Homicidios todos los días en el Quindío
Deja mucho que desear una ciudad en la que su prensa local registra todos los días en sus informaciones judiciales, casos de muerte, especialmente homicidios. El problema no deja de ser recóndito, misterioso y hasta podría creerse que se está ocultando la realidad o que ha venido guardándose esa verdad para que no se note mucho, para que no se haga escalofriante la situación. Tenemos el suficiente recato, la decencia necesaria para exponer el estado en el que localmente ha vivido Armenia y algunos otros municipios del departamento. Eso nos permite disponer de las entendederas suficientes, para no culpar a las autoridades de policía. Atribuirle culpas a la autoridad es lo más fácil y lo que más se acostumbra cuando pasan hechos repudiables como los que suele propiciar en forma permanente la delincuencia común.
Algunos homicidios y no podríamos precisar qué porcentaje, se han presentado como consecuencia de ‘vendettas’ entre los vendedores de droga. Son homicidios que se han presentado por la enemistad en que viven los comerciantes menores de estupefacientes. Ellos se pelean mercados, —pequeños centros de consumo— y se vuelven enemigos que definen su suerte sin que importen las consecuencias. Por supuesto que si se acude a la verificación de los hechos, si se llevan a cabo en forma minuciosa las investigaciones, seguramente las autoridades se van a encontrar con el origen del problema. Verán que el mal viene de más arriba, de los narcotraficantes de más elevado rango y por supuesto, en la guerra de las mafias los más escalafonados también se matan.
La cuestión no es caprichosa ni se resuelve porque unos comandantes regionales de policía adopten planes especiales; ni porque los consejos territoriales de seguridad pongan en práctica programas de vigilancia. Estos siempre serán insuficientes; no lograrán superar el mal y solamente, se tendrá la cura de esa enfermedad aquí y en cuanto municipio colombiano esté pasando lo mismo, cuando haya triunfado una política de Estado contra el narcotráfico. Dicho de otra manera, cuando las drogas estupefacientes no sean negocio.
Era comandante del departamento de Policía Quindío el entonces todavía coronel Rosso José Serrano Cadena, —hoy embajador de Colombia en Austria— y conversábamos con él de la situación regional. Algunos sectores de la sociedad se hacían los de ‘la oreja mocha’ cuando se hablaba en contra del narcotráfico, y sostenían que mientras en Estados Unidos o en los países europeos se tuvieran consumidores, el narcotráfico no se iba a acabar. El consumo local no se tenía en cuenta porque se creía que era mínimo y tampoco se hacían cálculos. No se quería pensar en lo que podría suceder en Colombia. Hoy en día se consumen tantos estupefacientes en el país, como en los países más consumidores del mundo. En Colombia el mercado al menudeo es infinito, demasiado grande y por eso hay tantos vendedores callejeros de la maldita droga, como vendedores ambulantes de dulces, frutas o cacharros. Ese es un problema grave del país que no se puede corregir a base de medidas regionales de policía, salvo repetimos, cuando por una política de Estado la policía pueda proceder de otra manera.
Homicidios por otros motivos, por supuesto que se dan frecuentemente y todos suman. Y existen los muertos por accidentes de tránsito, que aumentan los paquetes estadísticos.
Ocurren otras muertes en atracos callejeros, en riñas entre personas intolerantes, del más bajo nivel y se presentan entre otras de mejores estratos. La mediatización cultural cuenta y también le suma a los homicidios. Lo malo, lo más grave de todo esto, es la incapacidad del Estado para combatir los males del país que son tantos y que arrojan consecuencias tan nefastas como las que mueven hoy nuestra preocupación, los homicidios de todos los días.