29 de marzo de 2024

Declaración de renta, ¡risa me da!

7 de diciembre de 2018
Por Rubén Darío Barrientos
Por Rubén Darío Barrientos
7 de diciembre de 2018

Muchas personas (entre ellas el presidente Iván Duque), creen que la declaración de renta es el espejo irrebatible y auténtico del patrimonio real de alguien. Todos sabemos que un bien puede estar a nombre de un fulano, de su cónyuge, de un familiar bien querido o de una sociedad comodín. No necesariamente las personas gustan de figurar como titulares de propiedades, de mostrar acciones en empresas o de rotular ceros a la derecha de costosos automotores. Todo depende de si soy alérgico a mostrar riqueza, de si hay procesos litigiosos que me desvelan, de si hay separaciones de bienes tocando la puerta, de si existen contingencias cercanas o de si hay estrategias tributarias que causen seducción. Por ello, la declaración de renta puede ser apenas un dato parcial de los haberes, por esa mentalidad chanchullera de muchos y porque el testaferrato es una figura antiquísima.

Para no ir muy lejos, hace un año, un importante portal colombiano (las2orillas) publicó una crónica que hizo saber que “la declaración de renta del presidente Juan Manuel Santos, muestra que omite parte de su patrimonio y deja de declarar más de $ 3.000 millones”. Es más, a principios de su segundo gobierno, Santos obligó también a sus ministros a publicar sus declaraciones de renta, pero él no lo hizo en ese momento. Incluso, el portal de marras subrayó que su patrimonio de $ 6.446 millones era muy bajo frente a las propiedades que tenía el presidente, a saber: un apartamento en el norte de Bogotá que vendió en 2017, (lo poseía en 2016, fecha de la declaración), una casa que estaba construyendo en Rosales (Bogotá) que valía por lo menos USD$ 2.000.000 y un apartamento en Key Biscayne, de una cifra muy carnuda.

El 20 de noviembre último, Iván Duque Márquez ordenó a sus ministros hacer pública su declaración de renta, vía una directiva presidencial, en el marco de la lucha contra la corrupción. Y extendió la medida a viceministros, directores de departamentos y superintendentes. ¿Usted, amable lector, piensa que presentando estos papeles se acaban la podredumbre, los actos corruptos y los bolsillos llenos de no pocos aviesos funcionarios? ¡Claro que todos sabemos que no! Aquí lo único que sirve es el control político, rudas auditorías, procuraduría firme, una excelente contraloría y una fiscalización que raspe duro. Y sabemos bien que existen los asesores de campanillas que basan sus recomendaciones en pasar los bienes a terceros y en diluir la información patrimonial. Hace poco redacté la minuta de unas capitulaciones matrimoniales de una futura contrayente, que tenía bienes a nombre suyo por $ 4.000 millones y resulta que todo ese patrimonio era realmente de su señor padre y de su señora madre, quienes no lo dejaron figurar como de su propiedad por muchos años, como una maniobra tributaria.

Entre otras cosas, por la peligrosidad de revelar información de riqueza, no pocos disfrazan la propiedad de sus bienes desde sociedades de bajo perfil. Por eso me ha parecido grotesco lo que hizo la Revista Semana en los confidenciales de esta última edición, que bajo dos croniquillas tituló: “la plata de los ministros I y la plata de los ministros II”. En esas notas, bastante leídas, indicó que la ministra más rica es María Fernanda Suárez, de Minas y Energía, con un patrimonio de $ 4.410 millones y contrastó la nota, señalando que el ministro más pobre es Jonathan Malagón, de Vivienda, con un patrimonio de $ 361 millones. Y así, por el estilo, fue soltando toda la información patrimonial de los ministros, creando una especie de ranquin, adicionando ingresos laborales de los mismos. Irresponsabilidad manifiesta de dicha revista. Acto peligrosísimo, por demás.

No me convence, pues, la medida de asociar declaración de renta con un acto transparente. Ya lo dijimos: no aparecer como titular de un bien, figurar solo en parte, permitir que un familiar aparezca como propietario o escalar a una sociedad comercial la adscripción, son prácticas viables y comunes en Colombia. En casos como estos, nada se gana con mostrar los patrimonios y en, muestras sinceras de reflejo cierto de bienes, mucho se arriesga para quien todo lo declare. Aquí extorsionan y secuestran, con suma facilidad.

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