28 de marzo de 2024

Evocación de Belisario Betancur

Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
10 de diciembre de 2018
Por Óscar Domínguez
Por Óscar Domínguez
Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
10 de diciembre de 2018

Retomo, actualizadas, algunas notas que escribí sobre el expresidente Belisario Betancur, quien ha tenido a bien abrirse del parche a los 95 años.

1.-

UN VERSO LO ALEJO DEL PAPADO

 Si no hubiera sido porque de un coctel de teología con poesía le salió una diatriba literaria contra su profesor de latín en el seminario de Yarumal, Antioquia, el fallecido presidente Belisario Betancur habría sido el primer papa hecho en Amagá.

La revelación se la debemos al primer Nobel de Literatura hecho  en Aracataca durante la fiesta que iluminados y consentidos de las musas le ofrecieron a Betancur con motivo de sus primeros 70 años, en la Casa de Poesía Silva, en  el viejo barrio de La Candelaria, en Bogotá.

Don Gabo, quien lucía prosaicos corbata y  zapatos de gamuza, leyó un cuento (nada de discursos) en el que, licencia del laureado, incluyó el poema que le valió la expulsión al seminarista Betancur. 

Con su Nobel voz, García Márquez recitó el poema del seminarista Betancur:

«Señor, Señor, te rogamos, y te rogamos sin fin, que caigan rayos de mierda, al profesor de latín».

Al escuchar el poema del seminarista de los ojos nada negros

estallaron en carcajadas  los expresidentes Carlos Lleras y Misael Pastrana.

Lo mismo hicieron piedracielistas, repentistas en el asfalto, periodistas, nadaístas, magistrados, fantasmas de La Candelaria, funcionarios públicos, atracadores en receso, galeristas, libreros, meseros, soñadores…

Empapelados por la Procuraduría o la Contraloría, bardos abandonados de las musas, colados, economistas, cafeteros quebrados y mujeres bellas cual Nocturno de Silva, como Marthica Senn, la de ojos miel.

Todos celebraron con una salvedad: el anfitrión, José Asunción Silva, quien desde su retrato en la pared miraba lelo a «la dueña de la casa, la señorita Elvira Silva», dicho en palabras de Betancur.

Hay quienes dicen que no se trata de Elvira, sino de Julia, otra hermana del poeta.

Un dolor de muela de esos que provocan dudar de la existencia de Dios (la exageración es rapada a Borges) impidió al abuelo Belisario estar en la primera fila de la velada en la que la poesía siguió con la palabra. Estuvo a través del mensaje mencionado.

El presidente Gaviria envió mensaje leído por la canciller Noemí Sanín, cuyo padre, el maestro Jaime Sanín Echeverri, un fumador de dos en  conducta, buscaba afanosamente a los fumadores activos para  desatrasarse a sus costillas de unas buenas ganas.

En su prosa de economista con énfasis en la Escuela de Economía de Londres, Gaviria destacó la condición de escritor de su antecesor en Palacio y lo nombró embajador de la cultura dentro y fuera del país.

Alberto Casas, embajador en México, miembro activo, o como él mismo lo expresó: “más miembro que activo” de la aristocracia decadente de la Candelaria, el barrio donde viven desde siempre y para siempre Silva y su amor, pidió en su nota que se le diera por muerto de la pena al no poder concurrir.

Genoveva Carrasco de Samper, quien fue gerente de la Fundación La  Candelaria, dijo en su breve poema-mensaje con letra de tango, leído por la anfitriona María Mercedes Carrranza, que «70 años no son  nada».

Y dio un sonoro «gracias por sus setenta» al expresidente,  llamado «Bélico» por el poeta envigadeño Mario Rivero, otro ausentista al que en un golpe de dados la suerte le decretó enfermedad.

García Márquez inició su «cuento» con un llerista «amigos y  amigas» en el que recordó que una vez llamó al presidente Betancur a  la incierta hora de las 3 de la mañana y lo encontró leyendo poesía antes de que llegara la prensa.

La conclusión Nobel fue la de que Betancur no fue un presidente  poeta sino un poeta en préstamo a la política.

En el coctel posterior, los asistentes intercambiaron metáforas e  hipérboles antes de irse a dormir plácidamente en un país donde la gente  se mata buscando la vida, como lo expresó el Nobel.

José Asunción y Elvira intercambiaron una sola mirada larga antes de irse a dormir a su eternidad de todos los días.

2.-

BELISARIO SALE DEL CLÓSET

La noche que Betancur salió del closet poético y convirtió en público su pecado solitario de cometer versos, lo hizo durante un recital en la Casa de Poesía Silva

Para la noche del estreno del Belisario poeta, hubo público heterogéneo, como de plaza pública. Cualquier inadvertido transeúnte habría imaginado que BB se lanzaba de nuevo para poner en marcha desde el poder las Memorias de Adriano de Margarita Yourcenar, una de sus lecturas predilectas. No había tal.

En los tendidos había amplia mayoría femenina. Se veían desde niñas – poemas con dos pies-, hasta ancianas que confesaron sólo 90 años. La coquetería no prescribe. A la entrada de la casona en el viejo Barrio de La Candelaria, invitados y colados recibíamos el mismo poema del autor con su inconfudible letra pegada, como de monja de clausura, que decía: Canción de olvido: Ayer tocaron a la puerta cerrada del corazón.

Hubo quórum poetas de todos los versos que no querían perderse parada relacionada con la irrupción del insólito colega que trasegó por los vericuetos del poder con su dictadura del poetariado.

La anfitriona terrenal, María Mercedes Carranza, directora de la Casa, de rigurosos lentes bifocales,para verte mejor, fue la encargada de presentar a BB en la sociedad de los poetas vivos.

Con su voz arzobispal de siempre  el hijo de don Rosendo  despachó buena parte de su producción. La galería fue pródiga en aplausos lo que hizo pensar que durante esa velada la poesía acabó de matar al político.

En primera fila estaba la niña de los ojos del hombre que se adueñó de la noche bogotana: Dalita, la ceramista venezolana que invadió el Golfo de Coquivacoa del corazón siempre joven de Belisario.

Dalita lucía sus bellos ojos, certeros y brillantes como dos haikús japoneses. Siempre me ha dado la sensación de que Dalita le clonó los ojos a Martha Senn. ¿O será al contrario?

Betancur, soltero cero kilómetros como todos los que enviudan, dedicó su lectura, entre otras personas, a su primera esposa Rosa Helena Álvarez, su fallecida esposa paisa. Y a Dalita, quien dijo hace poco para la posteridad: Cuando te enamoras, no importa cuántas veces lo hagas, siempre es el primer amor. (Para ser felices hay que tener una buena mujer y una buena exmujer, recordó algún pato).

Por sus poemas supimos que Betancur aprovecha la noche de sus viajes para cometer poesía. Nos dio un paseo por Jerusalén (volaba el aire hacia la arena en el sueño); Nueva York (el sol es un reloj apagado); Benares (que dejas la estación sin estar yendo); Delhi (al fin he de encontrar lo que buscaba, el pétalo sin huella de la flor); Bogotá (al fin y al cabo todo es muerte, menos la muerte).

Terminada la lectura, BB, el de las vocaciones tardías de la poesía, firmó autógrafos, asediados por ellas y ellos, como cualquier cantante de rock. Su mensaje fue claro: ojalá los creadores que andan por ahí escondiéndose sus versos, se decidan a sacar sus trapitos poéticos al sol…