29 de marzo de 2024

“Hay que cerrar la brecha entre ricos  y pobres”: Alfonso López Michelsen

27 de diciembre de 2020
Por Jorge Emilio Sierra Montoya
Por Jorge Emilio Sierra Montoya
27 de diciembre de 2020


En esta entrevista exclusiva para mi libro “¿Qué hacemos con Colombia?” (Editorial Planeta, 2006), el ex presidente Alfonso López Michelsen abordó los grandes temas económicos del momento (modelo de apertura, TLC con Estados Unidos, sectores agrícola y petrolero, etc.), con su estilo punzante que tantas ampollas levantaba a diestra y siniestra, el vasto conocimiento que nadie le negaba y, sobre todo, su espíritu visionario, con el cual se movía como pez en el agua al presentar las perspectivas en tal sentido, de las cuales ustedes dirán hoy qué tan errado o acertado era. Veamos.
 

INTRODUCCIÓN 

La apertura en el campo.- Cuando al ex presidente Alfonso López Michelsen le mencionaban el tema agrícola, sobre todo de cara al Tratado de Libre Comercio -TLC- con Estados Unidos, se sentía a sus anchas. Y claro, hablaba sobre la crisis del sector, acentuada desde la adopción del modelo de apertura y la correspondiente importación masiva de alimentos, pero aclaraba que en aquel entonces, a comienzos de los años noventa, confluyeron varios factores para generar resultados tan negativos: la afluencia de capitales externos, en especial del narcotráfico, y la revaluación del peso, que en su concepto hizo estragos, así como el aumento considerable de la capacidad adquisitiva de los colombianos. “No fue sólo la apertura económica”, insistía.

Sobre maíz, arroz y café.- Ante dichas tesis, la pregunta era obvia: si el TLC ahonda la apertura o liberalización del comercio, ¿no correríamos el riesgo de que la agricultura fuese de nuevo golpeada y hubiera una masiva importación de alimentos, en perjuicio de la producción nacional? Según él, ese riesgo lo corrían algunos productos, no todos. El maíz, por ejemplo, que es de importancia en el consumo, e incluso la avicultura. “No creo que los otros estén tan amenazados”, decía mientras citaba al arroz y productos tropicales como el café, del que atribuía sus problemas de vieja data no a las temidas consecuencias de la apertura sino a la baja competitividad en el mercado mundial ante países como Vietnam que contó con el apoyo del Banco Mundial.

Negocios en azúcar y palma.- Con relación al azúcar, López destacaba la ventaja comparativa de Colombia, en especial del Valle del Cauca, tanto por los avances en biotecnología como por consideraciones naturales que nos permiten producir caña durante todo el año, no en forma periódica como sucede en Cuba. Más aún, veía enormes perspectivas favorables por la tendencia mundial de reemplazar el azúcar como alimento nutritivo para usarla como elemento carburante, fenómeno que también es positivo en el caso de la palma africana, con el desarrollo del biodiesel. Se trataría, pues, de un nuevo negocio para azucareros o palmeros o, en definitiva, para la agroindustria, incluso ante la inminente pérdida de la autosuficiencia petrolera en el país.

Reducción del área cultivada.- López Michelsen veía con preocupación que se estuviera reduciendo el área cultivada de productos agrícolas como el algodón, cuya área en 2005 sería menor a la del año anterior, y aun el arroz, lo cual le permitía cuestionar la reactivación del sector agropecuario, de la que tanto hablaban las autoridades oficiales. No obstante, admitía que ese fenómeno, asociado también a la masiva importación de alimentos que padecía el país desde la adopción del modelo de apertura, podía obedecer igualmente al temor de los agricultores frente al futuro TLC con Estados Unidos y a factores climáticos como el fuerte invierno de los últimos meses, causa de cuantiosas pérdidas en regiones como La Mojana.

Estancamiento de la ganadería.- Hace algunos años -recordaba-, en Colombia había tantos habitantes como cabezas de ganado. Así, cuando la población ascendía a veinte millones de personas, el número de reses era igual, o sea que había, para expresarlo en forma gráfica, una res por persona. En 2006, la población superaba los cuarenta millones de habitantes, según las proyecciones del nuevo censo, mientras el número de reses permanecía constante, prueba cabal del deterioro del sector ganadero frente al mercado interno y el potencial exportador. Se presentó, en fin, una reducción significativa en términos relativos, que obligaba en su concepto a tomar cartas en el asunto. O a frenar esa tendencia negativa, mejor dicho.

Un debate ideológico.- En general, López veía con buenos ojos el TLC al menos en el sector agrícola, donde el único renglón que podría ser perdedor, a su modo de ver, era el maíz, de ninguna manera la papa o el arroz, ni siquiera los cereales (la cebada para producir cerveza a importaba al igual que el trigo para producir harina, precisaba). Y observaba en tono crítico que el debate al respecto era más de carácter ideológico, centrado en la teoría, que sobre la realidad, como si ésta de veras se desconociera entre los especialistas. “Así ha ocurrido también con el tema cultural, en el que sin embargo Colombia ha hecho valiosas conquistas. Pero, no veo la posibilidad de una autonomía nacional dentro de la tradición y el contexto colombo-americano”, concluía.

LA ENTREVISTA

¿La firma y puesta en marcha del TLC con Estados Unidos sería bueno, regular o malo para nuestra economía?, fue la primera pregunta al ex presidente Alfonso López Michelsen, ahí, en su residencia, al norte de Bogotá.

“Con TLC o sin TLC -fue su respuesta inmediata, sin pensarlo dos veces-, el proceso de globalización es tal que resulta inevitable alguna fórmula de colaboración con Estados Unidos”. Y agregó, a modo de advertencia: “Peor que el TLC sería el vacío, o sea, que los próximos años nos sorprendan con medio mundo globalizado y nosotros aislados con el mayor comprador e inversionista en nuestro suelo”.

Crédito para el campo

-¿Qué tanto se corre el riesgo de que llevemos las de perder en ese acuerdo?

-No es que llevemos las de perder. Es que todo tratado comercial tiene ventajas para ciertos sectores y afecta desfavorablemente a otros. Pero, a mí me consta que Colombia no está improvisando: se preparó un equipo, con el debido rigor, para competir con los negociadores norteamericanos en pie de igualdad intelectual.

Usted admite que algunos sectores pueden perder. ¿Entre ellos está el agrícola, que es bastante sensible?

-No sólo muy sensible sino muy debilitado por descuido en previsión sobre lo que podría ocurrir. Me explico: la falta de crédito para la agricultura la fue reduciendo a un papel secundario. En India y China, por ejemplo, el factor que determinó un salto importante en el crecimiento del PIB fue haber puesto el crédito al servicio de la agricultura.

-¿Se requiere, entonces, crédito de fomento para el agro?

¡Y en qué forma!

-¿No es suficiente el crédito de Finagro?

Imagen Universidad del Rosario

-No. En la totalidad del crédito oficial y privado, la agricultura no llega a emplear sino entre 5 y 6%. Es ridículo pensar que con esa suma el país pueda competir en el mercado mundial.

-¿Y también se requieren subsidios al agro?

-Depende del tipo de subsidios. El principal sería el fomento de la producción y del consumo.

Los subsidios agrícolas

-¿Y qué decir de los subsidios de Estados Unidos al sector agrícola, con los cuales no podemos competir, entre otras cosas, por problemas de tesorería?

-Ese es el talón de Aquiles del TLC.

-Más aún cuando de todos modos Estados Unidos los va a mantener…

-No cabe duda de que Estados Unidos, incluso por razones que no son estrictamente económicas sino sociales, subsidian el agro para que no desaparezca el sector campesino, indispensable en toda sociedad. Ellos podrían, por ejemplo, prescindir de cultivar algodón en ciertas regiones del norte, pero lo mantienen, con un escandaloso subsidio casi igual a la totalidad del costo del cultivo, porque consideran que la desaparición del campesinado sería una limitación muy grande para la civilización americana.

-¿Se imponen, en último término, criterios de seguridad alimentaria que también deberían ser considerados en Colombia?

-Exacto.

-No obstante, se requiere desmontar esos subsidios, aunque sea en el marco de la Organización Mundial del Comercio -OMC-…

-Claro, aunque también hay muchas diferencias en la producción agrícola, y de la producción en general, entre países capitalistas y comunistas. Veamos el caso del café: en Vietnam, el salario es ínfimo; casi que es sólo para comprar cigarrillos, porque vivienda, educación, salud y transporte corren por cuenta del Estado. En cambio, en el capitalismo la remuneración real, efectiva, a los trabajadores, es mucho más alta.

-¿La OMC debería igualmente intervenir al respecto?

-Así es. Pero el problema es que en países capitalistas, como los europeos y los propios Estados Unidos, hay sectores que protestan porque se quiere acabar con las cosas regaladas, con precios tan baratos que favorecen a los consumidores.

Plan para cerrar la brecha

-Con dicho telón de fondo, tanto por el TLC como por la OMC, ¿cuáles son sus perspectivas del agro? ¿Colombia debe seguir siendo un país agrícola?

-Repito lo que decía sobre Estados Unidos: es una necesidad que haya campesinado en los países para el equilibrio social, cultural, no sólo económico. Un equilibrio, además, frente a la clase urbana de estirpe industrial.

-Para lograr esto, ¿se requiere más apoyo de Estados Unidos a países como Colombia en desarrollo rural?

alfonso lopez
Alfonso López con periodistas

-En efecto, para Estados Unidos es una necesidad no sólo su propia clase rural sino en el territorio de su influencia. Basta ver el caso de la ganadería. Brasil es hoy más poderoso ahí que Estados Unidos, pues se convirtió en el mayor exportador mundial de ganado. Acá también llegará el momento en que necesitemos, como decía antes, más crédito para volvernos exportadores de ganado y de otros productos que demanden grandes extensiones de tierra.

-¿Lo cual sería indispensable, además, para cerrar la brecha que se ha ido ampliando no sólo entre la ciudad y el campo sino entre países ricos y pobres?

-Es cierto. Recuerde que en mi gobierno se llegó casi a cerrar la brecha, a diferencia de lo que vino después.

-¿Hay que insistir en ese plan suyo para cerrar la brecha?

-Claro, porque Colombia está entre los seis países más inequitativos del mundo. Deberá romperse, a cualquier precio, el desajuste entre la concentración del capital y la pobreza colectiva.

-¿Esta política debe ser prioritaria en el próximo gobierno?

-No sólo en el próximo sino en todos los gobiernos.

Perspectivas petroleras

-Pasemos ahora al tema petrolero. En una entrevista anterior, usted anticipó el alza en los precios del crudo, estimando que llegarían a cuarenta dólares el barril, por donde ya pasaron hace rato…

-En la actualidad hay una especie de estabilización entre 50 y 60, lejos de llegar a los cien dólares que algunos vaticinaban.

-¿Y cómo cree que se van a seguir comportando los precios en el futuro?

-La demanda de petróleo, especialmente de China y Estados Unidos, frente a la oferta que se va reduciendo en países como Colombia y del Mar del Norte, mantendrá los precios a niveles relativamente muy altos hasta que el biodiesel, el etanol y aun el hidrógeno reemplacen a los combustibles minerales.

-Por ahora, los precios altos nos favorecen porque seguimos exportando…

-Pero tenemos una gran limitación a la vista aunque los agentes de publicidad de Ecopetrol se nieguen a reconocer que no se ha hecho ningún nuevo descubrimiento (que no es culpa de nadie) durante la administración de Álvaro Uribe. A pesar de haber aumentado la exploración e incluso el número de contratos con firmas extranjeras, no hemos logrado reemplazar lo que vamos gastando de las reservas provenientes de Caño Limón y Cusiana.

-¿En general, la nueva política petrolera, con cambios a los contratos, ha sido acertada?

-De hecho, la suerte desempeña ahí un gran papel. Y aunque se ha logrado mantener el ritmo de producción con el uso de modernas tecnologías para agotar pozos existentes que suban así su producción en 5, 10 y hasta 15%, esto no reemplaza nunca el hallazgo de un yacimiento importante, si bien aplaza por un tiempo el momento en que Colombia tendrá que volver a su condición de importador.

Cambio de contratos

-¿Cuándo perderemos esa condición? ¿Usted sí cree en las fechas señaladas por el Gobierno?

-No creo. En realidad, les toca decirlo, pero ellos mismos se dan cuenta de que hay una serie de predicciones optimistas que no se cumplen, como en Coporo, Melgar y Gibraltar, donde no se dio lo que se esperaba y en cambio se tragó lo que se temía al perderse enorme sumas de dinero de Ecopetrol y las compañías extranjeras.

-No obstante, se han elevado los niveles de exploración, aun por parte de Ecopetrol.

-Si no me equivoco, se calculaba que en los cuatro años de esta administración habría algo más de mil perforaciones, pero se ha estado por debajo de las cincuenta anuales.

-Los contratos petroleros, a su turno, fueron mejorados, según admiten las propias firmas extranjeras.

-No. Pienso que reducir la participación del socio, el cual corre con los riesgos, si resultaba demasiado exitosa la exploración, es un error. ¿Quién viene a invertir capital en un país donde el éxito se condena?

¿Esto habría que cambiarlo?

-Dejarlo como era tradicionalmente.

-¿Ser más generosos con los inversionistas?

-Depende. La generosidad extrema de algunos países obedece a que no tienen petróleo, como es el caso de Uruguay.

-¿Y sí le gustó la reforma que se hizo en Ecopetrol?

-Tengo la impresión de que allí impera un criterio de comerciantes, más que de personas familiarizadas con los hidrocarburos. Hubo, por ejemplo, una pérdida de cien millones de dólares por equivocarse en los riesgos de los seguros, vendiendo petróleo a 32 dólares el barril cuando el mercado estaba por encima de 50.

-¿Usted es, entonces, escéptico sobre dicha reforma, incluida en el plan de modernización del Estado en la actual administración?

-No creo mucho en eso.

-¿Ni cree que dará buenos resultados la política de la Agencia Nacional de Hidrocarburos para promover más la inversión extranjera a través incluso de la modificación de contratos?

-A decir verdad, no veo que haya habido reformas de fondo en la actual política petrolera.

Pérdida de autosuficiencia

-Suele decirse que Colombia es un país inexplorado a nivel petrolero. ¿Nos faltan todavía muchas áreas por explorar?

-Francamente no lo creo. También se dice que es inexplicable que haya petróleo en Ecuador y Venezuela, pero no en Colombia. Es que los límites territoriales, establecidos hace varios siglos, obedecían a factores geográficos o fenómenos naturales (la Serranía del Perijá con Venezuela, por ejemplo) que determinan si hay o no hay petróleo de un lado o del otro. No es como dejar una cerca de alambre mal puesta.

-¿No habría, entonces, tanto petróleo como el que creemos?

-No. Al parecer esos límites naturales, fijados por España en las audiencias y virreinatos sin saber siquiera que había petróleo, no nos favorecieron.

-En esas condiciones, son mayores las perspectivas de no hallar petróleo y tener que importarlo…

-Sí, en cuatro o cinco años.

-En su opinión, ¿la mayor amenaza que afronta la economía colombiana es la futura pérdida de autosuficiencia petrolera?

-Así lo he dicho muchas veces. A menos que, perseverando en las perforaciones, se llegue a algún descubrimiento, hasta ahora no hay resultados positivos. Se creía, por ejemplo, en el piedemonte llanero, pero los estudios demuestran que no es ni remotamente la fuente que esperábamos.

Panorama sombrío

-¿La seguridad democrática sí le ha servido al sector petrolero para atraer más inversión?

-Claro. El principal factor del incremento de la inversión extranjera ha sido la seguridad, en especial lo que se refiere a la protección de los yacimientos y oleoductos.

-¿El balance petrolero es positivo al menos en este sentido?

-Todavía no lo es porque el daño que siguen haciendo los grupos violentos es considerable. No se ha conseguido extirpar el mal. Para decirlo en otros términos, la seguridad democrática no ha dado resultados tan concluyentes como los que se han dado en las carreteras.

-¿Y las perspectivas petroleras no son las mejores?

-No, por desgracia.

-¿Ni siquiera en el largo plazo?

-Tampoco.

-¿En Colombia, el oro negro es más negro que oro?

-Sí (risas).

(*) Ex director del diario “La República” y Magister en Economía de la Universidad Javeriana. Autor del libro “¿Qué hacemos con Colombia? -Los grandes debates económicos con los principales dirigentes del país-” (Editorial Planeta, 2006)