Tres pequeñas historias
La libreta del Hidalgo. La primera la remite de Bogotá el abogado y periodista Augusto León Restrepo Ramírez: El ex presidente Guillermo León Valencia llegó a Anserma a hacerle proselitismo a la candidatura de Belisario Betancur, en una de sus primeras campañas por la Presidencia. Yo estaba de Alcalde (l.969) y me pareció un honor que un ex presidente pernoctara en mi pueblo y le ofrecí una copa de champaña, con gentes de todos los partidos y pelambres. Valencia quedó admirado de la belleza de la mujer ansermeña y me pidió que le aproximara a su mesa a unas tres para hablar con ellas. Estaba en una larga plática y sacó su libreta personal de apuntes para anotar sus nombres y hacerles luego una invitación a conocer un barco de la Flota Mercante Grancolombiana donde trabajaba su hijo Pedro Felipe. El hecho es que la libreta se traspapeló y a los ocho días recibí un telegrama pidiéndome que le rescatara su agenda, donde tenía direcciones valiosas para él. Hice las pesquisas del caso, con policía y Das y la localizamos en manos de un comerciante de Belén de Umbría, que la exhibía como trofeo en cuanta mesa de cantina encontraba. La metí en un sobre y por correo recomendado la envié a la siguiente dirección: Presidente Guillermo León Valencia. Popayán. A los pocos meses falleció el Hidalgo de Paletará y el sobre, con su contenido, volvió a mis manos con un sello de la Administración Postal que rezaba: "Devuelto por dirección desconocida”. La libreta la conservé durante muchos años, como un preciado recuerdo del gran popayanejo, hasta que un día tuve la ocurrencia de ofrecérsela a un amigo, ya fallecido, (Guillermo Botero Gómez, “Bullas”), si llegaba a la Cámara de Representantes. Llegó, y quedó en sus manos y la expuso en el Congreso a diestra y siniestra. Hoy no sé en manos de quien quedaría.
Un gramático en paro. La segunda la recibimos de parte del admirado crítico gramatical Efraím Osorio López, a propósito de Contraplano dedicado a los 50 años del levantamiento de los rieles, en Pereira: En 1959, recién egresado del Seminario y ya casado, yo era profesor en el Instituto Neira. Participé en la famosa huelga, pues uno de los más perjudicados con la falta del ferrocarril era mi papá, que no tenía otro medio de viajar a Santa Rosa de Cabal y de llevar allí lo que producía la finca "La Capilla". De esos días de huelga -no sé por qué no me echaron de mi trabajo- recuerdo dos cosas: la primera, el discurso de Silvio Villegas en la Plaza de Bolívar (la primera y única vez que lo escuché); la segunda, el único hecho violento de esa semana, y en el que yo participé: Resulta que un chofer de un bus de la empresa Arauca, de paso por la Veintitrés, en el centro, comenzó a echarle vivas a Pereira y abajos a Manizales. ¡Imagínese! Todos los presentes lo perseguimos, lo alcanzamos al frente del Instituto Universitario y lo bajamos del bus. No lo puedo asegurar, pero si no ha sido por la policía no sé qué hubiera pasado. Lo cierto es que alguien comenzó a empujar de lado el bus… y todos nos fuimos sumando a la acción, hasta que el indefenso aparato cayó de costado. La gasolina, claro, se regó. Uno de los presentes sacó un fósforo, y ya se puede imaginar el resultado. ¡Lo que es el contagio en esas manifestaciones, y el poder de las 'masas' enfurecidas! Recuerdo ese episodio sin remordimiento, no sé por qué. Quizás porque el ferrocarril fue parte integral de nosotros, los campesinos de La Capilla, finca en la que, gracias a Dios, nací yo.
La breve historia de Elsie Duque. Escribiendo crónicas de bibliotecas, cito este episodio que sucedió en la Universidad Autónoma de Manizales, en 1984: Me costó trabajo convencer al doctor Ernesto Gutiérrez Arango (foto) y a Elvira Escobar de Restrepo (foto) para que me dejaran contratar a un médico veterinario para prestar Servicio de Referencia en la Biblioteca, lo que resultó en una labor de excelente calidad por ser experto en el área de la salud. Los beneficiados eran los estudiantes y profesores de Odontología. El veterinario, amigo de mi esposo, venía exiliado de Nicaragua porque era el encargado de administrar la salud de los perros y demás animales del General Anastasio Somoza, a quien habían derrocado los sandinistas. Bueno, nuestro veterinario, de Anserma y estudiado en la Universidad de Caldas, no era somocista propiamente, sino que estaba en el lugar equivocado. Sólo le cuento que cuando cayó Somoza, le dieron dos horas para abandonar el país. Se fue al aeropuerto con lo que tenía puesto, y únicamente pudo embarcar a su perra Basset Hound de nombre "Coqueta". Germán González, tal es su nombre, es tan decente, que a su carro que lo llevó al aeropuerto le dejó las llaves pegadas. Trabaja hoy en día en Washington, D.C. y tiene la doble nacionalidad. Ah… y "Coqueta" murió hace años…
La apostilla: El Presidente Valencia solía acompañar a sus visitantes hasta la puerta principal del Palacio de San Carlos, para despedirlos. Una tarde, después de decirle adiós al primer Designado, José Antonio Montalvo, lo abordó un enjambre de reporteros para que hablara del encuentro. El periodista caldense Daladier Osorio le arrimó tanto el micrófono a la boca del Mandatario que le preguntó: “oiga, joven, usted me va a sacar una declaración o me va a sacar las amígdalas”?