28 de marzo de 2024

Y si fuera cierto… ¿qué sería de Armenia?

23 de octubre de 2019
Por Armando Rodríguez Jaramillo
Por Armando Rodríguez Jaramillo
23 de octubre de 2019

Armenia podría pasar de ser la «Ciudad Milagro» a ser la ciudad que «vive de milagro», no de otra forma se entendería que la villa de Tigrero siga funcionando a pesar de sus politicastros y sus corruptelas.

Hace pocos meses los cuyabros vimos cómo la Fiscalía destapaba la mayor corrupción de los últimos tiempo con dineros de valorización que privó a la ciudad de las obras necesarias para su desarrollo y financió campañas políticas, delitos que llevaron a la cárcel a los exalcaldes Carlos Mario Álvarez Morales y Luz Piedad Valencia Franco, esto sin hablar de casos como los del exmandatario David Barros Vélez y de otros que fueron suspendidos por la Procuraduría, sin olvidar a los que están inmersos en procesos por delitos electorales en las últimas elecciones para congreso de la República. Si hablara de cada asunto la lista sería interminable como expresión de un modelo político que se corrompió y de qué manera.

Y no es que los armenios no supiéramos de las mañas de los politicastros, ni de la criminal apropiación de los dineros públicos, ni de las nóminas paralelas de contratistas, ni de licitaciones con pliegos amañados, ni de la compra de votos, ni de gobernantes con candidato propio, ni de dineros extraños en la política y de otras muchas vagabunderías, lo que ignorábamos era que la sima de la corrupción estuviera tan profunda y que al fondo de la degradación aún no habíamos llegado. Esto lo coligo por las numerosas investigaciones, sanciones y condenas de que hemos sido testigos.

Tal vez por ser víctimas de nuestra propia ingenuidad, llegamos a pensar que los actores del sistema político habían aprendido la lección. Pero todo parece indicar que no es así, pues en los últimos días hemos sido sorprendidos con noticias que dan cuenta de audios descarados y denuncias de prácticas non sancta de personas con poder y aspiraciones políticas, noticias que anunciaron suspensiones preventivas y apertura de investigaciones por parte de la Procuraduría y organismos de control que comprometen al propio alcalde y a colaboradores cercanos por presunta participación en política y favorecimiento de candidaturas de su interés. Y como si fuera poco, parece que a esto se suma una relación perversa entre comunicadores y políticos que, de ser cierta, hipotecaría la objetividad y la credibilidad del periodismo.

Tengo por norma no hacer juicios de valor sobre las actuaciones de personas investigadas, pues son la Procuraduría y Contraloría, además de la Fiscalía y los jueces, los que nos dirán la última palabra sobre la ocurrencia o no de delitos y sus responsables. Sin embargo, esto no me priva de expresar mi opinión sobre la tremenda desesperanza que se vive en la ciudad y sobre la necesidad de rescatar de la politiquería y los corruptos los destinos de Armenia.

De ahí que no sean pocas las preguntas que me hago y que me permito plantearlas a manera de reflexión:

¿Qué sería de mi ciudad si políticos y funcionarios públicos con poder insisten en reproducir el modelo de la corrupción y el clientelismo?

¿Es tan adictivo el poder y tan irresistible la apropiación de los dineros públicos, la contratación amañada y el favorecimiento a candidatos?

¿Qué respetabilidad y legitimidad podría tener un candidato que es incapaz de ganarse la confianza de la ciudadanía con sus actuaciones, ideas y propuestas, y precisa del patrocinio de la administración de turno y del direccionamiento y compra de votos para ser elegido?, ¿a quién le debería su elección y cómo pagaría el favor?

¿Qué le pasa a la ciudadanía de Armenia?, ¿en qué recodo del camino se quedó encunetado su civismo?, ¿dónde extravió su autoestima?, ¿desde cuándo se volvió sumisa?

No tengo respuesta a estos y otros interrogantes sobre la debacle que se nos avecina si lo recién denunciado fuera cierto, y peor aún, si esta sociedad no tuviera la capacidad de corregir su rumbo. Pero aparte de esto, de una cosa estoy convencido, esta no es la Armenia de mis mayores, esta no es la civilización de la «marcha triunfal» ni la de la «raza altiva, de dura cerviz» que daba cuenta el salamineño Tomás Calderón y el Maestro Rafael Moncada en el Himno de la ciudad. No sé, pero siento que desde el modelo político se han empeñado en insultar nuestra inteligencia y dominar nuestro futuro, y nosotros lo hemos permito.

Es hora de declararnos en rebeldía, de votar y elegir bien, pues en ello radica el poder del pueblo y la esencia de la democracia. Es hora de entregar a personas honestas y de manos limpias el manejo de nuestro municipio y departamento. Es hora de ser dueños de nuestro presente y futuro.

Nuestro grupo humano no puede quedar atrapado entre los miasmas de un modelo corrupto y clientelista. Escribo con dolor de armenio, rechazando desde lo profundo de mí ser lo que han hecho con nuestra ciudad y lo que les hemos permitido que hagan. Escribo porque estoy convencido que somos un pueblo de raza altiva y de dura cerviz. Escribo porque siento que debemos alzar el verbo contra los bandidos y ladrones del erario. Escribo porque me duele el silencio de los que tienen voz. Pero, ante todo, escribo porque soy cuyabro raizal y no me puedo quedar callado ante tanta infamia.