Elefantes blancos
Las críticas serias que se han hecho y que habrá necesidad de aceptar en estas primeras etapas del proyectado embalse multipropósito del Quindío, se tienen que aceptar, obviamente si se inspiran en la buena fe. Escucharlas es parte de la socialización que requiere la iniciativa a la que el gobierno le ha prometido inversión social y teniendo en cuenta la trascendencia del embalse —precisamente visto desde lo social—.
El embalse en mayor grado es creíble; es un proyecto verosímil si se desarrolla como obligación del Estado por compromiso del gobierno nacional. Si el gobierno colombiano se hace garante de su realidad en un marco de transparencia absoluta.
Estamos de acuerdo con las voces a las que les preocupan los elefantes blancos. La presidenta de la asamblea del Quindío Sandra Paola Hurtado ha puesto de ejemplo los últimos esperpentos de esta naturaleza que le han quedado al Quindío, como herencia del zoológico político regional.
El caso de Buenavista no se ha denunciado como debiera ser, con franqueza y con la verdad por delante para que los quindianos sepan dónde está la culpa del problema, quién lo fomentó, cuál fue el político irresponsable que estimuló el elefante blanco que hoy es mucho más grande que el pequeño municipio.
La visión de Buenavista llega hasta el reconocimiento que espera en el 2020 como una cabecera municipal educada y con un turismo competitivo apoyado por administraciones honestas y participativas y con habitantes, dirigentes y autoridades incluyentes y solidarias, con capacidad de trabajo en frentes como el agropecuario y el turístico. Buenavista bien pudiera estar en el plan de generar oportunidades a sus habitantes, pero resulta que está atravesando un paso difícil y complejo; el municipio pasa por un mal rato a raíz de la forma imprudente e irresponsable como se montó a sus autoridades en el endiablado teleférico, hoy más que nunca censurable, reprochable como obra oficial de una administración inepta para la planificación e incapaz para la promoción al desarrollo como lo fue la del pasado gobierno quindiano.
Los aborígenes del viejo Tolrá fueron los indios Pijaos, los Quimbaya y los Quindos; unos, los primeros, con espíritu guerrero, los otros laboriosos. Los colonos que fueron poblando la región aportaron a la fortaleza dejada a la comarca por los nativos aborígenes. Sin embargo, a los hijos de la Buenavista convertido en municipio luego de creado el departamento del Quindío, a los de este tiempo de globalización y desarrollo universal, les tocó luchar contra los elefantes blancos que cuestan tanto mantener y que no producen nada. Eso le representa hoy a Buenavista el inconcluso teleférico. Una obra tratada a la fuerza bruta, como con las patas mismas del elefante.
En Buenavista hay cultivos de café, plátano, cítricos, aguacates y de mora. Se fomentan algunos otros transitorios como la yuca, el fríjol, el maíz, tomate, maracuyá y lulo. Hay dentro de los usos de su suelo, ganadería intensiva y todo hace indicar que el “elefante blanco” que le fueron a instalar allá en sus predios a sus 1.450 metros de altura sobre el nivel del mar, se lo va a comer todo.
Razón tienen los críticos, se justifica la forma recelosa como está mirando las inversiones públicas la actual presidenta de la asamblea departamental del Quindío Sandra Paola Hurtado.
Las propiedades del municipio de Buenavista, todo el cúmulo de sus particulares riquezas resultaron menos y entonces se quedó el municipio mirando al cielo, sin alcanzar a ver más allá del diseño absurdo de una obra inconclusa, que se comenta con la misma preocupación que el elefante mayor del centro de convenciones de Armenia. El embalse multipropósito es un gran proyecto, tiene que pensarse y madurarse para que cuando se haga, nos honre y se convierta en motivo de vida para los quindianos.