29 de marzo de 2024

Día Internacional de la Mujer

8 de marzo de 2021
Por Albeiro Valencia Llano
Por Albeiro Valencia Llano
8 de marzo de 2021

A lo largo de la historia ha sido difícil y penosa la vida de las mujeres. Están cansadas por la brecha salarial, por la violencia de género, por los feminicidios, por las violaciones y por la constante discriminación.

Desde el año 1850 hay un despertar del feminismo en Europa y en Estados Unidos, debido a los avances de la industrialización y al desarrollo de las asociaciones. Como consecuencia se desataron marchas, jornadas de protesta y huelgas, en Estados Unidos, por las condiciones de trabajo y por aumento de salario. Este ambiente de protestas tuvo su momento crítico el 25 de marzo de 1911; ese día se encontraban 240 costureras de la Triangle Shirtwaist Factory, de Nueva York, laborando en el noveno piso de la fábrica cuando se inició un incendio y, como se encontraban hacinadas y encerradas bajo llave, no pudieron salir. Murieron 146 costureras, casi todas inmigrantes de Europa del Este y de Italia, que todavía no hablaban bien inglés. La tragedia despertó la solidaridad en Estados Unidos y Europa y se fortaleció el movimiento feminista dirigido por Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo.

Los trabajadores rusos celebraron por primera vez el Día Internacional de las Obreras, el 2 de marzo de 1913, pero el 8 de marzo de 1917, en plena guerra mundial, las mujeres de San Petersburgo hicieron una gran manifestación pidiendo pan y el regreso de los combatientes. Más tarde, en 1945, la Carta de las Naciones Unidas firmada en San Francisco, fue el primer acuerdo internacional que proclamó la igualdad de los sexos como un derecho humano fundamental. En 1975, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el ocho de marzo como Día Internacional de la Mujer.

Mujeres que se destacaron en la región

En la época de la colonización antioqueña, o de las migraciones de campesinos pobres, las mujeres debían permanecer ancladas en el hogar. En las fincas, aldeas y pueblos la educación doméstica era una especialización de las niñas; la señora hacía la comida, servía la mesa, alimentaba las gallinas y los cerdos, cuidaba a los hijos, pero también dominaba el arte de la costura, que implicaba remendar la ropa, coser, tejer y bordar. La enseñanza de estos oficios corría a cargo de la madre y de la abuela y robaban parte del tiempo de las niñas, que debían sacrificar los juegos para aprender el arte de los tejidos, porque era una preparación para el matrimonio. El dicho popular decía que “mujer que borda no peca”, por lo tanto estas labores se orientaban, además, a controlar el tiempo libre, evitando que las mujeres tuvieran malos pensamientos. La vida en la aldea era difícil para las señoras por el control social y tenían muy pocas oportunidades para el entretenimiento; por ello disfrutaban de los oficios religiosos en el templo, como ir a misa, o el rezo del rosario en horas de la tarde.

En el seno de la sociedad se imponía la imagen de la mujer virtuosa, y la consigna de la maternidad reforzaba la moral, porque era el objetivo del matrimonio. Sobre este aspecto anotó el escritor Samuel Velásquez, en la novela “Madre”, el siguiente diálogo entre la mamá y la hija: “Cuando tu padre murió estando tu muy chiquita me dijo antecitos de cerrar los ojos: usté sabrá, querida, que hace con Inés; si no se casa, devuélvasela a Dios como Él se la entregó”.

Sin embargo había mujeres visibles como las parteras y las yerbateras. En los primeros años del proceso de colonización la preocupación más grande para la pareja, metida en una choza en medio de la selva, era el nacimiento del bebé, por eso las comadronas se convertían en el apoyo de la familia; este papel lo desempeñaba la abuela o alguna vecina, pero fueron apareciendo mujeres juiciosas e inteligentes que se especializaron en atender los partos en la soledad de la montaña, en la profundidad de las cañadas y en las aldeas. Eran personas pobres que conocían el poder de las plantas medicinales; procuraban permanecer bien aseadas y usaban delantal recién lavado y planchado para atender a las parturientas. En Manizales se destacó doña Hortensia Herrera, a principios del siglo pasado; atendía en el área urbana y en las fincas. Los campesinos le llevaban un buen caballo y la recibían como a una doctora. En Salamina habitaba Clementina, quien vivía en un rancho de vara en tierra en la salida para Pácora; elaboraba pócimas y menjurjes para curar el cuerpo y el alma, pero pasó a la historia como bruja.

Una mujer especial fue María Martínez de Nisser, conocida como doña Marucha; nació en Sonsón en 1817, y se casó con el ciudadano sueco Pedro Nisser. Se hizo famosa por la participación en la Guerra de los Supremos, de 1840, en favor del gobierno de José Ignacio de Márquez y porque hizo algo inaudito en la época: se vistió de hombre como soldado, empuñó sus armas y se alistó en la columna de combatientes bajo la dirección del sargento mayor Braulio Henao. Fue memorable su participación en la batalla del 5 de mayo de 1841 en Salamina. Era muy adelantada para la época, lo que se demuestra en su libro “Diario de los sucesos de la Revolución en la Provincia de Antioquia en los años 1840 y 1841”, publicado en Bogotá en 1843. Se hizo visible por su actividad política y cultural y siempre se le reconoció como la heroína de Salamina.

Por último, una destacada mujer que sobresalió en la vida cultural e intelectual de la región en el siglo XX, fue la escritora Blanca Isaza; nació en Abejorral en 1898, y sus padres la llevaron a Manizales cuando era una niña; años después contrajo matrimonio con el también escritor Juan Bautista Jaramillo Meza. Esta inteligente mujer publicó varios libros de poesía, pero también cultivó la crónica porque le pagaban muy bien sus artículos de prensa. Pasó a la historia, especialmente, por la revista “Manizales”, una publicación literaria que salía cada mes desde octubre de 1940. Ante el machismo dominante tuvo que hacer la siguiente aclaración: “Nuestra revista Manizales no es una revista femenina. Anhelamos hacer de ella un hogar intelectual al cual traigan sus inquietudes no solo todos los escritores regionales, sino los más altos valores mentales de las letras patrias. No negamos la positiva importancia de las publicaciones femeninas, pero conocemos el ambiente: sabemos que los hombres miran con culpable desvío esas iniciativas y piensan que descienden de sus pedestales de seriedad si se detienen un cuarto de hora en medio del inútil trajín de los días a leer una exquisita página que lleve al pie una firma de mujer”.

Blanca ganó varios concursos literarios y recibió muchos honores. Murió el 13 de septiembre de 1967, cuando la poesía “estaba pasando de moda”, sin embargo era considerada una de las grandes poetisas de Colombia.

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Pasa el tiempo, el mundo ha cambiado, pero hay que recorrer mucho trecho para poder hablar de equidad de género.