29 de marzo de 2024

Educación, pobreza y Política

23 de noviembre de 2018
Por David Guillermo Patiño Serna
Por David Guillermo Patiño Serna
23 de noviembre de 2018

Tribuna universitaria

“La filosofía del aula en una generación será la filosofía del gobierno en la siguiente” 
Abraham Lincoln

La educación en tiempos pasados se apreciaba como un mero privilegio de las clases altas, pues únicamente podían acceder a ella quienes estaban dentro del círculo selecto de personas que contaban con solvencia económica y boato prominente.

En el año de 1810 refulge entre gritos, hazañas y fervor exacerbado la constitución del socorro, con ella se sentaban las bases primigenias de un sendero serpenteado hacia la consolidación del constitucionalismo en nuestro país. Sin embargo, este inaugural manuscrito contemplaba bárbaros vestigios de exclusión social.

Aspectos como el derecho al voto avizoraron la gran conquista de los movimientos independistas en lo referente a derechos humanos, pero a su vez este hecho evidenció tenuemente la tortuosa tarea de construcción de una cultura política para nuestra sociedad. Pues sin mayores elucubraciones los esclavos, las mujeres, los pobres y los analfabetas fueron repudiados del derecho a elegir y ser elegidos.

Entre otras conclusiones a las que se pueden arribar de lo anterior, es que allí está la señal histórica y nauseabunda de la gresca excremental suscitada entre la trilogía de la educación, la pobreza y la política. Pues visto esto a través del reflejo del cristal da la impresión que estas palabras incoan connotaciones antagónicas.

El analfabeta no era asimilado como un ciudadano, pues no podía ejercer el derecho político por excelencia a causa de su déficit educativo. Es decir, el político desde tiempos inmemorables se dio a la tarea de separar el arte de gobernar de la educación y específicamente de los pobres, pues quienes se instruían eran escasos y muy ricos personajes, en cambio los pobres e incultos no guardaban ni la más mínima esperanza de tiznarse de los asuntos públicos.

Este tipo de exigencias espurias redundaron por muchos años y se perpetuaban a través de las cartas políticas, infinidad de requisitos atiborraban el debido ejercicio democrático de los párvulos libres en América. Casualmente, dichos requerimientos tocaban seriamente con la educación, pues esta constituía una talanquera insuperable para que la mayoría de habitantes llegaran al arca de la administración.

Actualmente el contexto es diferente pero el contenido de la malévola historia es exactamente el mismo, han transcurrido más de doscientos años y todavía se libra la más cruenta lucha por la educación. Constelaciones de sueños sedientos de oportunidades actualmente protestan en las calles de Colombia, potenciales médicos, abogados, ingenieros, agrónomos etc. Exigen cerrar la brecha bicentenaria de inequidad que impide un libre acceso a la educación pública de calidad.

Gobiernos insensatos procrastinan la discusión sobre las universidades públicas, temerosos de padecer la mordaz derrota en la guerra de argumentos, pavorosos de vislumbrar el final inminente de la comedia profana que asevera la insostenibilidad económica de la educación superior pública.

La “Patria boba” ha sido la etapa más larga de la historia colombiana, pues todavía es menester librar “luchas” entre nosotros mismos para inmortalizar la contradicción social de obtener derechos que ya se han reconocido.

Los gobernantes se instruyen en las mejores universidades del mundo para acreditar suficiencia intelectual en la dirección del país. Sin embargo, parecen no estar de acuerdo con la educación de los pobres y no querer solucionar los problemas coyunturales de la instrucción oficial. ¿Por qué se le teme a la educación superior pública de calidad?… “La educación es una mejor salvaguardia de la libertad que un ejército permanente.” Edward Everett.

Tenga a bien el supremo derramar sobre los estudiantes, profesores y representantes del gobierno destellos de sabiduría, para que se tomen las mejores decisiones en pro de zanjar la agonizante realidad de las universidades públicas.