El disparador
Por Esteban Jaramillo Osorio.

Los locutores lo embellecen desde sus relatos, como alimento para «el aguante», que es el hincha ausente.
Después de aquella larga parálisis del año pasado, que tanto afectó, los directivos defienden el espectáculo como es obvio, pero programan frenéticamente, sin encontrar provechosas pausas en el calendario, con menos riesgos.
Todos los días se mueve la pelota, en cualquier lugar, en medio de la zozobra. Es la imposición de la TV, el corazón económico que la mantiene activa.
No digo con ello que lo recomendable sea la detención del torneo, pero sí su programación flexible. Las ciudades principales, donde están los grandes clubes, no tienen la posibilidad de albergar tantos partidos por las oleadas de contagios, lo que inevitablemente represa la programación y atrasa los calendarios. Que conste que aún no se juegan los torneos internacionales.
Confieso, sin rubor, que amo el futbol. Que extraño los estadios. Sobre todo aquellos de fervor militante, con el peregrinaje ruidoso hacia las tribunas, con apuestas en las gradas, sobre ruanas, o piquetes con morcilla, gallina sancochada, mazorca asada o papas chorreadas, como en el pasado ocurría, especialmente en Bogotá.
Pero hoy la vida es otra. Programar con riesgos, y entre dificultades, puede hacer mucho daño, como se aprecia en los países de Europa, donde a diario se aplazan partidos y se publicitan los nombres de los enfermos famosos. No se si es la pandemia contra el futbol, o el futbol contra el futbol.
Por último, aunque no es del tema, me llamó la atención el semblante rígido de Reinaldo Rueda, en su presentación serena y lacónica como entrenador de Colombia.
Se le aprecian marcadas las líneas del tiempo, sin una sonrisa. ¿Algo le aflige? ¿sera la selección una cárcel bien remunerada? ¿se metió en un infierno? Por lo menos expèriencia frente estos retos tiene y, hasta ahora, es un disparador de confianza. EJO.