28 de marzo de 2024

Pensamientos en patineta.

17 de mayo de 2020
Por Omar Reina
Por Omar Reina
17 de mayo de 2020

Hace algún tiempo conocí los vehículos eléctricos personales; una especie de patinetas con ruedas grandes, que avanzan a 18 kilómetros por hora, soportan hasta 130 kilos de peso y sus baterías se cargan conectándolos a la energía como a un teléfono celular. Sin mayor información sobre el invento, me compré uno y desde entonces, cada vez que puedo, me transporto en el aparato, hago recorridos cortos, desafiando las increíbles pendientes de las laderas de estos pueblos cafeteros y por supuesto al clima.

No soy precisamente un ambientalista, mucho menos he entrado en la onda de los amantes activos del ciclismo y solo hasta hace poco tiempo le he tomado gusto a caminar; más bien soy fanático de los carros, mientras más grande y ruidoso el motor mejor. Mi familia llena de conductores de transporte público, comerciantes de vehículos y aficionados, no me dejaron mucha alternativa respecto a la elección de mis pasatiempos. Solamente cuando tuve que cambiar de posición en una vía, pasando del automóvil a la patineta, entendí que nuestra infraestructura está diseñada para los conductores y que los demás actores de la calle, ciclistas, peatones, usuarios de buses y ciudadanos con movilidad reducida, sortean cientos de obstáculos para moverse entre carreteras y aceras, poniendo en cada esquina su vida en peligro.

Estar montado sobre dos ruedas, aferrado a la protección que brinda un pequeño casco, esquivando tapas de alcantarilla, que en Manizales se ubican en el carril para bicicletas; sentir el acecho humeante de las busetas peleándose los pasajeros y evitar una trágica caída cada vez que una moto te rodea para meterse entre los carros; ha de ser el único deporte extremo que he practicado en mi vida. No pude evitar preguntarme, si al creador de un artefacto tan ingenioso y práctico, se le había olvidado el tipo de ciudades y la infraestructura que tenemos en la mayoría del mundo.

Un día, el inventor Dean Kamen vio a un joven en una silla de ruedas tratando de subir una acera y se dio cuenta de que el problema no estaba en la silla de ruedas en sí, sino que la cuestión era que el mundo estaba construido para las personas que podían mantener el equilibrio. Así pues, él se ideó un dispositivo de movilidad autoequilibrado que permite que los usuarios suban escaleras y circulen por superficies irregulares. A partir de este primer paso, la siguiente idea que surgió fue sobre las enormes posibilidades que una máquina autoequilibrada podía ofrecer también a las personas con movilidad total. Es decir un medio de transporte barato y eficiente, de uso individual y mucho menos peligroso que las motocicletas. Es más, su tecnología puede aplicarse para construir tranvías eléctricos que reemplacen a los buses chimenea en las avenidas de ciudades como la nuestra.

Pero aquí no está todo lo sorprendente, resulta que el inventor de mi juguete, es uno de los hombres más brillantes de nuestra época. Su visión de las nuevas ciudades, sus sistemas de movilidad, sus métodos educativos y el uso eficiente de sus recursos naturales, son solo algunas de sus cosmovisiones que deberían tenerse en cuenta, de cara a la sociedad del futuro; aquella que enfrentará nuevos problemas, para los que no estamos preparados, como ahora.

En una entrevista que le realizó en el año 2017, el Tecnológico de Monterrey (México), a la pregunta: ¿hacia donde debería enfocarse el sistema educativo de las ciudades? respondió:    – Imagina que les dices a los niños «vamos a jugar futbol mañana”, al llegar al día siguiente no hay una cancha, tampoco hay una pelota, en lugar de eso, solo hay un libro de 50 páginas llamado “La Historia del Fútbol”, y un examen para ver si se saben las reglas. Si nunca has jugado, si nunca has pateado una pelota, es difícil que a alguien le guste el fútbol. ¿No es así como enseñamos las clases de ciencias?, aprendemos una fórmula y luego otra fórmula, luego aplicamos un examen sobre esta fórmula y luego un examen sobre aquella fórmula. Por eso, cuando dicen que enseñan ciencia en las escuelas, en esas clases no están realmente enseñando ciencia, sino la historia de la ciencia. Pero si les dices a los alumnos “vamos a construir un robot”; para construir un robot los alumnos tienen que conectar esto con aquello, y necesitan aprender sobre voltaje y corriente, necesitan entender sobre cómo medir cosas, cómo cortar piezas y ensamblarlas -.

Hoy tenemos un montón de profesionales, especialistas y magísteres en una inmensa variedad de profesiones; donde me incluyo. Estamos encerrados en casa porque resulta que el mundo de lo básico, de la supervivencia, no nos necesita, le sobramos. Hoy solo tienen importancia aquellos cuya formación y experiencia resulta indispensable para que todos podamos comer, comunicarnos, curarnos y sentirnos seguros. Hay genios que nos vienen diciendo hacia donde se debe mover el mundo y como debemos educarnos para el mañana. Por ahora seguirán saliendo a trabajar y a exponerse, los más vulnerables, los de siempre, esos que tanto necesitamos; ellos volverán a sus casas cansados, sin conseguir transporte en ninguna buseta, agradeciendo por el trabajo, aunque mal pago; seguirán poniendo el pecho, caminando bajo la lluvia y sin patineta.