28 de marzo de 2024

'A LOS CUATRO VIENTOS'/Claudia Calderón Sáenz Aventuras de Mariposaurios Viajeros

30 de junio de 2020
30 de junio de 2020
A partir de hoy y durante los martes venideros encontrarán nuestros lectores de Eje 21, una serie de Crónicas de Claudia Calderón Sáenz, en las que narra sus experiencias sobre un viaje que realizó a Venezuela a principios del presente año de 2020. Consideramos de mucha actualidad sus observaciones sobre la real situación del vecino país, por lo que recomendamos su lectura. Claudia Calderón Sáenz, es Música de profesión, pianista y compositora, investigadora de músicas étnicas y pedagogía integral. L. D.

 

Claudia Calderón Sáenz

En tiempos del Solsticio volvimos a recordar los tiempos viajeros, quasi nómadas, donde recorríamos carreteras nuevas a grandes bocanadas, cruzando ríos y valles, devorando caminos, anhelando llegadas, encuentros y por fin quietud soñolienta…

¿Entre esos recorridos, comparto y comento algunas anécdotas a veces memorables? Me sigo preguntando por qué la vanidad de compartir historias, pero sobretodo lo grato de leer a otros y aprender de nosotros mismos como autodidactas de la vida, la vida hecha carretera, camino, barco, naufragio, puerto sitiado, relámpago alegre…

(Usaré algunas palabras en italiano a la manera cómo se aplica en música)

CRÓNICA:

I Partida • Arauca

Pocas catástrofes pudieran tocarnos tan hondo y dejarnos tan perplejos y abatidos como el indetenible abismo de la crisis venezolana. Militarismo feroz, terrorismo y delincuencia organizada desde el Estado, grupos armados policiales o militares, vestidos de diferentes colores y de civil, agresividad arbitraria e incondicional. Idolatría y obediencia ciega a un sueño amado y perdido, herida abierta en las venas de América Latina, violencia del mestizaje, fantasma pervertido y devastado convertido ahora en autoritarismo aplastante. Terror, pánico, ignorancia y brutalidad es lo que hemos vivido y palpado en esta breve visita al país vecino. Cree uno que el peligro pueda estar en la delincuencia común, y se encuentra uno con que la peor violencia proviene directamente del Estado.

“Antes aquí había poetas, ahora todos estamos padeciendo…” fue la nostálgica frase del único funcionario amable y hasta jocoso que nos despidió al salir de Venezuela el 13 de Marzo de 2020, luego de preguntar a mi compañero de viaje del Kurdistán (…me llamo Azad y llegué hasta Bogotá, y Caracas, París, Estambul y aquí estoy…) su profesión y al escuchar que era profesor de lengua y poesía turca.

No es posible imaginar desde afuera lo que puede sentirse adentro de Venezuela: Lo que padece y vive el pueblo raso, la gente sencilla de pueblo y veredas, de campo y de ciudad, choferes y artesanos, obreros, señoras mayores y mujeres jóvenes, niños trabajando… Venezuela, paraíso perdido, esperanza dormida…

Lo primero que nos sorprendió entrando por la frontera terrestre el 24 de Febrero de 2020, luego de cruzar a pie el puente internacional José Antonio Páez sobre el Arauca vibrador (cerrado para automotores por el gobierno venezolano desde hace ya tiempos indelebles…) es el culto y ferocidad del militarismo.
“Aquí no se habla mal de Chávez”, ostenta el primer letrero de las autoridades junto a una actitud hostil, desdeñosa y prepotente con aires de importancia.

Luego de una breve negociación, abordamos un taxi que nos llevó a Guasdualito. El conductor, de origen colombiano, nos contó su historia de familia dividida en la frontera. Se observan abandono y desolación, antejardines tristes llenos de basura, paredes borrosas y en ruinas, potreros lánguidos recién quemados por el verano, vendedores errantes y familias enteras con sus enseres encima.

I Patio Primo • Guasdualito

Guasdualito es apacible y callado, de casas bajas, con gente serena y de fácil comunicación. Visitamos una pareja de amigos muy jóvenes que están tratando de crear y consolidar una Academia de Música, con fuerza e inspiración, entre apagones, escasez de agua, halos fugaces de internet, con voluntad generosa y firme, apoyando y motivando niños y jóvenes en procesos de aprendizaje.
Con espíritu solidario colectivo y esa capacidad natural de integrarse en equipo propia de los venezolanos brota instantáneamente un cuatro, entre humor y juego se habla seriamente de música, de complejidades de la cotidianidad, de grandes ideales y hermosos sueños, con generosidad, con grandeza.

Evocando la ocasión en que estuvimos en 2014 en esa ciudad con la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil ‘Antonio Ricaurte’ de Villa de Leyva para un encuentro binacional, invitados por el Embajador Luis Eladio Pérez Bonilla, reencontramos algunos de los músicos de la Orquesta Juvenil de Guasdualito, jóvenes violinistas talentosos y luchadores, pero con la orquesta ahora detenida y desarticulada, algunos de ellos sin instrumento propio.

Por la tarde estuvimos en el río. Salimos por las estribaciones del pueblo, atravesando ventorrillos de gaseosa, cerveza, chucherías, en una especie de feria popular, entre barriales y músicas ruidosas, hasta llegar a la orilla fangosa de arenas oscuras del río (…Les voy a hacer una historia / Hacer una historia / De la inmensidad del llano,/ Para / dejarle un recuerdo / Ay un recuerdo! / A toditos mis paisanos. / /  Compadre, usted que es mi amigo / Que es mi amigo / Présteme la mula zaina, /A ver si puedo pasear / Todo el Apure en un viaje…)__como dice la bellísima canción de Genaro Prieto), un río llanero lento de aguas oscuras y silenciosas. Se veían algunas barcazas semiabandonadas, llenas de patillas y cáscaras, olor a pescado, huían garzas en bandadas y nos comentaron que en la orilla del frente están ubicados algunos campamentos de la guerrilla colombiana que ejercen custodia… Nos bañamos y nos refrescamos y luego regresamos por otro camino más boscoso con una vista majestuosa sobre el río, pero con rincones de basura y meandros malolientes.

En la noche los amigos nos llevaron donde un vecino suyo que prepara y vende licores con frutas tropicales, estuvimos degustando cocteles de guanábana, coco, maracuyá, fresa… Nos recibieron con la frescura, desenvoltura y gracia propia de los venezolanos, comentando las precariedades de la situación actual. . .

Fuimos a un hotelillo, desde donde al alba de la mañana siguiente, huimos en un taxi que nunca llegaba hacia el área del terminal, para abordar el bus a Barinas…,con nostalgia de acercarnos a la Costa, con el repique del Quitiplás siempre vivo en la memoria, y con aires de torbellino, sin imaginarnos lo que nos esperaba. . .