15 de mayo de 2025

Los clubes sociales

20 de octubre de 2009
20 de octubre de 2009

En la ciudad se está presentando una peligrosa disgregación de sus bienes, se están liquidando capitales con los que se construyeron las estructuras sociales de Armenia ahora debilitadas por la incapacidad, porque ya no hay sentido de pertenencia y hasta por falta de imaginación para enfrentar las dificultades que se originan en las rupturas y flaquezas de la economía. Por ejemplo, causa pesadumbre y disgusto que se esté hablando de la venta del edificio e instalaciones de lo que fue el club América, un símbolo de la sociedad del pasado y cuya única culpa fue el exceso de selectividad.

Produce incertidumbre que se piense en la enajenación de ese bien, sin un proyecto de inversión claro y definido para que quede superado el vacío de presentarse la desaparición total y definitiva del club América. En esos términos el tema es revelador de la gravedad de lo que nos está pasando en la ciudad. Si llegare a venderse la ya legendaria propiedad del desaparecido club América, tendrán sus líderes de hoy que pensar en una sede adecuada a las necesidades de la ciudad en la nueva época, en esta por la que estamos pasando. Aquí hay una respetable clase profesional y no se puede tan olímpica y fácilmente deshacer lo que los mayores de Armenia levantaron con devoción, vocación, sacrificio, con esfuerzo máximo y con el propósito de mantener abierta la casa social de una gran colectividad, de un enorme potencial de ciudadanos.

El pasado viernes 16 de octubre se hizo en el salón Bolívar del palacio departamental de gobierno Ancízar López López la presentación del libro Por los caminos del tiempo, un compendio de artículos cargados de filosofía, de humanidad y literatura, de notas del tiempo escritas por el nonagenario Helio Martínez Márquez lector incansable de todos los doctores de la iglesia, de los filósofos de la humanidad. Nos habla de Armenia y de su gente. De las grandes empresas que pasaron por la ciudad de la cual es el doctor Martínez un insigne protagonista en la mayor parte de su historia. Él mismo es historia viva de la ciudad y menciona al Club América y se duele por lo que ha visto. Para el respetable patricio “El club Campestre Centro” es un “extraño y advenedizo título”, pero además cita a san Agustín para retomar sus palabras sobre la ciudad. “Una ciudad es una multitud de hombres unidos por la comunidad de objetos que aman”. Mañana se reúne la asamblea del club Campestre, una parte de la multitud ahora disgregada y sin sentido de pertenencia, una parte de la multitud que ya no ama las cosas que tiene la ciudad.

No hay que dejar debilitar más las estructuras locales. Armenia necesita comunión para que se reafirme en ella el amor de los abuelos, de los hijos y los nietos. Hay que empezar a restablecer el orden y se puede hacer con una dosis de entereza y de moral, de voluntad, de trabajo mancomunado, de imaginación. Vender la propiedad que hasta hace poco tuvo el sello del club América construida por tantos y tan meritorios hombres que hicieron historia ¿para qué? Es necesario un plan certero y respetuoso de la historia y de los mayores. Se necesita colaboración, pero también se requiere de propuestas que convoquen, no que acentúen el carácter de lo vituperable por sospechoso o simplemente por incierto.

La ciudad tiene que saber para donde va, y la heredad de su sociedad está en la obligación de señalar esa ruta, pero no con el facilismo de la liquidación. Hay que construir en vez de destruir, por el derecho que tienen los nietos de los abuelos, a ocupar un lugar de dignidad, un puesto que produzca orgullo en ellos, que les honre también por lo que se construya en el presente. Todos estamos en el deber indeclinable de buscar la verdad y no tenemos derecho a desfallecer por cobardía y mucho menos por ineptitud cuando en la ciudad se nota todavía talento, competencia y capacidad.