18 de abril de 2024

Feliz cumpleaños sinigual Lucho Herrera

4 de mayo de 2019
4 de mayo de 2019
Lucho Herrera y Nairo Quintana, foto RCN.

Por Guillermo Romero Salamanca

Lucho Herrera se daba el gusto de paralizar al país. En las oficinas y empresas se organizaban desayunos y reuniones de trabajo donde podían ver las competencias europeas para ver también las actuaciones del “jardinerito de Fusagasugá”.

Eran los tiempos en los cuales aún no había celular ni funcionaba en Colombia el internet, la televisión estaba supeditada a las transmisiones de los canales nacionales y la emoción la llevaba, desde luego, Rubén Darío Arcila, a través de la radio.

Aunque su nombre es Luis Alberto Herrera Herrera, lo cierto es que simplemente se le decía y se le continúa llamando como “Lucho”. Era un joven arrollador, muy tímido en sus declaraciones, pero sencillo y con una gran familia ejemplar en la parte alta de Fusagasugá. En esos terrenos como el alto de San Miguel le contribuyeron para fortalecer sus piernas, abrir sus pulmones y comenzar la fama. Allí nació el 4 de mayo de 1961.

Su vida profesional estuvo comprendida entre 1982 y 1992, años en los cuales consiguió 30 victorias y, entre las más importantes, la Vuelta a España en 1987 donde hizo llorar a millones de colombianos con su paso a la victoria, en escenas magistralmente narradas por Rubencho. Sólo se esperaba que hubiera ascensos para verlo escalar, su cuerpo un tanto delgado le servía para ascender con un ritmo demoledor y por ello conquistó la Camiseta de la Montaña en las tres grandes competencias del viejo continente.

En la etapa 14 del Tour de Francia de 1985, entre Autrans y Saint-Etienne las cámaras registraban su demoledor paso descendiendo a toda velocidad, pero con la cara ensangrentada. Una caída le había ocasionado una herida, pero, así y todo, lleno de sudor e ira, volaba el pedalista colombiano y en el país la gente lloraba, gemía de angustia al verle así.

Lucho era el rey. Los franceses le regalaron un toro que vino a pastar a Fusagasugá y a cumplir con el cometido de mejorar la raza vacuna en la región.

 

A Lucho lo quería casi todo el país. Incluso le entregaron la Cruz de Boyacá por sus gestas deportivas, por eso el país se entristeció con la noticia de su secuestro por parte de las FARC en marzo del 2000. Aunque en menos de 24 horas fue liberado, este hecho llenó de amargura al mundo ciclístico porque no se entendía como se le cometía un delito a un hombre que tantas glorias le había dado al deporte.

En el 2017 se conoció de su lucha contra el cáncer de piel, la cual viene controlando.

Foto tomada por Semana de la televisión.

AQUEL 15 DE MAYO

El maestro Rubén Darío Arcila, en su libro “El último apaga la luz” cuenta cómo fue la última etapa de la Vuelta a España de 1987:

“Debo recalcar que, en esas tres semanas de carrera entre los meses de abril y mayo, vibrando con cuatro triunfos parciales de los colombianos, primero en la general por equipos y reyes de la montaña, llegó a un punto el clímax que no solo quedé disfónico, también se esfumaron las palabras. Estaba agotado todo el lenguaje. La musa no daba más. Si quieren que lo diga con sarcasmo, me sentí tan mal que estuve tentado a inventarme unos forúnculos en la laringe (?) para hacerle el quite a la transmisión final que marcaría un histórico 99 % de sintonía.

Hospedado en el Hotel Praga de Madrid, mantuve encendida la lámpara de la mesita de noche hasta las dos de la mañana tratando de descifrar las claves de la narración grandiosa, que perdurara mucho tiempo, con las plumas sagradas de la literatura hispana sobre la almohada, intentando no ser inferir a la grandeza del momento. En la búsqueda del epílogo adecuado para tamaña victoria, la desvelada fue de marca mayor, pues todas las llamadas que entraban de Colombia las pasaban a mi cuarto para no interrumpir el descanso de los ciclistas. Perdí la cuenta de los repiques insistentes del maestro Alberto Casas Santamaría queriendo comunicarse con algún miembro del equipo. Yo le contestaba al teléfono con voz de ultratumba -completamente ronco- frustrado al no poderle colaborar en su nota periodística. Sorpresas te da la vida: el caballero que me trasnochaba –el Doctor Casas- legitimaría con su firma el libro de mis sueños, 22 años después.

Y llego el esperado 15 de mayo, comienzo de las fiestas de San Isidro. Pasando por Cibeles, Don Jairo Gómez Domínguez, invitado de honor en le coche número uno, me dio el más fuerte abrazo con emocionadas frases de felicitación: “Para su información y satisfacción personal, Rubencho, le cuento que la producción de Manzana Postobón se agostó. Las plantas no dan abasto. Gracias, Don Jairo: un abrazo vale más que mil palabras.

Foto: meridiano70.co

¡Y Herrera se coronó vencedor!

Revolotearon las mariposas amarillas en el momento de rendir homenaje en plena transmisión internacional al Fígaro, mi viejo por haberme permitido conocer el hielo a la edad de cinco años cuando se accidentó Conrado Tito Gallo. Lo quise recordar con mi mejor trabajo profesional, a los 39 años recién cumplidos, un 15 de mayo de 1987. Esta fue la narración final:

¡Qué grande es el mundo frente a mi garganta abatida!

¡Se ve llegar…! ¡Se ve llegar…! ¡Paso a la victoria!

Se paran los relojes, las abejas, los niños se alborotan, saltan las piedras, los lagartos trotan, ¡se sienten felices los cipreses!

¡Se ve llegar…! ¡Se ve llegar…!

Tiene el mundo otra cara, se acerca lo remoto en una muchedumbre de voces y de abrazos. Herrera es una bandera desbocada.

Enhorabuena Colombia. Aquí el lote se acerca, allá viene el cortejo, avanza la alegría derrumbando montañas y las bocas avanzan como escudos. ¡Sagrado Corazón de Colombia, Sagrado Corazón de Jesús, gracias, ¡esto se va a coronar!

Se ve llegar…Se ve llegar. ¡Paso a la victoria! Viene, viene el lote que partió en Benidorm como en un vuelo de aves migratorias. Se levanta la risa, caen las telarañas, aquí viene el zurcido mágico de los metales. ¡Cruza Herrera campeón! ¡Campeón de la vuelta! ¡Qué grande! ¡Que aletazo tremendo! ¡Que grande es el mundo frente a mi garganta abatida aquí en el paso de La Castellana! ¡Me metí en el llanto!

Sonó el himno nacional y el país brincaba de alegría. Un recuerdo en el cumpleaños de Luis Alberto Herrera, el hombre que se daba el lujo de paralizar al país.