notorio en nuestra historia democrática: ninguna primavera volvió a llegar en política mientras este asunto se decide.
De manera que el año próximo empezará por saldarla. Sin más aplazamientos la Corte Constitucional decidirá, como es obvio desde hace tiempo, que hubo vicios (más que tontos) en el procedimiento legislativo que cambió la pregunta propuesta por los ciudadanos en su voluntad de evaluar (como tenía inobjetable derecho a hacerlo) si podría el país tener un presidente hasta por tres períodos.
También decidirá que el fallo de los conjueces del Consejo Nacional Electoral en el que se afirma la existencia de irregularidades provocadas por los gestores de la convocatoria al referendo en términos de financiación y, por lo tanto, de procedimiento, sí tiene plenos efectos en el análisis, es decir, que ese tipo de vicios invalida lo que siguió. Negarlo sería como sostener que un partido de fútbol toma en cuenta el marcador del segundo tiempo y puede borrar el del primero.
Una vez cancelado ese asunto pendiente, su cola evidenciará que los áulicos del presidente en el Congreso, en la convocatoria ciudadana y en todo este proceso político, lo asesoraron mal y terminaron por hacerle un daño.
No fue buena la estrategia de silencio que le recomendaron (no decir nada del referendo) y en la que éste se comprometió para gobernar así con cierta zozobra en estos tiempos complejos de las relaciones internacionales, de crisis financiera mundial (prácticamente a término) y de múltiples complejidades de la violencia en el país, como una forma de distraer así el duro debate que se le hace a todo presidente (no sólo a Uribe) en los asuntos menudos del día a día.
La carta jugada por esa logia de amigos acríticos es muy riesgosa: si pasara el referendo y si llega así la segunda reelección, habría más control sobre el debate a la forma política de ser de este Gobierno, es decir, sobre la manera como abordó las relaciones entre el poder y la libertad. Pero si se cae empezará a desbarrancarse todo pues los antagonismos propiciados por el silencio generan su propia cuenta corriente que, en este caso, empezará a girar en contra.
Los incondicionales de hoy, los que durante más de siete años han querido vestir, ser y parecer como el propio halo del presidente, dejarán de serlo. Tras empujarlo, con aplausos más que con consejos a este error, se irán diluyendo; además cada uno, como Arias y el actual ministro de agricultura, empezarán a enfrentar solos su deuda propia en estrados penales y disciplinarios.
El estado de cuentas con el que terminará el gobierno del presidente Uribe, el primero elegido en este siglo y el último con el que el año venidero se conmemoran 200 años de una Independencia nacional de resultados deficitarios, seguramente se debatirá entre sus innegables realizaciones y el error histórico en el proceso del referendo. El Heraldo.