2 de octubre de 2023

En manos de los intermediarios

17 de noviembre de 2009

La prensa destacó positivamente el impacto de las recientes campañas promovidas por FEDEGÁN y por el gobierno para incrementar el consumo de carne de res, cuyo objetivo era básicamente transmitirle a los consumidores la drástica caída en el precio de la materia prima, el novillo gordo.

Infortunadamente no podemos compartir tal regocijo. Seis meses después de haberse cerrado el mercado venezolano para los productos de origen bovino colombianos, el precio del ganado gordo no parece haber tocado fondo, habiendo perdido a la fecha más de un 20% en relación con los niveles registrados hace pocos meses.

¿Por qué, nos preguntamos los ganaderos, sólo les ha llegado a los consumidores menos de un 10% de la caída en el precio de la materia prima? ¿Por qué, si se registraron bajas considerables en el precio de los productos finales en el canal formal, en algunos casos superiores al 10%, el balance neto es tan pobre? ¿Por qué sigue cayendo el sacrificio de bovinos en el país, ocasionando un incremento de los excedentes de ganado gordo que estimábamos a mediados de año en 200.000 cabezas, cifra equivalente al 6% del sacrificio orientado hacia el mercado doméstico? ¿Por qué no han visto los otros actores de la cadena una oportunidad en la corrección a la baja de los precios finales, si ni siquiera se les pide que reduzcan sus márgenes, que dicho sea de paso no guardan ninguna proporción con el valor que le agregan al producto y tan sólo se les reclama que transmitan la caída del precio de la materia prima en forma siquiera comparable con lo que sucede en la otra vía, en contextos de alza del ganado gordo?

No nos equivocamos con la estrategia, fundamentada en principios económicos básicos (a menores precios mayores cantidades demandadas), convencidos de que sólo incrementando el volumen comercializado en el mercado doméstico podría propiciarse la absorción de los mencionados excedentes. Es más, tal estrategia fue cuantificada recientemente por nuestro premio de la ganadería a la investigación socioeconómica, otorgado a Ramírez y Londoño de la Universidad EAFIT, quienes demostraron que en contextos comparables (mismos ingresos y mismos precios de sustitutos), una caída en el precio al consumidor de la carne de res se traduce en Colombia en un incremento de la demanda de similares proporciones.

Resultaba entonces claro que lo que debíamos promover era la transmisión de por lo menos una porción comparable de la caída del precio de la materia prima.

La respuesta a nuestros interrogantes es simple: el negocio de la carne de res en Colombia está en manos de intermediarios, que con mirada cortoplacista no ven más allá de sus propios intereses, los cuales atentan contra los eslabones más vulnerables de la cadena, esto es, sus extremos: los ganaderos y los consumidores.

La concentración de más del 60% de la comercialización y distribución de la carne en Colombia en manos de famas y carnicerías, surtidas por comisionistas y colocadores que sacrifican en mataderos que no cumplen con ningún tipo de normatividad sanitaria ni ambiental, explica tan avara transmisión de señales de precios y tan pobre balance social. La participación de algunos distribuidores formales que transmitieron bajas en los precios finales superiores al 10%, entre ellos algunos supermercados, es tan reducida que no alcanzó sino a traducirse en el lánguido 2.4%.

Y quizás lo peor: el gobierno sigue permitiendo que esto suceda. Mediante la expedición del Decreto 4131 el pasado mes de octubre, amplió los plazos para la presentación de planes graduales de cumplimiento de las plantas de beneficio, legislando en contravía de la formalización y modernización de la cadena. En otras palabras, borró con el codo lo que hizo con la mano, atentando contra quienes le apostaron a la implementación de políticas serias orientadas hacia la protección de la salud pública, la conservación del medio ambiente y la modernización de la cadena cárnica.

*Presidente ejecutivo de Fedegán