12 de mayo de 2025

Cenotafio, asolar, de lejos, suicida

24 de noviembre de 2009
24 de noviembre de 2009

Filólogo de excepcionales virtudes, sobresalió en el conocimiento y enseñanza de las lenguas que hablaron Homero y Cicerón. Sus restos reposan en el cementerio parisino Père Lachaise, el mismo en el que fueron enterrados Chopin, Molière, Balzac, Modigliani, y muchos otros personajes, como lo afirma el columnista de El Tiempo, Fernando Toledo, en su artículo “Un colombiano en el Parnaso” (XI-7-09). De acuerdo con el artículo, tanto los restos de don Rufino como los de su hermano siguen allí, esperando callada y pacientemente el día del Juicio Final. Dice el escritor: “El nombre de Cuervo y la fecha de la muerte están casi borrados por el musgo, la humedad y el tiempo. Lo propio (¿por qué preferirán este giro a ‘lo mismo’?) ocurre con el sarcófago de su hermano Ángel, que está al lado”. No obstante, en renglones posteriores, refiriéndose a la vetustez y desatención de los sepulcros, escribe: “Quizás sea cuestión de que, con pocos centavos, la embajada de Colombia en Francia se ocupe del asunto y consiga, amén de la restauración de los cenotafios…”. ‘Cenotafio’, no, don Fernando. Puede hablar de ‘tumba, sepulcro, sarcófago, fosa’, pero ‘cenotafio’, no; porque éste es un monumento fúnebre que se construye, no para inhumar en él al difunto, sino para mantener vivo su recuerdo. Dicen los historiadores que en Corinto erigieron uno grandioso en honor de la dizque muy bella cortesana griega Lais (s. V, a. de C.), sepultada en Tesalia. Los bogotanos debieron levantarle uno en el Cementerio Central a su ilustre paisano. Era lo justo, señores.
De ello hace ya como siete meses: don Pablo Mejía Arango, respondiendo a una glosa que le hizo don Cecilio Rojas por haber convertido en verbo regular el irregular ‘asolar’ (‘destruir, arruinar, echar por tierra’), le dice que consultó, y que esto leyó: “Asolar (…). Se conjuga como ‘contar’, aunque actualmente se admite su uso como regular: Asolan. La verdad, yo escogí la segunda, porque la primera me sonó como a suela de zapato” (LA PATRIA, IV-29-09). ¡Pues, claro, don Pablo! Si de ahí viene todo (se le dice ‘suela’ porque es la parte del zapato que pisa el suelo), hasta la diferencia de esos dos verbos: el regular tiene que ver con el sol (“el calor de éste asola los plantíos”, es decir, los echa a perder); y el irregular, cuya naturaleza nunca debió ser violada por la Academia de la Lengua, se refiere a todo aquello que física o figuradamente es echado por el suelo (“los huracanes asuelan los plantíos; los terremotos, las ciudades”). Con la lógica ilógica de la rectora del idioma, ¿tendremos que decir ahora “la sola de los zapatos”? No obstante, en esto estoy nadando en contra de la corriente (y lo seguiré haciendo hasta que me presenten un argumento sólido), porque hoy en día, según los cacaos del idioma, la tendencia actual prefiere los dos verbos como regulares. ¡Sí ve, pues!
Y dos meses atrás, en el periódico bogotano, leí: “La marihuana es, por lejos, la droga más difundida en América Latina” (Domingo a Domingo, II-15-09). Este giro, ‘por lejos’, no expresa ahí lo que el redactor se propuso. En este contexto, la expresión adecuada es ‘de lejos’, que, literalmente, significa ‘desde una distancia considerable’; y, figuradamente, ‘evidentemente, con claridad meridiana’. Así, tiene sentido la oración citada. Cuando echamos mano de la preposición ‘por’, acompañada de un adverbio o de un adjetivo, queremos decir, verbigracia, que ‘a pesar de lo lejos que algo se encuentre, lo alcanzaremos’; o que, ‘por bueno que sea fulano de tal, siempre habrá otro mejor que él’. Mejor dicho: Por mucho que alguien se pula al escribir, si no utiliza con propiedad las distintas partes de la oración, saldrá siempre con un chorro de babas.
A pesar de su redacción ‘incluyente’ (‘los niños y las niñas; ‘los tontos y las tontas’), siempre leo a Florence Thomas. Y, la verdad sea dicha, escribe bien la señora. Por esto, me sorprendió la palabra ‘suicidaria’ en esta frase: “…y mujeres alcohólicas y suicidarias que afrontaban a  veces todos los rigores de la crítica ante el abandono de las jaulas rituales de la vida cotidiana” (El Tiempo, XI-11-09). Lo primero que pensé fue que se trataba simplemente de un ‘lapsus máchinae’; lo estudié mejor, y llegué a la conclusión de que, posiblemente, ella quiere, como lo consiguió con su ‘lenguaje incluyente’, imponernos este galicismo, con el sentido de ‘persona con inclinación al suicidio’. Porque esto es, creo yo, lo que en francés significa ‘suicidaire’. Y esto sería un gol olímpico. O un mico de esos del Congreso.