29 de marzo de 2024

La Butaca de Celsus

13 de noviembre de 2020
13 de noviembre de 2020

BORGEN 

Serie de televisión que toma el nombre familiar con la que los daneses se refieren al palacio de los poderes en Copenhague.

Es una cátedra de ciencia política -cada capítulo tiene un aleccionador epígrafe- sobre un sistema parlamentario altamente fragmentado, en el que el más grande de los partidos no recoge un tercio del electorado, que por lo demás, es históricamente participativo, acude el 85% a votar.

En cada uno de los diez capítulos de una temporada, y son, hay un tema crucial. El trato a los inmigrantes, el medio ambiente, el impuesto a los ricos, el control a la industria de los cerdos – los más sanos y llenos de penicilina-, Groenlandia,- sobrevivencia colonial-, culpa por la invibisibilidad danesa en la política exterior.

El libretista es un artista. Adam Price da continuidad a la serie con situaciones de intensa humanidad de sus protagonistas, sin toques del melodrama hollywoodiano; los abusos y de infancia, la enfermedad, la infidelidad, se asumen y resuelven con desapegada frialdad.  Price mantiene el expectante hilo narrativo con relatos paralelos de Brigitte Nyborg: su ascenso como ministra, y el desmoronamiento de su hogar.

Los ciudadanos no conocen los verdaderos rostros de los gobernantes, ni saben de la realidad desnuda, más allá de que dejan filtran el asesor de medios y la prensa. Aquel es la sombra de la primera ministra que fabrica su ego, su súper ego, con el que debe aparecer ante los medios, que dicta cuando y como responder. Pesa más que el ministro de economía. Y, los medios editan el diario acontecer, crean urgencias, desatan crisis.

La política y el periodismo son los dos protagonistas de la serie. Es el anverso y reverso de la misma moneda.

Dinamarca es un país gris, sin flores, ni colores, según sentencia familiar. Es el reino de la sobriedad, si se habla de palacios es una metáfora; la reina se menciona, no se representa;

todo es austero hasta para incurrir en actos de corrupción. Una acusación, que tumba a los liberales y por la que asumen los moderados, en este trópico sería tan solo un despiste.

En todas las vicisitudes emerge una de fondo: ¿puede una persona correcta seguir siendo fiel a su formación ética para alcanzar y conservar el poder? ¿Se puede renunciar a jugar sucio cuando se trata de destruir al opositor?