29 de marzo de 2024

¿Qué está pasando hoy…y mañana?

Cuarenta años de experiencia profesional en programas de desarrollo gerencial y humano, para organizaciones públicas y privadas. Especializado en Coaching Trascendente. Profesor universitario UIS, U. de Manizales, Santo Tomás, Nacional.
Conferencista nacional e internacional en temas de Desarrollo Organizacional y Transformacion Cultural.
30 de marzo de 2020
Por Germán Montes Ríos
Por Germán Montes Ríos
Cuarenta años de experiencia profesional en programas de desarrollo gerencial y humano, para organizaciones públicas y privadas. Especializado en Coaching Trascendente. Profesor universitario UIS, U. de Manizales, Santo Tomás, Nacional.
Conferencista nacional e internacional en temas de Desarrollo Organizacional y Transformacion Cultural.
30 de marzo de 2020

Es indudable que asistimos a un vertiginoso y asombroso desarrollo tecnológico: lo que hace 20 años era ciencia ficción, hoy es la realidad.  Ejemplo de esto es la tecnología que vigila la conducta humana. Se puede decir abiertamente, a manera de hipótesis, que este asunto global que estamos viviendo bien podría ser una prueba piloto de un experimento social a gran escala.

La paradoja es que, a mayor desarrollo, mayor fragilidad de la especie humana.   ¿Cómo se puede explicar que tantos avances no sean suficientes para evitar una crisis como la que estamos viviendo?  No estamos preparados para reaccionar en forma inmediata y con éxito ante un trance como el causado por el llamado coronavirus. Cada día aumenta la incertidumbre, especialmente en lo que se denomina la ingeniería genética, todo un mundo insospechado para la imaginación del hombre del común.

Todo el desarrollo científico y tecnológico está acompañado por el pensamiento concreto, que es fundamentalmente cuantitativo, objetivo, explicativo y racional. Por eso podemos hablar con cierta propiedad y certeza de bits, inputs, matrices, producto interno bruto, estructura de un virus, desarrollo, crecimiento.  Pero cuando hablamos de confianza, amor, perseverancia, lo trascendente, lo sublime, la esencia del SER, estructura axiológica, estamos en el terreno del pensamiento abstracto, fundamentalmente cualitativo, del cual la ciencia se aparta considerablemente, pues estos aspectos son más debatibles.

Y es que el hecho de no considerar relevante el pensamiento abstracto en la conducta humana, agudiza las crisis porque se da lugar a manifestaciones escatológicas que generan miedo y pánico, con pensamientos absurdos de fatalidad y punto final, casi siempre alineados con creencias apocalípticas.  Un ejemplo de esto es el del famoso médico milanés que, en el S. XIV, en la plenitud de la pandemia por peste negra, en Europa, al ver un vapor que salía de una zanja declaró a los cuatro vientos que había visto salir de allí gases del infierno.

Esto explica el sinnúmero de opiniones que escuchamos a nuestro alrededor, insensatas unas, especulativas otras, que sin tener ningún asidero en lo real angustian y aterrorizan a la gente.

Pese al avance del conocimiento y la tecnología, el ser humano sigue debatiéndose en la incertidumbre existencial de sentirse vulnerable a todo: naturaleza, salud, economía, trabajo, familia, etc.  No tiene cabal consciencia de que las grandes amenazas ya no están fuera de él, sino en su interior, y que es allí donde se anida el miedo paralizante, la inseguridad y el negativismo.  La gran amenaza es el hombre mismo, pues no da espacio a que emerja lo trascendente, lo sublime, lo divino.  Se ha separado de Dios y desconoce casi en su totalidad la esencia de la vida.

Escuchemos esta corta historia:

Una vez un joven rey recibió de un anciano sabio un anillo con un mensaje grabado en su interior.

Aunque era un regalo, el rey debía leerlo solamente cuando estuviera afrontando una difícil situación.

La oportunidad no tardó en llegar: el reino fue invadido y el rey tuvo que escapar con su ejército cuando se sintió superado.

En la huida, recordó el mensaje del anillo.  Se detuvo y leyó las siguientes palabras: “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”.

Lleno de valor, reagrupó a sus soldados, enfrentó una dura batalla y entró triunfante a sus dominios.

En medio del alborozo por el triunfo, el anciano le pidió al rey que leyera el mensaje del anillo.

Sorprendido, el rey le respondió que este era un momento para celebrar, pero ante la insistencia del anciano, el rey volvió a leer: “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”.

¿Qué ocurrirá mañana? No lo sabemos. No podemos sufrir por lo que no ha ocurrido.  Tenemos que vivir el momento.  Nuestro mayor miedo es hacia lo que ‘va a pasar’, que probablemente no ocurrirá. Desconocemos, o no alcanzamos a entender, que la existencia es un eterno presente que se nos escapa mientras pensamos en un futuro incierto.  Nosotros, los humanos, como muchos seres vivos, somos heliotrópicos, es decir, nos movemos hacia la luz, esa luz que siempre nos abrazará y nos protegerá.  Y esto no es una creencia, es un hecho científico.

Hay que desestimar los momentos difíciles para no llenarnos de incertidumbre, pero debemos cuestionarlos en su totalidad porque siempre conllevan una lección. Lo importante es darle supremo valor al hecho de que EL SOL SALE PARA TODOS y desatender enseñanzas desalentadoras como “y ganarás el pan con el sudor de tu frente”, que deriva en “la vida es un valle de lágrimas”.

Por encima de todo, tenemos que resaltar el valor de LA ESPERANZA, representada en el maravilloso rayo dorado que brotó de la caja de Pandora cuando todos los males ya habían salido.  La esperanza es el bálsamo que nos permite sobrellevar cualquier sufrimiento.  Es la que nos ayuda a trasegar los dolorosos senderos.

El científico Max Planck dijo “No es que las nuevas ideas venzan a las viejas, lo que realmente ocurre es que los viejos científicos mueren y aparecen en escena jóvenes científicos portadores de nuevas ideas”. (NO DE VIRUS).  Y nosotros somos esos nuevos científicos que, con este duro aprendizaje, cambiaremos para siempre los viejos paradigmas de ver y ser-hacer el mundo. Tenemos que ver la vida como un misterio y no como un problema que necesita solución. Hay que re enmarcarla dentro de un escenario que le permita fluir en forma natural. Una nueva visión cambiará radicalmente el mundo a la luz de LA ESPERANZA.

Para este cambio, el lenguaje que empleemos al describir los hechos es un ingrediente muy importante porque incide en su tratamiento.  Como afirma el filósofo Gorgias: “la nueva palabra es un gran determinador, que con un cuerpo pequeñísimo e invisible consigue atenuar el miedo, eliminar el dolor, suscitar la alegría y aumentar la piedad”.

Según la ontología (parte de la metafísica que estudia el ser y todas sus propiedades), el lenguaje genera SER. Al postular que el lenguaje es generativo, se sostiene que es acción y en este sentido crea realidades.  Las preguntas y el diálogo, vital en estas circunstancias, generan nuevas realidades y nuevas formas de SER que a su vez llevan a nuevas acciones y a la construcción de un SER diferente.

En consecuencia, los considerados sucesos fatídicos globales obligan a una nueva manera de dialogar y conversar, tendiente a construir nuevas realidades y, por ende, nuevos haceres.  Así se cumple plenamente el significado de la expresión china “crisis es Wei-Ji, donde wei es peligro y ji es oportunidad. Entonces los seres humanos, como seres heliotrópicos, se darán cuenta de que las oportunidades de hoy son inmensas, sobre todo si volvemos la mirada a la vida para enaltecerla y dignificarla.

Para reflexionar:

  1. El neurólogo y psiquiatra austríaco, Viktor Frankl, pudo sobrevivir a varios campos de concentración nazis enfocando sus preguntas y pensamientos en el significado de lo que estaba viviendo y no, como los otros prisioneros, enfocándose en la pregunta ¿sobreviviremos?
  2. Preguntémonos si nosotros somos el coronavirus para Gaia, nuestra madre tierra.
  3. Si queremos cambiar el presente sistema humano, cambiémoslo para generar un futuro diferente.
  4. Consideremos si estamos cambiando al ritmo del mundo o si estamos presionando el cambio de él.
  5. El escritor Mario Mendoza nos dice: “Tengamos siempre presente el hermoso verso del poema Piedra de sol, de Octavio Paz, “EL OLVIDADO ASOMBRO DE ESTAR VIVOS” y me doy cuenta de que muy pocas veces la gente recuerda la línea que sigue: “AMAR ES COMBATIR”. Sí, claro, porque si entendemos ese amor como el amor a la vida, como el deseo de estar vivo, es preciso combatir todos los días para no desfallecer y morir”.

Con estas reflexiones es muy posible que veamos luz al final del túnel; que se avive nuestra esperanza y que contemos con la seguridad de que asistimos a un cambio cósmico, para que las generaciones futuras vivan y disfruten un MUNDO MEJOR.

Para finalizar, quiero parafrasear al Dalai Lama:

TENEMOS LA CAPACIDAD DE IMAGINAR CÓMO SERÁ NUESTRO FUTURO Y AUNQUE SEPAMOS QUE NUESTRA TAREA SERÁ SUMAMENTE ARDUA, DEBEMOS PONERNOS YA MANOS A LA OBRA.  ESTA GENERACIÓN TIENE LA RESPONSABILIDAD DE REMODELAR EL MUNDO.  SI NOS APRESTAMOS A ELLO ES POSIBLE, Y POR MÁS DIFÍCIL QUE PAREZCA, NUNCA DEBEMOS DESFALLECER.  ASUMAMOS UNA VISIÓN POSITIVA, LLENA DE ENTUSIASMO Y ALEGRÍA, Y UNA PERSPECTIVA OPTIMISTA,

Y también invocar la FE desde su perspectiva etimológica, como PISTIS que a su vez nos remite a poner en marcha sus componentes: CONFIANZA, COMPROMISO y PERSEVERANCIA.