28 de marzo de 2024

Senderos que se bifurcan

5 de junio de 2019
Por Óscar Iván Sabogal Vallejo
Por Óscar Iván Sabogal Vallejo
5 de junio de 2019

Como en el cuento del jardín de los senderos que se bifurcan, dos conceptos divergentes del quehacer cultural se pasean orondos por la geografía y la institucionalidad calarqueña en los últimos años: el, digamos, oficial, inspirado seguramente en  la cabeza de la administración municipal, y ejecutado en buena parte por la oblicua gestión de la subsecretaria de cultura, basado en el neopopulismo  fiestero, superficial y multicolor que pretende identificar  la cultura con el facilismo del pan y circo, que no se compadece con el carácter y el espíritu de un municipio que, a pesar de su evidente  retroceso, todavía conserva en  estos temas un sello particular que lo identifica.

Hay que ver el tiempo y la energía que los esfuerzos oficiales dedican a promocionar y presentar espectáculos de música de carrilera, desfiles de modas, celebraciones eminentemente comerciales como el dia de la madre, con colores, fotos y mensajes sentimentaloides y otros días tan insulsos como esos. No es que pretendamos proscribir la música popular y las celebraciones, también la carranga  y las manifestaciones cursis de amor filial deben tener cabida en la vida social, pero sus promotores exclusivos, no pueden ser solos los círculos oficiales municipales.

Existe otras expresiones de ese quehacer cultural que caminan por diferente sendero, inspiradas en la ciudadanía, en la gente corriente, la de  los cultores de las manifestaciones artísticas  comprometidas con la música, la poesía, la literatura, el teatro, la  plástica y muchas otras, que deambulan por el municipio muchas veces sin encontrar el impulso o la complicidad oficial que obtuvo, por ejemplo, el disfraz dorado de muñecos de feria, de las esculturas pedestres de la Plaza de Bolívar.

Estas consideraciones me vienen a la mente, ahora que, paradójicamente, buscamos el perfil turístico del municipio, por espacios como el parque de La Bella, donde duerme apacible,  con el sauce fiel que lo acompaña, Baudilio Montoya, el poeta de la tierra. Este  debería ser un lugar de peregrinación cultural y turística, con el amueblamiento pertinente y  atmósfera propia, convertido en un “mirador” diferente, desde el cual se pudiéramos mostrar el panorama de la poesía  del Quindío.

Da grima hoy visitar este lugar, con tanto simbolismo, donde el desinterés municipal y departamental es tal, que uno de los mejores poemas de Baudilio, “Zaide”, esculpido en una loza de mármol en ese parque , se desdibujó al punto de no poder leerse con claridad, privando a sus escasos visitantes de entrar en contacto con la delicadeza de muestras como esta de su producción poética.

Tendremos que esperar otras administraciones, porque parece que el peso específico del concepto de cultura de la actual, como en el poema, pesó … lo que la lumbre sobre el viento/ lo que un lirio en desmayo sobre el día/ lo que pesa un minuto de alegría/ en el dominio azul del pensamiento/.