28 de marzo de 2024

Elemental reflexión

30 de septiembre de 2020
Por Augusto León Restrepo
Por Augusto León Restrepo
30 de septiembre de 2020

Un día sí y otro también, durante el proceso de los acuerdos de La Habana, escribimos a favor de lo que allí se definía. Nos sedujo su itinerario, que empezó por las conversaciones secretas, hasta la firma del cese bilateral del fuego entre el Estado colombiano y el ejército irregular de las Farc, la entrega de sus armas y la rúbrica de las más de trescientas páginas que ponían fin a la guerra de más de cincuenta años, en que se perdieron con inutilidad que clama al cielo, miles y miles de vidas de colombianos.

Cada vez que se alcanzaba un logro, batíamos palmas. Y cuando se caminaba en el filo de la navaja y las partes sugerían el rompimiento de las deliberaciones, entrábamos en sombría desesperanza porque no veíamos futuro para un país con tantas ventajas para consolidarse como una nación que podía salir de su subdesarrollo, por el empuje de sus moradores y las riquezas con que nos había favorecido la naturaleza. Y veinte y más razones que todos conocemos.

Algo parecido, pero no con la misma intensidad, tengo que confesarlo, me sucedió con los puentes que se tendieron en todos los gobiernos anteriores al de Juan Manuel Santos, para aproximar a las mesas de conversación a los actores del desastre. Aquello de que es mejor echar lengua que echar bala, que se le atribuye a Belisario Betancur, me ha seducido desde que lo oí en ocasiones mil. Y lo sigo creyendo. Porque es la única manera de que, en un cara a cara, miremos al futuro y enterremos al pasado. Por eso, no tengo el menor empacho, así me caigan truenos y centellas, en pedir diálogos inmediatos con los sectores que ostentan armas ilegales e incursionan con ferocidad en campos y ciudades, para que pongan las cartas sobre la mesa. Me refiero en específico, a los integrantes del ELN, que combinan su lucha extendiendo la mano, pero asesinando a soldados y civiles. En medio de la guerra, hay que sentarse a buscar una salida. La reanudación de los diálogos con ellos y el cese al fuego es imperioso, para evitar más víctimas inocentes.

Como también, hay que exigirle al Estado, al gobierno de Iván Duque Márquez, que actúe sin contemplaciones contra los remanentes de las Farc. Que, con cinismo agresivo, lanzan globos terroristas para que caigan en medio de la sociedad colombiana, con amenazas de inundar las calles de las ciudades de actos vandálicos con ropaje político. Márquez, Santrich, El Paisa y demás facinerosos, son bandidos y embozados asesinos, iguales a los de las bandas de narcotraficantes, aliados con los carteles más tenebrosos de la mafia internacional.

Esos orates, disidentes de las antiguas Farc, con su lenguaje obsoleto y guerrerista, no pueden irrumpir con éxito contra el inerme pueblo, ni mucho menos encontrar eco para sus consignas insurrectas. Son alucinantes enemigos, contra quienes las fuerzas armadas legítimas han de volcarse, sin contemplaciones ni ribetes de impotencia, fuerzas a las que el apoyo de la población civil sea manifiesto, y cerrar filas contra las invitaciones a la subversión y a la utilización de las armas como solución a los asuntos políticos de la nación, por crispados y alterados que se encuentren.