28 de marzo de 2024

¡Más que vergonzoso!

10 de febrero de 2019
Por Clara Inés Chaves Romero
Por Clara Inés Chaves Romero
10 de febrero de 2019

Noticias como las que hemos venido recibiendo por distintos medios de comunicación, tales como la de la carta que envió la JEP a través del Ministerio de Justicia, en el cual solicitaba las pruebas del caso Santrich, que se perdió en Panamá; y la que ahora se publicó en el link escrito de Caracol del 7 de febrero del año en curso, denominada “Ni en Palacio ni en el Congreso saben dónde está la ley estatutaria de la JEP”, rayan más que en lo absurdo. No se sabe si reír, o si llorar. Esto solo se ve en una república bananera, y al parecer con hechos como estos, somos peor que eso.

Otra impresión que se genera, es el pensar que además del desorden del estado y su actitud olímpica en cosas importantes, no hay voluntad política de meterle el pecho a la paz.

Es lamentable que el mundo nos hayan considerado como un ejemplo a mostrar por haber terminado con el último conflicto regional que se originó en el contexto de la guerra fría, en un mundo tan convulsionado que no creía en el poder de la negociación; y ahora estemos en entredicho ante el mundo, según noticia del diario El Espectador del 2 de febrero titulada: “Colombia, ¿en la mira de la justicia internacional?

Y para completar este maravilloso panorama, según informes de organismos internacionales, cada día se asesina en Colombia a un líder social.

No se puede dejar de mencionar el aparente estado de corrupción o de ineptitud en el que vivimos, pues el caso más representativo es el de Hidruitango, a tal punto que estamos creando un dañando ecológico y  económico de incalculables proporciones.

Pero como si esto fuera poco, las poblaciones que se han visto afectadas con esta problemática están en el completo abandono, pues ni la empresa ni el estado, las protegen e indemnizan, sino que están a la deriva y a su suerte.

Frente a todos estos hechos, ¿podremos decir que vivimos en una democracia? Nos preguntamos también: ¿dónde está la gobernabilidad?

El estado ha desperdiciado la oportunidad de oro que le significaba el proceso de paz, de hacer presencia, ganar en soberanía y ejercer el control en los territorios dejados por las FARC, pues en la mayoría de estas áreas, ni la policía ni el ejército se conocen, y las obras en inversión social menos que aparecen. Han dejado desprotegidos a muchos colombianos que se encuentran ubicados en estas zonas que antes se encontraban dominadas por las FARC, como si fueran ciudadanos de segunda categoría.

Parecería que existen colombianos y grupos políticos que viven de la guerra y de la miseria de algunos compatriotas. En estas regiones abandonadas por el estado imperan la ley del más fuerte, la injusticia social y la miseria.

En un país con estas falencias, es imposible que exista la paz y que la democracia reine, ya que se constituye como se dice en una clase de Teoría del Estado, en el gobierno de la tiranía, y no sabemos entonces quién gobierna: si el estado legítimamente constituido, o los corruptos, o los grupos ilegales que imponen sus leyes dictatoriales; y por otro lado, la legitimidad representada en las fuerzas armadas es invitada de piedra a ver cómo se desintegran la sociedad colombiana y el estado, en un país que se caracteriza por tener uno de los mayores ejércitos del continente en número.

Pero los personajes no terminan ahí. ¿Qué hacen los políticos?, tirarse la pelota entre ellos, polarizar y engañar. Lastimosamente no existen partidos políticos, sino congregaciones de personas en las que cada una tira el pedazo de colcha por su lado, en lugar de juntarlos todos, sin planteamientos serios, ni plataformas, sino que algunos de sus miembros, como lo han venido mencionando los distintos medios de comunicación desde hace un tiempo, pertenecen al grupo más selecto de corruptos de cuello blanco que desfalcan las arcas del estado, no solamente debilitando las instituciones democráticas, sino ahondando en la injusticia social a las clases menos favorecidas por el estado.

Es tanta la impotencia de los partidos, que prefieren concentrarse en atacar unos acuerdos de paz e instituciones jóvenes como la JEP, porque son incapaces de conseguir un nuevo discurso que saque al país del caos en que se encuentra, y prefieren mirar al pasado, porque allí tienen su enemigo político, en lugar de modernizarse, cambiar de estrategia, mirar el presente y vislumbrar proyectos a largo plazo para dar respuesta real a la crisis actual en la que vivimos. ¡Hay que dejar de apagar incendios y de lavarnos las manos! ¡Es la hora de comprometernos en la reconstrucción del país!

 

(*) Ex diplomática.