28 de marzo de 2024

Terrorismo y guerra, la ruta equivocada

28 de enero de 2019
Por Gonzalo Duque Escobar
Por Gonzalo Duque Escobar
28 de enero de 2019

Por Gonzalo Duque-Escobar*

Cincuenta años de guerra, no sólo le han dejado a Colombia dolor y el pasivo humanitario por una violencia que le pasa factura a ricos y pobres, independientemente de si se trata de empresarios y terratenientes, o de campesinos, indígenas y afrodescendientes. Aparte de las ideologías políticas, el demencial acto del Eln por su carácter eminentemente terrorista y cuya autoría ya ha admitido, ha recibido un rechazo generalizado no sólo de diferentes actores de la clase política, y de intelectuales, líderes sociales y personas del común, sino también de organismos internacionales.

El atentado del pasado jueves 17 de enero en la Escuela de Cadetes General Santander, cobrando la vida de jóvenes policías desarmados que se formaban, por ser una declaración de guerra que vuelve a poner al país ante un pasado doloroso, que va en contra del desarrollo de los procesos de paz y de reparación a las víctimas, también beneficiaría a otros actores del conflicto armado colombiano, como los que vienen masacrando líderes sociales para beneficiarse de la ilegalidad o de la guerra, al igual que a bandas criminales y disidencias que disputan territorios.

Posiblemente las dificultades del proceso de Paz alimentaron la iniciativa del grupo guerrillero, cuya capacidad de actuar aisladamente con sus milicias como grueso de su organización donde los combatientes constituyen sólo una fracción, tampoco ha podido ser desmantelada por el Estado colombiano. Recuérdese que en el último lustro, conforme el Eln empieza a financiarse mediante el secuestro, la extorsión, la minería ilegal y el narcotráfico, fortalece su estructura de unos 1800 miembros, con fuerte presencia en Arauca, Catatumbo, Chocó, Magdalena Medio, Bajo Cauca, Cauca y Nariño.

La lección que deja el proceso de Paz, es que optar por la confrontación armada en lugar de una negociación, conlleva a campos minados, reclutamiento de niños, desplazados y víctimas, y como tal a la violencia que asola los medios rurales y que ahora amenaza los centros urbanos… En las mesas de diálogo con el Eln, aunque no nunca se iniciaron negociaciones, se esperaba un acuerdo humanitario para mitigar la violencia y prevenir confrontaciones, mientras se llegaba a acuerdos que deberían apuntarle a las causas reales del conflicto, un asunto tan complejo como sus orígenes y efectos.

Seguramente, las condiciones para la confrontación armada en Colombia, que parten de las guerras civiles del siglo XIX y luchas agrarias de principios del siglo XX, pasan por la fallida reforma agraria de la “Revolución en Marcha” en los años 30, que por no contener las luchas campesinas desemboca en la violencia partidista de los años 40 y 50. Aunque lo anterior lleva a la creación del Frente Nacional como estrategia para modernizar el Estado, el fracaso de esta fórmula bipartidista, y el aporte ideológico en los años 60 de las revoluciones cubana y cultural china, dan origen no sólo al fortalecimiento sindical, sino también a las guerrillas como estrategia de lucha agraria en Colombia.

Ahora, mientras las cabezas del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición hacen una declaración conjunta, rechazando el atentado y solidarizándose con las víctimas, en la que invitan a que esta realidad tan dura no nos arrebate la esperanza, y llaman a no retroceder en la búsqueda de la paz, la verdad, la justicia y la no repetición; contrariamente, otras voces argumentando que las diferentes guerrillas marxistas en Colombia en lugar de propuestas políticas con sus atentados llevan el terror, también sin importarles el costo en vidas humanas proponen la vía armada como única alternativa para combatirlas, en lugar de una respuesta social con acciones concertadas que se desprendan del conocimiento de las dinámicas del conflicto y de una reflexión sobre posibles soluciones pacíficas.

En consecuencia, entre la guerra y la paz habrá que encontrar la verdadera alternativa, razón por la cual invitamos al Eln a construir una opción diferente con sentido político y de esperanza, que logre civilizar el conflicto a partir de acuerdos mínimos para construir la paz, dado que la vía armada lo único que le ha aportado al país es la pobreza que prevalece en el campo y en regiones marginadas, donde miles de habitantes obligados a abandonar sus tierras, huyen para protegerse hacia los centros urbanos donde engrosan los cinturones de miseria.

* Profesor Universidad Nacional de Colombia Sede Manizales http://godues.webs.com Imagen: Frentes del Eln y Masacre en Colombia, por Fernando Botero. [La Patria. Manizales, 2018-01-28]

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