Ya vienen los gavilanes
Francisco, como muchos otros habitantes del Eje Cafetero, fue testigo de uno de los fenómenos más grandiosos de la naturaleza. La migración de los gavilanes Alianchos y de Swainson es una odisea maravilosa que los lleva cada año, desde sus zonas de reproducción en los Estados Unidos y Canadá, hasta regiones más calientes en el trópico americano.
Cuando se arrima el invierno, a mediados de septiembre, estas viajeras incansables marchan hacia el sur buscando alimento. Después de cuatro meses, llegando la primavera, regresan nuevamente al norte a criar sus polluelos.
Utilizando un sistema de vuelo pasivo, estas hermosas aves aprovechan las corrientes de aire ascendente para elevarse. Así consumen pocas energías. Obviamente que en ocasiones tienen que aletear, pero es el planeo, su modo principal de desplazamiento. Así también ahorran fuerzas para cruzar miles de kilómetros. Algunas llegan hasta México, Bolivia y el norte de Brasil. Otras van tan lejos como la Argentina.
Ambas especies emigran hacia el sur siguiendo rutas tradicionales que pasan por México y Centro América. Como las corrientes ascendentes de aire caliente ocurren principalmente sobre tierra firme, bordeando montañas, la migración no se realiza cruzando el mar Caribe o el Golfo de México. Como sí lo hacen muchas otras especies migratorias que no dependen de estas corrientes para viajar.
La migración de los gavilanes Alianchos y de Swainson continúa por Panamá y entra a Sur América por el Darién Colombiano, llegando al Eje Cafetero principalmente en el mes de octubre. El 29 de ese mismo mes del año 2000, cerca del medio día, una bandada de unos 50 mil individuos pasó por la ciudad de Manizales. Igualmente el lunes 28 de octubre del 2002 se observó un número similar sobrevolando esta ciudad, ofreciendo un espectáculo sobrecogedor que paralizó a muchos de sus habitantes.
Observaciones realizadas a la migración de estas dos especies de gavilanes indican que las bandadas pueden volar a grandes alturas, entre 3600 y 4000 metros. Ocasionalmente, pueden llegar hasta los 6400 metros. Su velocidad llega a los 60 kilómetros por hora. Las que pasan por nuestra región andina, parece que no se remontan tan alto, por eso es fácil observarlas en una experiencia que no se olvida jamás. Aquellas que volaron sobre Manizales el 28 de octubre del año pasado, lo hicieron a escasos 50 metros de altura de la ciudad.
Hace unos ocho años un grupo de manizaleños decidió hacerle un seguimiento a la migración, conectándose internacionalmente con los tres lugares donde se presencian los mayores avistamientos de estas aves en todo el continente: el Parque Hazel Bazemore en Estados Unidos, Veracruz en México y Kekoldi en Costa Rica. Desde estos sitios se observa el paso de cientos de miles de gavilanes. Igualmente este grupo de ciudadanos llamado “Esperando Gavilanes” se conectó también y recibe información de científicos y de observadores de aves de otras regiones de Estados Unidos, Nicaragua, Panamá y Colombia. La información es enviada a los medios de comunicación para que el público de todo el Eje Cafetero está atento a los días que éstas viajeras diurnas estén cruzando nuestros cielos. En años pasados, desde mediados de octubre se comenzó observar la migración. Sin embargo, la bandada más grande de aves se observó a finales de ese mismo mes.
Una responsabilidad inmensa tenemos los habitantes de esta zona del país, como garantes de que estas aves sean protegidas al menos en su paso por Colombia. Tenemos también una gran oportunidad de convertir el Eje Cafetero en un lugar privilegiado en el mundo para la observación de esta migración. Traería científicos y observadores de aves a nuestra región, fortalecería nuestro ecoturismo y nos daría protagonismo a nivel mundial. Los gavilanes Alianchos y de Swainson son aves hermosas, inteligentes y valerosas. Es un privilegio para el Eje Cafetero estar en la ruta de una de las migraciones de aves más imponentes y espectaculares del hemisferio.