2 de octubre de 2023

LARGO & ANCHO

24 de noviembre de 2009

En la fecha indicada, el ex congresista llegó sobre las 11.20 a.m., contestó la llamada a lista, salió a almorzar y se esfumó. Luego se supo que el tal accidente había sido el 30 de mayo, valga decir, varios días antes del debate.
No sólo ha sido ausentista Teodolindo. El senador Gustavo Petro no votó la reciente moción de censura contra el Ministro de Agricultura Andrés Fernández. ¿La razón? No estaba en el recinto del Congreso. En pocas palabras, era un ausentista. Como lo fue Rodrigo Lara. Esa es otra forma de corrupción. Largarse del sitio o, simplemente, no asistir a un debate decisorio, son hábitos socorridos de muchos. Son frutos de las trapisondas de ciertos personajes que no han estrenado la transparencia ni la rectitud. No se van, se remontan, para jugarles a prácticas resultadistas.
Se ha creado una comisión accidental que se denomina ‘de acreditación’. Es la encargada de definir si se aceptan o no las excusas de los representantes a la cámara. Los pretextos son infamantes: que me quedé engarzado en un trancón, que se me dañó la chapa de la puerta antes de salir, que se me chuzó una llanta del carro, que apunté mal en la agenda la fecha del debate, que estaba en una reunión barrial etc. etc. El ausentismo, con su hilo conductor corrupto, parece ser que es un mal contagioso. Se ha vuelto de moda. Y es una de las vergüenzas de nuestra democracia.
Hace pocos días, el representante a la cámara antioqueño Oscar de J. Marín devolvió un día de salario como congresista, argumentando pena ajena por el ausentismo. ¡Cómo nos duele la piel! Un miembro del congreso se gana cada mes $ 21 millones en la actualidad, frente a $ 18 millones del presidente de la república y $ 12 millones de un ministro. De contera, cursa en el congreso un proyecto de un incremento de más de $ 5 millones para las pensiones de los ‘padres de la patria’. Produce hidrofobia todo esto, porque se quieren mayores ingresos para escuálidos esfuerzos.   
En muchas juntas directivas del sector privado, se les pagan a los miembros de esos importantes órganos por reunión asistida (ataque frontal al ausentismo). Los indicadores hablan de que está proliferando el ausentismo escolar, que se atenaza al facilismo. Muchos líderes sindicales, acordes con viejas mañas, negocian ausentismo laboral, dejando de lado reivindicaciones importantes. Ciertos abogados brillan por su ausencia en las audiencias, robándole al cliente los honorarios percibidos.
El Contralor Turbay Quintero ha pedido que en cada plenaria se corra lista. Entretanto, el presidente del senado Javier Cáceres, ha instado al gobierno y a los órganos de control, para detener la hemorragia del ausentismo. Ya hay voces que claman la pérdida de la investidura por reiteradas ausencias de los congresistas. Se piden castigos para los discípulos de Teodolindo (¿O Teodo-feo?). Muchos dicen que el antídoto para el ausentismo es la motivación. Y como que en Colombia se perdió…
Yo sí pienso que se deberían, al menos, publicarse en los diarios de circulación nacional las listas de ausentistas y los porcentajes de inasistencia. El pueblo sabrá si elige zánganos o personas que cumplen su deber de discutir y votar los temas. El ausentismo es una manera de corrupción infame, porque es un detrimento al patrimonio público y es una puñalada a la confianza. Es sumarle más descrédito al ropaje del descrédito, que ya asfixia.