4 de diciembre de 2024

Dolor de patria y bellos recuerdos

2 de agosto de 2009
2 de agosto de 2009

Nunca nadie, con mediana sensatez, llegó a imaginarse, que lo que parecía ser una reliquia intocable, pudiera llegar a cambiarse por lo que existe hoy. El bello monumento anterior se derribó para construir el antiestético, que aún inconcluso se nos dejó irresponsablemente. Se proyectaron dos desproporcionadas torres laterales tan altas, que después de terminada la primera fue necesario rebajarle altura. En la construcción del nuevo templo, parece que el criterio que primó fue el de darle mayor capacidad, sin importar para nada la tradición ni la estética.

El pequeño parque lateral que existía a la izquierda y los restos del venerable padre Teodoro de Jesús Gallo, tuvieron que ceder su espacio. Lo mismo sucedió con el atrio frontal que también tuvo que desaparecer para darle campo a unos antiestéticos establecimientos de comercio.

Y no sé que os pasó a los verdaderos hijos de Aranzazu. Ni siquiera a los que vivíamos ausentes se nos puede perdonar la inacción ante semejante magnicidio. Supongo que no debieron faltar protestas pero que posiblemente fueron impotentes.

Yo me recuerdo que en alguna ocasión lejana, un alcalde hiperactivo, ordenó talar uno de los mangos o árboles que hacían parte del parque de Bolívar. Esto provocó la furiosa protesta de un sencillo, pero arrogante ciudadano que tenia una pequeñísima tienda en un zaguán, ( si no me equivoco), de la casa de los señores Ocampo Ramírez, en el marco de la plaza y a quien llamaban, por un antiguo oficio, “el mono parquero”. Su protesta fue tan airada y decidida que ella sola valió para que el burgomaestre desistiera de su intención.

¡Qué interesante seria que la fluída e inspirada pluma de César Montoya Ocampo, en uno de sus rasgos de inspiración, que en él son permanentes, se ocupara no sólo d lo relacionado con el templo, sino también con el destino que tuvieron unas bellas lámparas arañas de cristal de bacará que ornaban las bóvedas de la iglesia, así como la venta, no sé si sacrílega, pero por lo menos abusiva, de la más bella imagen del santoral parroquial, la Virgen Dolorosa, cuya expresión de angustia, resplandecía en la conmovedora procesión de la Soledad del Viernes Santo. Parece que, también, la mayor de las campanas de la iglesia fue igualmente víctima de la voracidad de no sé quién!. Otros hechos menos trascendentes es mejor, no menearlos.

Ante estas monstruosidades, que no de otro modo se pueden calificar estos atropellos, bien cabría repetir una frase de alguna conocida y nostálgica canción: “SIQUIERA SE MURIERON LOS ABUELOS”. Si por un hipotético azar del destino les fuera posible regresar a este mundo, cuanto dolor de patria sentirían al ver salir de la trastocada iglesia, una procesión de Semana Santa con Virgen prestada, sin e discurso de Poncio Pilatos; sin banda de músicos; (cómo hace de falta un Juan Crisóstomo Osorio, quien con su bohemia y todo, marcó un hito en la historia de Aranzazu). Y por qué no añorar lo que eran las procesiones de Viernes Santo y de Hábeas Chisti. Con referencia a estas últimas, qué grato es recordar la magnificencia y la bella emulación que existía en la confección de los altares en las cuatro esquinas de la plaza principal. Aún recuerdo gratamente el esplendor y el simbolismo de una de estas procesiones.

En una de las esquinas, próxima a la casa de la familia Betancour y de doña Rita Mejía de Ramírez, se instaló en el centro del altar una inmensa esfera que simbolizaba al mundo, y al acercarse la procesión, la esfera se abría en cuatro castos y en el centro aparecía un bello Copón dorado donde se colocaba por unos minutos la santa custodia mientras se oían los cánticos sagrados. En otra de las esquinas se simuló un pequeño bosque donde a la llegada de la procesión, un cazador hacía un disparo y enseguida salía despavorido un hermoso y cornudo ciervo a recibir al Señor y en medio de su cornamenta se depositaba la bella custodia.

En todos estos altares y año tras año se reflejaba indistintamente la ingeniosidad de los buenos cristianos de Aranzazu. En muchos de estos acontecimientos se veía la mano y la inspiración de don Saturnino Molina.

Lo mismo podría decirse de la celebración anual de la Fiesta de la Virgen Patrona de Aranzazu. Era toda una semana de emulación entre los gremios y las veredas de los municipios. El día que correspondía a los artesanos y los de las veredas Campoalegre y Roblal, eran especialmente espectaculares. Las “culebras” de tacos de dinamita se hacían sentir estruendosamente en la plaza a la hora de la elevación en la santa misa. Las maravillas y los castillos de pólvora que se presentaban en las respectivas noches, no tenían nada qué envidiar a los que por un solo día se presentan en Manizales, en la semana de las festividades feriales.

¡Qué bello es recordar!. Así como se sufre, también se goza con lo que sucede en la Patria Chica. No todo es dolor, igualmente hay para resaltar muchos progresos.
Para el próximo sesquicentenario de Aranzazu, los hijos ausentes estaremos presentes. El entusiasmo que aviva los sentimientos de la colonia en Manizales, y en otras ciudades, nos reconforta y nos acrecienta el amor de patria.