Descreencia, acrónimos, adjetivos
Aunque dicen que “es lo mismo Chana que Sebastiana”, los prefijos significativos ‘-des’ e ‘-in’, como negativos o privativos, tienen diferencias que el uso ha establecido y consagrado. Así, por ejemplo, decimos ‘des-lealtad’ (“falta de lealtad”) y ‘des-leal’, pero también ‘in-fidelidad’ (“falta de fidelidad”) e ‘in-fiel’. Para expresar la “falta de fe”, el presbítero echa mano del término ‘increencia’, que no aparece en los diccionarios regulares, pero que es aceptada con la acepción de “indiferencia religiosa”. Los léxicos llaman a aquélla ‘descreencia’ y ‘descreimiento’. No obstante, dicen ‘incredulidad’ e ‘incrédulo’, no ‘descredulidad’ ni ‘descrédulo’. Es conveniente, pues, anotar que los sustantivos y adjetivos que admiten estos prefijos con su significado de ‘negación’ o ‘privación’, lo hacen cada uno de manera diferente. Algunos, aceptan el uno o el otro, por ejemplo, ‘inconformidad’ y ‘desconformidad’ (más usado ‘disconformidad’) e ‘inhabitado’ y ‘deshabitado’; otros, como ‘invisibilidad’ e ‘invisible`, ‘desprendimiento’ y ‘desprendido’, sólo admiten uno de los dos; y algunos, cuyo significado cambia por completo con ellos, por ejemplo, ‘desesperado’ (sin esperanza alguna), ‘inesperable’ (“que no es de esperar”) e ‘inesperado’ (“no esperado”). Esto es lo que han determinado la lógica semántica y, sobre todo, el uso, que es, al fin y al cabo, el regulador.
Según El Tiempo (Cultura y Gente, VIII-19-09), el artista Jairo Orlando juega ajedrez mientras dibuja. O al revés, dibuja mientras juega ajedrez. “Allá él, que con su pan se lo coma”, decía Sancho Panza. Él llama dicha actividad ‘artedrez’. Para la Academia, esto es un acrónimo (“Vocablo formado por la unión de elementos de dos o más palabras, constituido por el principio de la primera y el final de la última, p. ej., ofi (cina infor)mática”, enseña la venerable institución); para mí, es otra de aquellas voces que yo califiqué de ‘disparatadas’, porque se compone de la palabra ‘arte’ y de una terminación que no quiere decir ‘ajedrez’. En mi niñez hablábamos del ‘uso de los trompos, de las cometas, del balero’, etc., cuando llegaban ‘las temporadas de tales juegos’. Hoy, existe el ‘uso de los acrónimos’ (el ‘abuso’, mejor), que comenzó con el ‘Telethon’ de Jerry Lewis: a toda actividad que tenga alguna duración, y cuyo fin primordial sea el de recaudar fondos para algo, le chantan el ‘ton’ de maratón y, ¡listo!, un engendro nuevo, como ‘abuelotón’, ‘besatón’, etc. Y otros, tan descabellados, o más, como ‘bebeteca’. El lector cibernauta, Rodrigo, me informa: “En una revista que habla acerca del sobrepeso en los países desarrollados se dice que hay más de 750 millones de adultos con obesidad” (VIII-18-089), fenómeno que califica el redactor de ‘globesity’, en inglés. En castellano sería ‘globesidad’, acrónimo compuesto de ‘glob’ (el planeta Tierra) y ‘esidad’ (¿gordura?). Pero podría ser también de ‘glo’ (glotonería) y ‘besidad’ (gordura), más lógico, pues tienen alguna relación. En el periódico El Tiempo, nadie menos que su editorialista, contagiado por el ‘uso del acrónimo’, garrapateó: “Aunque ya llegó esta cruzada a Colombia, esperamos que las “tildetones” (jornadas para enderezar tildes y entuertos) tomen mucha más fuerza”. ¡Qué barbaridad! Dejémonos, entonces, de pendejadas, y digamos las cosas de una manera llana, no importa que nos demoremos más: “La obesidad de los adultos es un problema mundial de salud”, “cruzada en favor de la tilde” o “campaña pro tildes”.
El doctor Ricardo Gómez Giraldo, rector de la U. de Caldas, redactó de la siguiente manera: “Escribió (Orlando Sierra Hernández) poemas, selectos luego en las más importantes antologías nacionales…” (LA PATRIA, VIII-20-09). Afortunadamente no escribió: “…las más importantes antologías a nivel nacional”. Su pecado consistió en emplear un adjetivo calificativo (‘selecto’) con el oficio de ‘participio pasado’. Todos los adjetivos, doctor, cuando no se sustantivan, tienen que ir acompañados del nombre que califican. De lo contrario, están tan desubicados como ciertos políticos que van por su cuenta a conversar con los mandatarios vecinos, enemigos de nuestro país. Su oración debió ser, pues, redactada de la siguiente manera: “Escribió poemas, ‘escogidos, seleccionados o elegidos’ en las más importantes antologías nacionales…”. Es decir, con cualquiera de los participios pasivos de los verbos ‘escoger, seleccionar o elegir’.
Estoy tan seguro de ello, que puedo ir doble a sencillo a que todos los columnistas que echan mano del verbo ‘jalonar’ no tienen ni idea de lo que este galicismo significa. Y ¡pago a todos!