Estamos mal y es hora de despertar
El departamento está pasando desapercibido en las legislaturas del Congreso. En la Cámara de Representantes son tres los escaños que le pertenecen al Quindío; tres curules que parecen vacías. Nada, absolutamente nada, ha salido de esos escaños. Como si nadie estuviera en ellos. Ni un solo aporte importante a la región y por supuesto, mucho menos al país. La política es también normativa. En las democracias especialmente, la política pretende ordenar las sociedades, claro está, la buena política. El Quindío no puede aportar nada ni para bien del departamento ni para el del país, porque su representación es débil, no tiene fuerza en su intelecto para desempeñar un papel que enaltezca nuestra representación.
La decadencia regional en materia política se ve desde los escenarios más elevados del partidismo en Colombia y aquí también por supuesto, pero poco o nada se hace por remediar esa molestia que tanto daño le hace al departamento. Hay que entender y reconocer que la forma artesanal de la política tiene pasando al país muchas dificultades, no es sólo en el Quindío, pero a los quindianos nos compromete lo regional. Es a los habitantes del departamento, a los ciudadanos de aquí los obligados a impedir el funcionamiento del aparato con el que se programan las elecciones y para que ellas favorezcan a políticos sin ninguna capacidad, que no pueden rendir y mucho menos ser útiles. La capacidad y el liderazgo tienen que despertar juntos para que se pueda elaborar un pensamiento y ejemplificar un modo de vida en el ejercicio de la política, que sea capaz de motivar a los ciudadanos, que les muestre una alternativa más eficiente. Un fracaso como trabajo parlamentario, es lo que se ha visto en la cámara de representantes.
Muchas han sido las causas por las cuales se nota tanto el adelgazamiento de los contenidos morales en la política. El enriquecimiento como intención con la que algunos politiqueros llegan a los cargos de representación popular o a los administrativos, tienen que ver con el problema. Por esas causas triunfan en las elecciones personajes divorciados del bien y por el contrario, comprometidos de lleno y en todo momento con los negocios que dentro del Estado, manejan el andamiaje de la corrupción. En todo el país hay desconfianza de los colombianos en la clase política. Ahora el congreso de Colombia está más desprestigiado que todos los días y con el anuncio del ministro del Interior y de Justicia Fabio Valencia Cossio, según el cual se propondrá de nuevo la inmunidad para los parlamentarios, peor la cosa. Tanto que si los parlamentarios fueran verdaderamente inteligentes, le dirían al gobierno que descarte de una vez esa propuesta. Que no dejen ni la más mínima posibilidad abierta y de tal manera que un equívoco de ese tenor no vuelva suceder en Colombia.
Pero volviendo al tema de la decadencia regional por falta de una buena política, de líderes y obviamente de mejores políticos, el caso del representante Rubén Darío Salazar, un tipo que aquí actúo como plañidera en no pocos velorios regionales hace varios años y a quien hirieron a cuchilladas en un extraño caso judicial tapado con tierra de la misma con que aquí entierran las mortesinas, dice mucho y desdice claro está, de la política que se origina en el Quindío. Ese señor fue concejal en Armenia y se fue a los barrios de Bogotá a hacer política, después de los vergonzosos hechos de los cuales fue protagonista en el Quindío. Ahora, anda encartado con la justicia y la Procuraduría General de la Nación acaba de pedir la pérdida de la investidura de ese congresista. Afortunadamente no se había elegido en el Quindío, pero hubiera podido ocurrir, por lo mismo, por el proceso decadente en que hemos venido. Cierto es que estamos muy mal, pero es hora de despertar.