¿Olvidamos a Adel López Gómez?
Por JOSE MIGUEL ALZATE
El Pasado 19 de agosto se cumplieron 20 años de la muerte del maestro Adel López Gómez. Y escasamente un artículo del escritor Jorge Eliécer Zapata Bonilla, publicado en Papel Salmón, nos recordó a los caldenses este hecho. ¿Hemos olvidado a este maestro del cuento que durante más de cuarenta años sostuvo una columna que era lectura obligada para los lectores del diario La Patria? Todo parece indicar que sí. Sobre todo porque no se organizó por parte de las entidades culturales ningún acto que rescatara del olvido a un escritor que con su obra literaria colocó en alto el nombre de Caldas en el concierto nacional. Esto es triste decirlo. Pero es la verdad.
Adel López Gómez falleció en Manizales el 19 de agosto de 1989. Sin embargo, la noticia sobre su muerte fue opacada en la prensa por el asesinato del líder del Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán Sarmiento, ocurrida la noche anterior. Este hecho que conmocionó al país hizo que el fallecimiento del escritor oriundo de Armenia, pero radicado en Manizales, pasara casi inadvertido. Salvo el amplio registro que de su muerte hizo en sus páginas La Patria, poco fue lo que se dijo a nivel nacional sobre este escritor que por la calidad literaria de su prosa alcanzó a ocupar asiento en la Academia Colombiana de la Lengua. Adel López Gómez había nacido el 17 de octubre de 1900.
¿Quién fue el maestro Adel López Gómez? El más importante cuentista oriundo de esta región que hasta 1966, cuando se produjo la segregación de Risaralda, formaba una sola entidad territorial. Un escritor de prosa alegre que nutrió su obra cuentística con personajes sacados de la entraña misma del pueblo, dándole identidad a la región. Un autor que puede encasillarse en la escuela de los llamados clásicos maiceros por los restablos costumbristas que caracterizan su obra literaria. Un humanista que abrevó en la fuentes clásicas para darle soltura a su pluma, que tuvo amistad personal con autores como Tomás Carrasquilla y Lino Gil Jaramillo, que nos dejó a los caldenses un legado de inmenso valor literario.
No es justo que al cumplirse 20 años de la muerte del maestro Adel López Gómez en Caldas no se le haya hecho una conmemoración digna de su nombre. Su obra como cuentista resiste cualquier análisis crítico. Por la musicalidad de su prosa, por la autenticidad de sus personajes, por la belleza literaria de sus descripciones del paisaje, los libros de Adel López Gómez merecen convertirse en texto de estudio en los planteles educativos del Gran Caldas. Porque nadie como él reflejó en su trabajo literario nuestros valores, nuestra idiosincrasia, nuestra personal forma de ser. Con sus cuentos de excelente factura el maestro nos dio identidad. La suya fue una obra trabajada con los materiales de la tierra.
Los libros escritos por Adel López Gómez tienen todos características literarias que los convierten en excelentes textos narrativos. Eso que James Joyce, el autor de Ulises, llamó nudo, desarrollo y desenlace, lo manejó con maestría este escritor que llegó a los 89 años escribiendo con la alegría de un muchacho de veinte. De su maestro Maupasant aprendió la técnica para escribir un buen cuento. Por esta razón sus narraciones cortas tienen siempre un acabado perfecto. Adel López Gómez no fue un escritor de esos que requieren cantidad de páginas para escribir un cuento de fina arquitectura idiomática. En una sola cuartilla podía sintetizar la angustia de un personaje.
El maestro Adel López Gómez manejó una prosa de elevado contenido estético. Su columna en La Patria fue durante muchos años el condumio intelectual de los caldenses. Su estilo era mezcla de sal y de azúcar, como dijo algún crítico. Había en sus notas diarias mucha perfección idiomática. Las palabras tenían el valor exacto que la frase requería. Generoso en el elogio, no dejaba un libro sin reseñar. En este sentido, es mucho lo que le debe la literatura regional. Porque obra que llegaba a sus manos, obra que recibía su comentario autorizado. El libro “Abc de la literatura del Gran Caldas”, publicado por la Universidad del Quindío, es una prueba de su compromiso con los valores regionales.