28 de marzo de 2024

Jorge Emilio Sierra “Colombia debe ser un país de incluidos, no de excluidos”: Belisario Betancur

22 de noviembre de 2020
22 de noviembre de 2020

 



En una amplia entrevista, incluida en mi libro ¿Qué hacemos por Colombia?, publicado por Editorial Planeta en 2006, el ex presidente Belisario Betancur (1923 – 2018) no habló de política o, al menos, de política electoral, e incluso eludió los temas económicos de coyuntura. Prefirió hablar, en cambio, de los temas sociales y, en particular, de la Responsabilidad Social Empresarial.

¿Por qué?, le interrogamos. “Porque estoy convencido -dijo- de que la armonía social es una meta alcanzable para buscar la utopía de ser iguales todos los seres humanos y acortar distancias entre los de arriba y los de abajo, creando oportunidades, haciendo un montón de incluidos y no de excluidos”.

¿Cómo consideraba, en tal sentido, las propuestas de los sectores neoliberales respecto a dejar todo en la economía, aun la solución de problemas sociales, en manos del mercado? “Estaría de acuerdo con esa tesis -respondió con ironía- si la mano oculta de que hablaba Adam Smith existiera realmente…”.

INTRODUCCIÓN

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA: Como es sabido, Belisario Betancur era un ferviente católico, muy cercano a las máximas autoridades eclesiásticas y defensor, por tanto, de la Doctrina Social de la Iglesia, en la cual hallaba respuestas adecuadas para resolver los problemas sociales, incluso los que se dan en la globalización.

“La iglesia católica -recordaba- ha hecho un gran aporte al desarrollo de la dimensión espiritual y moral de los pueblos, a la educación, la salud, la reconciliación y el establecimiento de rigurosos códigos de ética. Se ha opuesto, además, a todas las formas de violencia, opresión y corrupción, por lo cual goza de alta credibilidad”.

Y claro, destacaba el papel fundamental que la iglesia jugó en el colapso del comunismo soviético o el hecho de que la religión haya sido protagonista en todas las épocas y sociedades.

“Aprender a vivir en armonía y paz entre nosotros y la naturaleza no es sólo un sueño; es una necesidad”, citaba al Dalai Lama cuando recibió el Premio Nobel de Paz en 1980.

INTEGRAR A LOS MÁS POBRES: En definitiva, Betancur reclamaba la dimensión social en el proceso de globalización, según lo planteó el papa Juan Pablo II al instalar la sesión de la Academia Pontificia en abril de 2002, cuando solicitó a la comunidad internacional garantizar que la globalización integrara a los pobres en el proceso productivo.

“El papa Benedicto XVI también ha insistido en esa actitud y lo ha hecho con coraje”, observaba mientras defendía la vigencia del sueño de Simón Bolívar cuando convocó el Congreso Anfictiónico de toda América Latina, reunido en Panamá.

El Libertador buscaba la integración”, sentenciaba. Y concluía, dentro del más auténtico espíritu bolivariano: “Su sueño sigue siendo válido”.

No se oponía, pues, a la globalización, a la integración de los pueblos, pero reclamaba que los pobres no fueran excluidos sino que también se beneficiaran de dicho proceso.

¿TESIS POPULISTAS, OBSOLETAS?: A quienes calificaban tales propuestas de populistas, ¿qué les decía? “No rebajemos las reflexiones a calificaciones personales”, respondía al tiempo que citaba el método de humanización de nuestra capacidad de comprender el cambio de cada día, expuesto por Juan Pablo II en la encíclica Centésimus Annus.

“Los signos de los tiempos -explicaba- son elementales, pero resultan difíciles de comprender cuando la vida en sociedad se deshumaniza y pierden fuerza las potencialidades implícitas en la interacción participativa”, explicaba.

“Es preciso acercarse con humildad a los humildes”, agregaba. Y ante quienes aducían que sus tesis eran obsoletas, pasadas de moda, recordaba la respuesta de León Bloy a algunas críticas del periódico La Figaro: “No hay nada más viejo que un periódico de la víspera… Cuando quiero leer noticias frescas, leo a san Pablo”.

AL OÍDO DE LOS EMPRESARIOS: Para Betancur, los empresarios deben ser audaces, pero también prudentes, precisando que el hombre prudente es aquel que tiene memoria del pasado, conciencia del presente e inteligencia del futuro.

“Creo que necesitamos en forma indiscutible dirigentes de estas características para enfrentar los nuevos retos”, afirmaba. Y si bien reconocía que en los tiempos actuales el empresario representa el nivel más alto de la escala social, anotaba que no siempre fue así.

“Para los griegos, el héroe de la ciudad era el líder; en el Medioevo, el santo, y en el siglo XVIII, el sabio”.

Observaba, por último, que en la filosofía clásica el ser humano se caracteriza, en particular, por dos factores: el dominio de sí mismo y el afán de trascendencia.

“Un sentido ético de la existencia constituye un potenciador de esas dos notas o atributos del ser que reconocemos como líder”, decía al oído de los empresarios.

Cristian Mejía, Ruth de-Botero, Rodrigo Marín,Alfonso Hoyos, Octavio Jaramillo, Belisario-Betancur, Augusto-León-Restrepo, AnacCecilia-Quiroz, José Restrepo-y Jesús Jiménez..

LA ENTREVISTA

Dos  temas abordó el ex presidente Belisario Betancur en la siguiente entrevista, una de las pocas que concedió en sus últimos años: la Responsabilidad Social Empresarial -RSE- y los retos de la globalización.

Sobre el primero, defendió la intervención del Estado, con apoyo del sector privado, a favor de los sectores más débiles de la población, lejos de dejarlos a la deriva, en manos del libre mercado.

Y sobre el segundo, descartó que la economía mundial tienda a quedar a merced de compañías multinacionales “mientras los gobiernos -aclaró- sean capaces de mantenerlas dentro de los límites de sus legislaciones”.

Responsabilidad Social Empresarial

J.E.S.: Es obvio que la responsabilidad social no es solo del Estado sino de los particulares. ¿Debe serlo, en verdad?

B.B.:-Sin duda tales acciones son resultado de exigencias éticas planteadas por las necesidades de la sociedad en su conjunto y, en particular, por los más desprotegidos. Es así como se crea el equilibrio en la trama del tejido social. La responsabilidad compete a todos, pero principalmente al Estado y a los empresarios.

¿Que los empresarios sean responsables de qué?

-En ellos son fundamentales la visión, la audacia, la capacidad de identificar oportunidades, la prudencia y muy especialmente la responsabilidad y la eficacia. Pero tampoco se pueden sustraer a su responsabilidad social de aportar grandes orientaciones, fomentar la educación, fortalecer la inversión y la investigación, por ejemplo para reforzar la calidad de sus productos, así como su preocupación por la inserción de Colombia en una economía globalizada.

¿Qué tan necesario es el buen manejo de la economía para que puedan asumir esa responsabilidad social?

-Hay que tener presente el apotegma elemental de que sin crecimiento económico no hay margen para adelantar políticas sociales que lleven bienestar a la comunidad. En ello tienen razón los empresarios… Una tasa de crecimiento elevada es la clave para romper las barreras del subdesarrollo. Cuanto más grande sea la torta, mayor es la tajada en el reparto.

Como el individualismo suele imponerse entre los empresarios, ¿cómo hacer para que contribuyan más a resolver los problemas sociales?

-En esto mi posición es muy clara. Los empresarios y los dirigentes deben ser responsables socialmente, pero lo anterior no quiere decir que se les desmotive y se les persiga. Por ejemplo, los impuestos a las grandes fortunas hacen que los empresarios coloquen sus capitales en el extranjero. Sería una curiosa paradoja que mientras, por una parte, los invita a crear puestos de trabajo, emprender proyectos de construcción y democratizar la propiedad accionaria, les vaya a crear, por otra parte, impuestos sobre sus activos productivos. Los impuestos no deben golpear en exceso la producción ni los patrimonios de quienes se empeñan, en forma real, en hacer patria.  

Balance social y corrupción

A su modo de ver, ¿cuál debería ser la mayor preocupación social de nuestros empresarios?

-Resulta fundamental preocuparse más por superar la desigualdad social y el empleo de mala calidad que se está observando en toda América Latina, de la mano del Estado que le debe brindar una seguridad normativa y física al inversionista.

De hecho, lo que más interesa a los empresarios es obtener utilidades en sus compañías, fuente del crecimiento económico y la generación de empleo. ¿Es censurable este afán de lucro?

-Ese tipo de empresario pertenece al pasado y es cada vez más escaso.

¿El balance social de las empresas es tanto o más importante que sus estados financieros de pérdidas y ganancias?

-Es bien sabido que las empresas exitosas no son solamente las que muestran mayores ganancias sino aquellas que destacan su liderazgo mediante la relevancia de lo social. El balance social es el instrumento a través del cual las empresas divulgan su rendimiento ambiental, social y económico. La rendición de cuentas sobre la gestión empresarial crea los cimientos de una política integral de responsabilidad social de la empresa.

-Las cifras demuestran que la corrupción en el sector privado es alta, aunque no tanto como en el sector público. ¿Se han perdido, en fin, los auténticos valores éticos, morales, en las empresas?

-No es que se hayan perdido los valores morales en las empresas o en algunas empresas. Es que el marchitamiento de los valores de la honestidad ha invadido todos los ámbitos. Por lo mismo, los gobiernos deben insistir en que sus funcionarios y los empresarios actúen con transparencia y honestidad. La garantía de limpieza en el manejo de la administración pública es factor clave de su eficiencia. El monto tremendo de la corrupción es un disolvente de la gobernabilidad.

La moral, regla de oro

Pero, ¿ser honesto sí es rentable?

-La moral es regla de oro en los comportamientos de todo ser humano, por sí misma y porque es garantía de los unos frente a los otros. Este acatamiento a la norma moral trae beneficios a la administración del Estado. Yo diría que es el elemento catalizador de la gobernabilidad. Pero, aún más, la moral estimula la productividad y, por consiguiente, los márgenes positivos del balance social.

-Por fortuna, los escándalos corporativos en el mundo han llevado a la necesidad de adoptar prácticas de buen gobierno, exigidas incluso por inversionistas internacionales…

-El espectáculo de corrupción dado por grandes empresas en varios países del mundo ha llevado a los directivos empresariales al máximo rigor sancionatorio y a los gobiernos a crear mallas administrativas de vigilancia. La enfermedad se ha dado en los países ricos y en los países pobres. Es un mal colectivo. Los remedios tienen que ser drásticos e implacables. Deben ser ejemplarizantes.

Aprovechar la globalización

Usted ha sido bastante crítico de la globalización, sobre todo desde el punto de vista social. ¿Por qué? 

Partamos de la base de que la globalización es un fenómeno irreversible, que viene de atrás en el curso del tiempo. Como irreversible que es, se trata de hacerle frente en forma analítica, prudente, “para cosechar los beneficios de la globalización, mitigando al mismo tiempo sus peligros”, como dijo de manera acertada, en reciente seminario en Bogotá, la profesora norteamericana Ann Mary Glendon, ex decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard y ahora presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales del Vaticano.

-Precisamente el avance de la globalización en el mundo parece sugerir que ahora sí se desató el capitalismo salvaje, cuestionado de tiempo atrás por la Doctrina Social de la Iglesia…

-Repitamos que el fenómeno de la globalización es irreversible. Pero, digamos también que tal hecho hunde sus raíces en principios fundamentales señalados desde atrás por la Doctrina Social de la Iglesia, a saber: la destinación universal de los bienes materiales; la mutua pertenencia y constitución de los seres humanos y la realidad de un único género humano, de una única familia humana. Este bello análisis está en la introducción a la ponencia del jesuita Gerardo Remolina, rector de la Universidad Católica, en el seminario antes aludido sobre “Globalización con responsabilidad social: la visión de la Iglesia”. De tal enfoque se deduce algo evidente: que la globalización per se no es buena ni mala; solo hay que saberla aprovechar.

Aspectos positivos y negativos

-¿En general, la globalización está llevando a que los países más ricos sean más ricos y a que los países más pobres sean más pobres, ampliándose así la brecha entre unos y otros?

-Bueno, hay efectos negativos pero los hay también positivos. Stiglitz, Premio Nobel de Economía, ha desglosado las bondades y las miserias de la globalización como realidad ineludible del mundo contemporáneo, el cual ya está interrelacionado, está conectado, gústenos o no nos guste. Es inescapable y las grandes potencias y los organismos multilaterales tienen la responsabilidad de evitar una hecatombe que destruya a los países débiles. Pero, también los gobiernos y los empresarios deben prepararse para enfrentar los grandes retos nuevos. Por eso el ahínco que pone la Doctrina Social de la Iglesia en señalar los riesgos y apuntar los correctivos.

-Sin embargo, los defensores de la globalización atribuyen los problemas sociales de nuestros países a otros factores, como las malas políticas macroeconómicas…

-Repito: hay aspectos negativos pero también la globalización genera beneficios para los países en desarrollo. En el caso de India y China, por ejemplo, más de trescientos millones de personas han logrado salir de la pobreza en los últimos quince años por su exitosa inserción en la economía mundial. No obstante, se requieren ajustes en el sistema económico y financiero para maximizar los beneficios y reducir los costos de este proceso, que es la transformación más importante en la actualidad.

Los problemas de América Latina

-En su concepto, ¿la globalización no permitirá resolver los problemas sociales de América Latina, como la pobreza y la desigualdad, sino que por el contrario tiende a acentuarlos?

-La globalización daña, pero puede servir a América Latina. Entre las acciones para desarrollar, es fundamental abrir el mercado de los países de altos ingresos a los productos de nuestros países, aumentar los flujos de ayuda externa, incrementar la inversión en capital humano y establecer un sistema financiero internacional más estable.

-¿Es necesario, además, reducir la pobreza en cumplimiento de las Metas del Milenio trazadas por la Organización de Naciones Unidas?

-En América Latina el crecimiento económico se ha venido acelerando y la educación primaria es casi universal. Sin embargo, el crecimiento está todavía por debajo del potencial de otros países y ha estado sometido a un alto grado de volatilidad.

-¿En Colombia, cómo estamos al respecto?

-Aquí necesitamos crecer en forma sostenida a una tasa superior al seis por ciento anual, según lo identificó la Misión de Empleo del profesor Chenery en 1984. Este nivel de crecimiento es fundamental para reducir el desempleo y los índices de pobreza. Hemos recuperado, es cierto, el dinamismo del avance, pero aún estamos rezagados.

-Usted insiste en que haya globalización con equidad, con justicia social. ¿Por ende, los acuerdos comerciales deben ser justos? ¿Debe serlo el TLC con Estados Unidos?

-Me remito de nuevo al pensamiento del padre Remolina, en cuya ponencia dijo que es preciso ayudar a nuestra sociedad a tomar conciencia del sentido profundo de la globalización tanto desde el punto de vista filosófico como ético. Así entenderemos mejor que los problemas políticos, económicos, sociales, ecológicos y culturales no pueden ser enfrentados individualmente sino de manera global y por empresarios creativos.

Visión del futuro

-Por último, ¿cómo ve usted el futuro de América Latina en el marco de la globalización?

-Veo a América Latina con optimismo razonable, marchando impetuosa hacia la conquista de su destino, con nuevos liderazgos que espero se apliquen con pragmatismo -el realismo aristotélico- a la búsqueda de respuestas idóneas, decantadas las explicables efervescencias coyunturales. Pienso, hoy y siempre, que los bloques de integración son parte de esa respuesta.

-¿Y cómo ve el futuro de Colombia?

-Soy un irreductible en mi fe en Colombia y en sus jóvenes dirigentes políticos, empresariales, académicos.

-¿Usted es partidario de la mayor apertura en las empresas, de la democratización accionaria, acaso con la participación de los trabajadores, dentro de una economía social de mercado?

-Siempre fui partidario de la participación accionaria de los trabajadores, regulada por la ley. Casos como el Grupo Carvajal demuestran su eficacia a partir de la madurez y armonía en las relaciones obrero-patronales. El caso de Indupalma es admirable y ejemplar. Y se trata de empresas altamente competitivas y rentables.

-En síntesis, ¿Colombia debe ir más allá de la democracia política hacia una auténtica democracia económica y social?

-En un país de tantas desigualdades sociales como Colombia, será poco todo lo que se haga por convertirlo en país de incluidos en vez de país de excluidos. Es decir, cuanto se haga por acercar los extremos irá en la dirección de hacer un país moderno, que sea una auténtica democracia política, económica y social.

-¿Por dónde habría que empezar?

-La base está en la educación, desde el hogar hasta más allá de la universidad, es decir, a la especialización tecnológica.

(*) Ex director del diario “La República” y Magister en Economía de la Universidad Javeriana