29 de marzo de 2024

Una secretaria de la mujer trans

24 de enero de 2020
Por John Mario González
Por John Mario González
24 de enero de 2020

Confieso que me parece jarto hablar de temas LGBTI, como el matrimonio homosexual. Son tan del fuero individual, tan inquisitivo, por decir lo menos, imponer a una persona una identidad sexual que no siente, que el ordenamiento jurídico debe ser lo más garantista posible. Pero como, por la vía de las hipérboles y el ensanchamiento de los conceptos, se ha llegado a una trasposición de valores y prioridades, creo en aquella medida de racionalidad que escuchara desde niño: ni tanto que queme el santo, ni tan poco que no lo alumbre.

La frase viene a lugar a propósito del nombramiento de la Secretaria de la Mujer en Manizales, una joven trans llamada Matilda González. Se descalifica a quienes se oponen tildándolos de élites conservadoras de corte patriarcal, persecutores de su identidad sexual, fanáticos religiosos. Claro que siempre habrá alguien con alguno de esos móviles, pero la descalificación no puede impedir entender el fondo del debate. No se trata de discriminación ni de la persona de Matilda; tampoco que no sea capaz, que no tenga compromiso, y menos aún que no tenga derecho al éxito profesional. En Colombia son miles de funcionarios homosexuales probos, comprometidos y muy competentes que se la juegan a diario por el país sin hacer alharaca de su condición sexual.

Y claro que se necesita inclusión, espacios para la población LGBTI, para el ejercicio pleno de sus derechos, pero eso no tiene que reñir con la representación que con esfuerzo han logrado las mujeres. El acuerdo que creó, inicialmente, una Oficina de la Mujer y Equidad de Género en Manizales, así como el Manual de funciones de la alcaldía y los diferentes documentos de política pública se orientan a que el cargo sea ocupado por una mujer, no una persona transgénero. Es que tampoco se trata de arrinconar a las mujeres al hablar de inclusión.

En el caso de Matilda lo grave es que denigra del género femenino con el lenguaje soez e impublicable de los videos con los que ha llamado la atención, en los que incluso promueve o se muestra afín con la prostitución, tal como lo hace en #PutaFeminista – Capítulo 1 del especial de Feminismo Interseccional e Intergaláctico.

Una cosa es que la Corte Constitucional haya establecido el trabajo sexual como un trabajo digno, que apunta más al reconocimiento de unos hechos, y otra que la prostitución no sea lesiva para los individuos y la sociedad. Es precisamente por lo que la prohíben en Estados Unidos, porque es esclavitud, la expande, conduce a una mayor inequidad sexual, no protege a las mujeres, y peor aún a los transgénero, quienes tienden a dedicarse más al trabajo sexual debido a la discriminación laboral.

No creo que una persona que se ha mostrado afín a la prostitución debiera entonces encarnar las prioridades de una ciudad como Manizales y de su agenda, que debe ser la de luchar contra la permisividad y la bellaquería de los hombres que abandonan a mujeres embarazadas y a sus hijos y no les pasa nada. La de mujeres que no encuentran trabajo en una ciudad que lleva décadas hablando de emprendimiento, pero que no pasa de los discursos. Una ciudad expulsora neta de migrantes y con una tasa de desempleo para las mujeres en noviembre pasado de 15.2 por ciento, cuando la media nacional fue de 12.6 por ciento.

Pero aquí, infortunadamente, estamos frente a las prioridades y falta de experiencia de un alcalde de Manizales excesivamente pantallero, que quiso llamar más la atención en la Feria de Manizales que cuando Pacheco lo hacía más que las reinas. Como dice el columnista de La Patria, Jorge Enrique Pava, la espectacularidad y la vitrina con la que el alcalde rodeó ese nombramiento terminó siendo de inmensa discriminación, pues redujo la persona a un instrumento de popularidad del alcalde. Ojalá Manizales no se haya equivocado y el alcalde no confunda sus selfies con la obra de gobierno.