28 de marzo de 2024

Percepciones versus mediciones

10 de enero de 2020
Por Hernando Salazar Patiño
Por Hernando Salazar Patiño
10 de enero de 2020

PAULO Aguardo / Lo que he de preguntar / Cuando le llegare a ver.

DEMONIO Sólo una cosa has de hacer.

PAULO ¿Qué he de hacer?

DEMONIO Verle y callar,/ Contemplando sus acciones,/ Sus obras y sus palabras.

(Tirso de Molina: “El condenado por desconfiado”, Jornada Primera, Escena IV)

No sé cuáles son los requisitos que se exigen para el cargo de Director de Corpocaldas. Ni el título profesional que avala ser idóneo para aspirar a ocuparlo. Tampoco el de los integrantes de la junta o consejo directivo que lo nombra, ni su experiencia. O si la componen solo delegados de jerarquías institucionales.

Un biólogo, o naturalista, o geólogo, o geógrafo, o botánico, o zoólogo, o economista agrario, o gestor ambiental, en fin, un científico de la naturaleza es el ideal. Sí, también hay ingenieros forestales y agrícolas, e ingenieros ambientales, como hay abogados especializados en medio ambiente o arquitectos expertos en cambio climático. Pero un ingeniero civil, y más, caldense, tendría que ser un ser excepcional y demostrar con sus obras, como los hay en varias partes del país y muchos en el mundo, que la imaginación, la recursividad y el arte mismo, se combinan con la proyección técnica para construir obras, no apenas amigables con el medio ambiente, sino para protegerlo, aprovechar la naturaleza, integrarla, exaltarla, dignificar a sus usuarios y embellecer el paisaje.

Pero cualquier profesión o especialidad son nada, sin la vocación, sin la pasión para un cargo del que está dependiendo “la casa común”, la vida de todos. Hasta un senderista, un caminante, un excursionista rural, obvio que un activo ambientalista o un avisado ecologista, tendría otra mirada con más sonido de agua, con más olor de helecho, con más rumor de bosque, con más aletear de ave, con más auténtico aire y con más claro horizonte para tener la fortaleza de poner pica en Flandes y emprender una misión ambiental con  voluntad más recia (decidida) y mayor creatividad.  Me consta la competencia de varios especialistas que prestan servicio en Corpocaldas y a algunos les he escuchado exposiciones cuando se ha dado la oportunidad. Manejan su tema, están informados. Pero es el conocimiento sin alma. No porque no la tengan. Sino porque no tienen quién se las inspire y ensanche.

En todos los balances, Caldas fue mal calificado en sostenibilidad ambiental.  Hasta el muy laxo de la oficina que hace seguimientos cívicos, rajó a Corpocaldas. El encargado  respondió que “los informes de Manizales como Vamos, están basados en índices de percepción (sic) de los ciudadanos  y no de mediciones reales o de los registros”.

He ahí la disparidad. La respuesta los pone en evidencia. Por eso es que el director de Corpocaldas no se da cuenta del deterioro ambiental que realmente estamos viviendo los caldenses, los manizaleños, el ciudadano de a pie. Pide el  informe, mira las cifras aleatorias y queda satisfecho. No quiere, ni le interesa, ni da más.

 

El director de Corpocaldas  no ve nunca a los ociosos tumbar árboles, ni los ve caídos, ni mutilados, ni enfermos. No pasa nunca por los muñones que abundan en las pocas zonas verdes con la deforme y seca huella de un dolor que les continúa muy adentro de la tierra. Ni ve los excesos contaminadores de camiones, ni de buses, ni se detiene en un paradero –los hay que ahogan la respiración-, ni la suspende en los pares de una falda, ni sube a pie alguna, ni recorre la carrera 23 por entre el “populorum progressio” que colma las aceras del centro, ni escucha altoparlantes, ni los hedores lo alcanzan, ni ha estado nunca frente a la nueva EPS en Los Laureles, ni ha caminado por cualquiera de las avenidas, ni  observa a nadie llevándose el pañuelo a las narices, o tosiendo, ni mira ni respira el humo que sale de las fábricas, menos el venenoso de los exhostos.

Provocaría hacer el recorrido de lo que es la percepción en los filósofos, o su fenomenología según mi regustado Merleau Ponty, o sus clases según los psicólogos, pero en Corpocaldas la creen freudiana, aunque lo ignoren. El caminante –Manizales es una ciudad para caminarla- no anda con medidores. Son su cuerpo, sus sentidos, los que a diario padecen esta atmósfera cada vez más plomiza y opaca, echando de menos con los ojos irritados, enrojecidos, lacrimosos, y el escozor en ellos y en el meollo de la memoria, el cielo transparente de su infancia.