19 de abril de 2024

Los episodios de la cancha, se quedan en el gramado.

17 de septiembre de 2018
Por Jorge Eliécer Castellanos
Por Jorge Eliécer Castellanos
17 de septiembre de 2018

Por Jorge Eliécer Castellanos M. 

Muchísimas cosas suceden alrededor de un partido de fútbol, de un encuentro de béisbol o de cualquier choque de equipos que colectivamente jueguen a la pelota.

En el campo de juego, fluyen todo tipo de emociones, se elevan las presiones y la adrenalina puede volverse loca. Las fuerzas pueden entrar en niveles desaforados. Los ímpetus cobran vigencia inusitada.

Las energías se descontrolan. Los vocablos afrentosos de gran calibre injurioso aparecen inclusive e increíblemente en la boca de jugadores de reconocida seriedad y carácter.

Por ello las situaciones interpersonales producto del mismo juego deben, en lo posible, quedarse allí y no trascender jamás en ningún otro escenario, salvo situaciones de imponderable disciplinario, policivo o judicial. Las agresiones al árbitro las dejamos bajo otra órbita de competencia. 

Ciertamente la comunicación es básica en el ambiente interior de los equipos.      En una cancha se dicen frases que alientan y que horrorizan.

Como motivación se recuerda entre los compañeros de juego que cada balón se lucha hasta el último centímetro, por ejemplo. Algunos refieren que si no hay sangre no ha sucedido nada. También se comenta, mas bruscamente, que no importa que pase la pelota o el rival pero que nunca ambos.

Para las marcaciones personales en defensa, verbigracia, se oye decir frecuentemente: ¡Síguelo hasta el baño!. Igualmente pululan las oraciones gramaticales en el sentido de que “en la cancha se deja hasta la piel”.

Como anillo al dedo esta columna avoca el reciente episodio xenofóbico sucedido en el partido del Rionegro Águilas con el visitante Once Caldas en cuya celebración el portero local uruguayo, Lucero Álvarez, lanzó improperios discriminatorios contra el atacante de 19 años Johan Carbonero.

Con una visión rápida de águila, es menester resaltar un hecho que ha pasado desapercibido y que merece capital trascendencia pues cuando el técnico caldista Hubert Bodhert, explicaba pormenorizadamente en rueda de prensa la situación acontecida en la cancha, intempestivamente irrumpió el agresivo, ultrapolémico y retador presidente de Rionegro Águilas, José Fernando Salazar Olano, -exjugador de Fútbol Profesional-, para también acusarlo de discriminador. ¡Qué horror!. Eso no puede pasar ni volver a volver acontecer.

Dicho de paso, la historia recuerda a Salazar Olano como el defensa que en 1989 hizo echar al Pájaro Juárez en un partido del Cúcuta con Millonarios, cuando a su juicio, -empleando una estrategia de guerra-, le manifestó provocadora y agresivamente al oído del delantero albiazul de nacionalidad argentina: “Tu novia me atendió muy bien esta semana”, “esos chocolates que llevaste no me gustan, cambiá los chocolates”. “El tipo en un tiro de esquina enloqueció, me pegó y lo expulsaron”, reveló desparpajadamente Salazar Olano a una prestigiosa revista nacional.

Retomando el origen y la profundidad de la temática, huelga subrayar que ante los comunicadores el técnico cartagenero del Once Caldas, insistió en que todo el partido el señor Álvarez, insultó a Carbonero con ataques racistas, “Yo solo me acerqué a decirle que tiene que respetar”, reiteró.

Desde luego que hubo más hechos sobrevivientes como se dice en derecho. El Once Caldas profirió un comunicado exigiéndole a la Comisión Disciplinaria de la Federación Colombiana que aplicara «el código con todo rigor» y adoptara «sanciones ejemplarizantes para erradicar la conductas racistas».

En tal virtud fue suspendido por ocho jornadas el arquero Álvarez, del Rionegro Águilas, – quien reconoció que el juez al expulsarlo lo sancionó correctamente-, por emplear «lenguaje ofensivo, discriminatorio y racista» contra el entrenador del onceno caldense.

La información oficial añadió que el guardavallas proveniente de la bella nación Uruguaya deberá pagar una multa de USD 10.274 y tiene la «prohibición expresa de ingreso a los escenarios deportivos» por ofender al entrenador rival.

Hay que pregonar a los cuatro vientos que todo cuanto se haga en favor de evitar la xenofobia, -política reiterada eficazmente por la Fifa- y la discriminación, en todos los órdenes, será siempre bienvenido más aun en un país que vive en los albores de los tiempos del postconflicto y que adelanta la construcción y va en vía de la consolidación del esquivo bien de la paz.

Por siempre y en lo posible, cuando las cosas no pasen a mayores, todo cuanto pase en la cancha debe quedarse allí… dicen los expertos.

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