28 de marzo de 2024

El legado de Galán

Columnista de opinión en varios periódicos impresos y digitales, con cerca de 2.000 artículos publicados a partir de 1971. Sobre todo, se ocupa de asuntos sociales y culturales.
7 de noviembre de 2019
Por Gustavo Páez Escobar
Por Gustavo Páez Escobar
Columnista de opinión en varios periódicos impresos y digitales, con cerca de 2.000 artículos publicados a partir de 1971. Sobre todo, se ocupa de asuntos sociales y culturales.
7 de noviembre de 2019

Hace treinta años ocurrió el magnicidio de Luis Carlos Galán en la plaza de Soacha. Graves hechos mantenían erizado al país debido a la actividad criminal ejecutada por Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, capos del Cartel de Medellín. La orden era eliminar a quien interfiriera en su camino, y de esta manera fueron asesinadas grandes figuras nacionales.

Tres meses después de muerto Galán, explotó una bomba en el vuelo 203 de Avianca y murieron las 110 personas que iban a bordo. Se cree que el acto terrorista estaba dirigido contra el entonces candidato presidencial César Gaviria, que a última hora desistió de ese vuelo obedeciendo la alerta dada por su cuerpo de seguridad.

El 6 de diciembre de 1989 estalló un bus camuflado con 500 kilos de dinamita que destruyó la sede principal del DAS y dejó un saldo de 63 muertos y cerca de 600 heridos. Al frente de este organismo se hallaba Miguel Maza Márquez, quien había asestado fuertes golpes al Cartel de Medellín.

Recuerdo la visión tétrica que por aquella época tuve en Medellín cuando adelantaba una diligencia de trabajo. La ciudad estaba petrificada por el miedo y el horror. La gente salía por la tarde de sus actividades y se escondía en sus viviendas. A las ocho, Medellín tenía figura fantasmal. Eran los días en que Pablo Escobar había establecido una tarifa por policía muerto.

Esta imagen espeluznante la revivo hoy con la lectura del libro 8 de agosto, de Planeta, escrito por Gloria Pachón de Galán con motivo de los treinta años de la muerte de su esposo. Narración sobrecogedora que recoge los pasos del líder durante su lucha intrépida contra los capos de la droga y contra el clientelismo y la corrupción en la actividad política. Ellos se habían conocido como periodistas de El Tiempo, y tras el asesinato de Galán, Gloria fue embajadora ante la Unesco y ante el gobierno francés.

Luego de su brillante desempeño como ministro, embajador, periodista y líder político,  Galán llegó a la plenitud de su carrera como aspirante a la Presidencia de la República. Era el político más destacado del momento. La mira de Pablo Escobar estaba dirigida hacia el exterminio de este obstáculo dentro de los propósitos del narcotráfico. Alberto Santofimio, que buscaba la misma posición y mantenía lazos de amistad con Escobar, sabía que para triunfar era necesario que desapareciera su rival.

Gloria Pachón narra en su libro, con abundancia de detalles, las protuberantes fallas de seguridad que existían para proteger la vida de su esposo. Dos fichas claves para lograr dicho objetivo eran Maza Márquez, jefe del DAS, y Jacobo Torregrosa, que había sido escogido por Maza para dirigir el esquema de protección del candidato. Con el tiempo vendría a saberse que ellos debilitaron los sistemas de inteligencia que debían reforzar en Soacha, y así permitieron el magnicidio.

Gloria Pachón ha escrito un estremecedor testimonio sobre este capítulo dantesco de la vida colombiana. Con emotividad, claridad y realismo repasa los hechos pavorosos que en 1989 conmocionaron al país, y que nunca podrán olvidarse. Carlos Fernando Galán tomó las banderas de su padre en la reciente campaña por la Alcaldía de Bogotá, y ha conformado un sólido movimiento político que se asoma al futuro.

El legado de Galán cobra actualidad. Vienen muy a propósito las palabras que el caudillo pronunció tras el fallido atentado que se le hizo en Medellín: …”a los hombres se les puede eliminar, pero a las ideas no; al contrario, cuando se elimina a los hombres se robustecen las ideas”.

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