La vida comienza mañana
Nos cuestan físicas lágrimas las condenas de personas que sabemos inocentes.
En la literatura universal nadie penetró mas hondo en las pasiones humanas que el dramaturgo Willian Shakespeare. Hizo de la tragedia un púlpito moral para develar los infortunios que soporta el ajedrez de la vida. Todos nos movemos dentro de una farsa que se nutre de convencionalismos, de manejos anfibológicos de las palabras, de comportamientos amañados. Parece que utilizáramos un disfraz para acomodarnos a unas normas que se sustentan en apariencias. Somos, apenas, unos desvalidos comodines.
Súbitas trampas dificultan el camino. Cuando las circunstancias parecen ser propicias, cuando desvanece el vaivén de los olas y todo duerme, surgen inesperadamente los tropiezos. Cargamos una cuota de fatalidad que se convierte en insalvable obstáculo para dar fin a los itinerarios. Se aniquila la existencia, periclitan las energías y la desolación inunda los territorios del alma.
La adversidad no tiene lógica. Llega por que sí, no se anuncia, no programa sus visitas. Es la muerte que le pone fin a la existencia. Es un sorpresivo terremoto que trasforma en añicos las empresas consolidadas. Es el hosco rostro de las injusticias. De los edificios quedan ruinas, del remanso de las aguas nacen las tempestades, de la iniquidad surge la protesta.
El mensaje que debe recibirse de esas hecatombes encuentra su centro de gravedad en la fortaleza del corazón. Los débiles, los medrosos, los que se abanican, no dejan rastros. Son pobres criaturas que no ahondaron surcos, que no tuvieron reciedumbre para registrar sus nombres en la inmensa notaría de la historia. Vivir es sobreponerse, es un desempeño heróico, es contender contra un destino negativo. Todos los héroes bebieron la cicuta, solo que estaban vacunados contra sus efectos de exterminio. En turnos inevitables, tuvieron sus gólgatas, fueron clavados en maderos de ignominia. Pero resucitaron. El sufrimiento los purificó.
Siempre estamos renaciendo. De las cenizas alza vuelo el Ave Fenix, tensa sus alas, cruza horizontes, culmina en la cima. Ademas, nunca es tarde. Reagan y Adenauer llegaron casi ancianos al poder en Estados Unidos y Alemania. Supieron ejercerlo por tiempos largos y a plenitud. Guido da Verona escribió “La Vida Comienza Mañana”, título incitante, mensaje optimista que nos aguijonea hacia ejercicios espirituales que tienen un más allá de esperanza.
Para vivir con perspectivas lejanas hay qué sacudir los malos recuerdos que son un lastre enfermizo. Es imprescindible encarar la desdicha con voluntad marcial. Es posible que para ganar la guerra haya que perder batallas, sufrir derrotas pasajeras. Belisario Betancur y Salvador Allende aguantaron estoicamente los muchos descalabros que fueron amargas antesalas de la victoria final. No siempre la “fortuna”, palabra clave en las programaciones de Maquiavelo, ayuda desde las primeras escaramuzas. El sendero de la política está abonado de palizas, de pronósticos agoreros, de ruindad conceptual. Los émulos reciben con alborozo los tropiezos que celebran bajo el estrépito de los tambores. Ellos festejan las caídas. La historia está saturada de capítulos vergonzosos nacidos de la miseria que gusta destruir lo que otros, en jornadas intensas, construyeron. Esa es una floración de la pequeñez social que se alimenta de efímeros contratiempos. Así ha sido siempre y la humanidad carga ese síno, desde la misma estancia del paraíso terrenal.
Hitler y Mussolini estuvieron en la cárcel antes de llegar, arrolladoramente, al poder. Antonio Nariño fue juzgado, vilipendiado, encarcelado, y finalmente reconocida su inocencia. Rojas Pinilla fue condenado y después de padecer ese capítulo de horror, estuvo a un milímetro de la presidencia de la república por segunda vez. Contra Laureano Gómez el juez Humberto Ardila dictó orden de captura. Alzate Avendaño fue sometido a rendir indagatoria como promotor de un alzamiento popular. Este Hugo Chávez, Petronio elegante y discreto presidente de Venezuela, de vocabulario florido y ademanes de gentleman, estuvo detenido por una intentona de golpe de estado, contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Marleny Osorio : Tu eres la inspiración de este artículo. El conservatismo de Caldas, que acata las orientaciones del senador Omar Yepes Alzate, con tu condena, ha recibido un leznazo en la mitad del corazón. Te sabemos inocente, víctima de un solo pecado : haber servido con entrega total a nuestro partido. En tu vida (y en las de tus compañeras de martirio), no hay indelicadezas, no te aprovechaste de los dineros oficiales, ni dirigiste trapisondas para perjudicar a nadie. Nos sentimos orgullosos de tu conducta y de la representación, siempre brillante, que en todos los cargos públicos que desempeñaste, le diste a nuestra colectividad. Fuiste una diputada vertical, la mejor de la duma. Los conservadores estamos tristes. Lloran tus campesinos de San Diego, en donde eres el angel de la guarda. Lloran en Samaná y en todos los municipios de Caldas. Está enlutada la bandera azul. Tu revives la condena de Alfredo Dreyfus, acribillado por la justicia, y finalmente rehabilitada su inocencia. Marleny : eres mártir de un error judicial.