7 de diciembre de 2024

Otto Morales rumbo a los 90

16 de agosto de 2009
16 de agosto de 2009

Nacido en casa de don Olimpo y doña Luisa, en su Riosucio del alma, el 7 de agosto de 1920, no se sabe si él hizo famoso a su pueblo o el pueblo lo hizo famoso a él. Vinieron después sus cuatro hermanos: William, Ligia, Ómar y Armando.

Su hoja de vida es tan extensa como su bibliografía. Hace tiempo batió la marca de los cien libros. “Cada vez que Otto se agacha, se le cae un libro”, dice el colega Óscar Domínguez, uno de sus biógrafos potenciales.

El palmarés del gran erudito es de respeto: Abogado, periodista, escritor, crítico, ensayista, historiador, sociólogo, político, orador, humanista, pensador, profesor universitario, diputado, representante, senador, ministro de Trabajo, ministro de Agricultura, miembro de las academias colombianas de la lengua, de la jurisprudencia y de la de historia y dueño de la carcajada más prestigiosa del país.

Publicó su primer libro (Estudios críticos), en la Editorial Espiral, de Bogotá, en 1948, pero es aventurado dar el título del último, porque en este momento debe estar a punto de un nuevo parto literario. O varios. Es su forma de trabajar. Casi toda su obra la dedicó a su prima hermana Livia Benítez, su amada esposa, que se le adelantó en el viaje al más allá. De ella decía con el poeta: “Estando los dos estamos todos”. Tuvieron tres hijos: Adela, la antropóloga, Olimpo, abogado como su padre, con quien comparte oficina en la bogotana torre Colpatria que frecuenta todos los días, y Daniel, quien murió muy joven en un accidente de tránsito mientras montaba en bicicleta, en una calle de París, donde cursaba estudios.

Otros títulos de la fecunda producción del notable hombre público que jamás ha puesto su pluma en remojo y que dedica religiosamente cuatro horas diarias a la lectura: Testimonio de un pueblo, Revolución y caudillos, El pensamiento social de Uribe Uribe, Muchedumbres y banderas, Aguja de marear, Cátedra caldense, Memorias del mestizaje, Raíces humanas, Señales de Indoamérica, Viajes por la patria, Riosucio, Caldas; Facetas míticas del diablo del carnaval, Historias económicas del café y de don Manuel Mejía, Guías hacia el General Santander, En torno a la obra de Rodrigo Arenas, Declaración personal y Latinoamérica, atisbos desde Mérida, Maestro Darío Echandía, El escritor Alberto Lleras, Colonización en la obra de Ernesto Gutiérrez Arango, El Maestro Arciniegas, emancipador cultural del continente, El ensayista Silvio Villegas y Líneas culturales del Gran Caldas.

Tuvo un dilatado recorrido en el periodismo: Además de director de Andiarios, fue colaborador de El Tiempo, LA PATRIA, El Colombiano, Semana, El Correo, Revista Económica de Colombia y Revista de América.

Intentar resumir en el breve espacio de esta columna una existencia tan meritoria como la del riosuceño más famoso del mundo, es tarea tan difícil como la del pintor que debe cumplir idéntica misión en el precario espacio de una estampilla.

Militante en el Partido Liberal desde los bancos escolares, acompañó a Gaitán en la que sería la última gira política del caudillo… Siempre estuvo en el corazón y trabajó muy de cerca con los primos Lleras (Alberto y Carlos) que anhelaban verlo convertido en Presidente… Socarronamente, López Michelsen solía decir que “Otto es un Belisario negro”… Le renunció al Presidente Betancur a la Comisión de Paz al descubrir que “había enemigos agazapados que se oponían al proceso”… Su envidiable longevidad le ha alcanzado para asistir a los entierros de la mayoría de los jefes liberales de su generación… Sus copartidarios dicen que “Otto no tiene fecha de vencimiento”…

La apostilla: Invitado por El Colombiano como único orador de un acto académico convocado para celebrar otro aniversario del suplemento literario “Generación”, que él fundó y dirigió en llave con Belisario Betancur, cuando ambos estudiaban derecho en la UPB, de Medellín, en los tiempos de Monseñor Félix Henao Botero, se le iba yendo la mano en la duración del discurso y el auditorio empezaba a fatigarse. Cuando uno de los organizadores lo puso al corriente de la situación, Otto le dijo: “Ustedes perdonarán, pero en este recinto no hay reloj”. Y el encargado le respondió: “Pero sí hay almanaque, doctor”.