Fuete-foete, por parte de-de parte de, como-cómo, a nivel
Hay quienes escriben ‘foete’, y los diccionarios aceptan las dos grafías. Hay otros, estos sí errados, que pronuncian y escriben ‘juete’, como el señor Óscar Tulio Lizcano, quien, citando a un “observador”, dice: “El niño hace toda la carrera: en la casa es el juete, en la escuela la regla y de ahí, el fusil con los armados” (LA PATRIA, VII-17-09). En sus “Apuntaciones idiomáticas y correcciones de lenguaje”, el académico Roberto Restrepo anota: “Fuete. De grado tomara yo un látigo y diera de latigazos (que ‘latigazo’ y ‘látigo’ se dice, y no ‘fuetazo’ ni ‘fuete’) a estas acémilas que tratan de comulgarnos con tan repugnantes galicismos. ¿Y qué diremos de los presumidos que dicen ‘foete’ y ‘foetazo’?¡Dios nos los tenga muy lejos de nuestras narices!”. No obstante esta muy docta opinión, las palabras ‘fuete’ y ‘fuetazo’, parte de mi léxico infantil, están en nuestro idioma desde hace más de cien años. Las voces ‘Foete’ y ‘foetazo’ sí deberían ser proscritas, puesto que, por su origen, no tienen ninguna lógica. Ello es que el diptongo ‘ou’ fue tomado por los franceses para imitar el sonido ‘u’ del latín y, por supuesto, del castellano. La vocal ‘u’ de los galos tiene un sonido muy peculiar, que no tiene el castellano.
“En épocas de bárbaras naciones” abundaron las invasiones, por ejemplo, las de Alejandro Magno a Persia; las de los romanos a España, Francia y norte de África; las de los musulmanes a España, las de Atila, etc. Hoy nos invaden los chinos con su arroz y sus baratijas, y los bárbaros modernos con las corruptelas del idioma: ‘a nivel’ (que arrasó con los adverbios y otras partes de la oración), ‘a las afueras’ (que le asigna a la preposición ‘a’ el oficio de ‘en’), ‘al interior de’ (reemplazo esnobista de la preposición ‘en’) y, no sé desde cuándo, ‘por parte de’ y ‘de parte de’. Estos empachosos giros están de tal manera metidos en la prensa hablada y escrita, que la Academia de la Lengua tendrá que redactar de nuevo su doctrina acerca de las preposiciones ‘por’ y ‘de’, las cuales, de aquí en adelante, deberán ir acompañadas -¡qué disparate!- de ‘parte’ para poder cumplir con su oficio de introducir algunos complementos circunstanciales. ¿Ejemplos? Son tantos, que con ellos se podrían llenar volúmenes. Cronistas y comentaristas deportivos, ellos solitos, colmarían dos o tres o cuatro. En la transmisión del partido entre Santa Fe y Boyacá Chicó, Mario César Otálvaro comentó: “Una buena intervención por parte de Alejandro Botero” (Une, VII-19-09); el mismo día, por el canal ESPN+, el comentarista de béisbol, Ernesto Jerez, durante el encuentro de los Mets de Nueva York con los Bravos de Atlanta, dijo: “Gran labor por parte de Javier Vásquez”. En LA PATRIA del 20 de julio, Juan Camilo Restrepo y Bernardo Mejía Prieto redactan así, respectivamente: “La falta de responsabilidad social de parte de las empresas”; “…requiere más compromiso por parte de la comunidad”. Si fuésemos a analizar estas oraciones, después de señalar sujetos y predicados, al llegar a los complementos, tendríamos que hacerlo de la siguiente manera: ‘por parte’ y ‘de parte’: locuciones preposicionales circunstanciales absolutamente inútiles”. -¿Por qué? -Suprímanlas, señores, y lo verán. Su sorpresa será mayúscula.
Parece que el señor Pedro Felipe Hoyos K. se enguaraló con la siguiente oración: “Para el caso de la independencia de Venezuela los dos desembarcos y la actividad en Europa del general Miranda constituyen un buen ejemplo como las definiciones dejan un campo grande para mezclar equivocadamente conceptos” (LA PATRIA, VII-22-09). Si yo entendí cabalmente lo que el columnista quiso expresar, ha debido poner una coma después de ‘Venezuela’ y redactar el complemento de la siguiente manera: “…constituyen un buen ejemplo ‘de cómo’ las definiciones dejan…”. ¡Cómo hacen de falta los asesores de redacción!
El mismo día, y en el mismo medio de comunicación, el padre Efraín Castaño escribe: “Sus luchas a nivel personal fueron muchas”. En épocas mejores, porque dicen -con razón o sin ella- que “todo tiempo pasado fue mejor”, la misma frase se construía de una manera más sencilla y más elegante, en buen castellano por supuesto, de esta guisa: “Sus luchas personales fueron muchas”. Pavorosa, por no decir horrible, la forma como las corruptelas del lenguaje se meten y se meten y se meten. Y, peor, como son aceptadas. ¡Apaga y vámonos!