28 de marzo de 2024

Artunduaga

28 de junio de 2019
Por Gustavo Álvarez Gardeazábal
Por Gustavo Álvarez Gardeazábal
28 de junio de 2019

El fulminante infarto que puso fin a la vida de Edgar Artunduaga el pasado martes, cuando se aprestaba a cumplir el sagrado turno diario del micrófono que por tantos años respetó, le arrebata al periodismo nacional uno de los recuerdos más vívidos del oficio y al Huila un defensor a ultranza de sus esperanzas. Atrevido y apasionado, Artunduaga nos dio cátedra por años ejerciendo la opinión inmediata sobre la noticia como única herramienta. Por hacerlo en ese modo vertiginoso pudo equivocarse o pagar muy caro su ejercicio pero nos llenó de satisfacción a millones de colombianos.

La vida me dio el privilegio de poderlo conocer, de tratarlo y de trabajar juntos en las postreras mañanas de la agónica Todelar.Por mi casa estuvo varias veces para conseguir el dato que le faltaba a alguno de sus polémicos pero siempre vibrantes libros o para redescubrirnos los secretos de esa clase dirigente a la que sancionaba con su látigo ya fuera desde El Espacio,desde La Luciérnaga o desde sus emisoras del Huila. La última vez que nos sentamos a conversar con el mismo entusiasmo de todas las otras oportunidades fue en su entrañable Pitalito, el año pasado. Seguía lleno de esperanzas y dispuesto a regar el ácido de su crítica contra todos los intocables que sembraban terror para que no los manosearan. Samperista feroz, defendió hasta donde pudo a su jefe político desde su curul de senador aun cuando como siempre lo dijo,su oficio no dejó de ser el del periodismo.

Hicimos parte los dos de esa escuela inobjetable de Hernán Peláez y si bien yo llegué a La Luciérnaga cuando él se había ido ,forjamos tertulia para revivir entre carcajadas el idéntico episodio que sufrimos los dos con los efectos de la escoba de Caracol que nos barrió de sus espacios. Discutible en sus opiniones pero respetuoso férreo de las ajenas, deja un vacío en esta vida que, como siempre lo repitió, es una tómbola y a él le tocó primero.

ADN