28 de marzo de 2024

Nos dimos cuenta por un enemigo invisible

20 de marzo de 2020
Por Alejandro Bedoya Ocampo
Por Alejandro Bedoya Ocampo
20 de marzo de 2020

Es curioso, pero nos dimos cuenta que la guerra más grande que libra el mundo es la que nos unió en un mismo bando para luchar, no contra un gigante del terrorismo, el hambre, la pobreza o un gobierno corrupto, sino contra un bichito microscópico que les ganó su lugar; gracias a él, y a pesar de su tamaño, nos dimos cuenta de muchas cosas:

Nos dimos cuenta que la elección de un representante debe hacerse con idoneidad y objetividad, no por cualquiera que pose de simpático; los grandes estadistas saben alcanzar la gloria en los momentos de crisis. Nos dimos cuenta que los trabajadores de la salud son héroes de todos los tiempos, porque a pesar de su exposición ante los riesgos de contagio, son quienes han arriesgado su integridad para protegernos; vemos con claridad que el constante grito de inconformidad por sus condiciones laborales son más que justas y necesarias.

A pesar de que las escuelas no son guarderías, la cuarentena nos da cuenta de lo que es tener bajo el cuidado a un alumno inculcandole valores y conocimiento; los maestros tienen a diario más de 50 de ellos bajo su batuta. Nos dimos cuenta que el ejército está lleno de valientes, que alejados de sus familias, cuidan de las fronteras (su verdadera misión) con exposición de los riesgos de seguridad y sanidad que ello implica. Nos dimos cuenta que lo que sucede en otros lados también nos puede llegar a nosotros; que análogo al sufrimiento de la guerra y la migración de Oriente Medio aquí también hay desplazados de la violencia y un gran peregrinaje del pueblo venezolano; que lo que empezó con una lejana noticia de televisión sobre un “virus chino”, hoy se pasea por nuestras calles y viviendas.

Nos dimos cuenta que de nada sirve acaparar grandes provisiones de alimento, antibacteriales, jabones, abarrotes, etc. si el resto quedará con hambre y sin margen de limpieza; de nada vale el egoísmo porque en algún momento, a pesar de nuestro cuidado, también seremos presa de la carencia del prójimo. Nos dimos cuenta que la tierra, nuestro único hábitat, descansa con nuestra ausencia; nos obligó a ser cuidadosos y responsables; nos mostró que la verdadera peste del mundo somos nosotros.

Nos dimos cuenta que el dinero es un simple papel de bolsillo; que nada somos sin la labor del campesino; que la comida está por encima de los intereses económicos de cualquier persona o empresa. Tuvimos que ver el desplome de la moneda y la bolsa de valores para que en medio de la crisis razonáramos sobre la inviabilidad de nuestro material de exportación.

Nos dimos cuenta del valor de un cotidiano beso o abrazo; de que nos tocó ponernos en el lugar del otro, lo que siempre debimos hacer, lo que debemos seguir haciendo para salir del purgatorio y expiar los males incrustados en la humanidad. Nos dimos cuenta por un enemigo invisible.