28 de marzo de 2024

Pañales sobre la mesa

19 de agosto de 2018
Por Coronel RA Héctor Álvarez Mendoza
Por Coronel RA Héctor Álvarez Mendoza
19 de agosto de 2018

Coronel  RA  Héctor Álvarez Mendoza

El sentido de este título, aparentemente tan sin sentido, proviene de algunas escenas de las que, con frecuencia mayor de lo deseable, he sido testigo en tal cual ocasión y restaurante, donde algunas consentidoras madres o abuelas no han tenido inconveniente en sentar a sus adorables bebés recién nacidos sobre la superficie de la mesa en la que se acostumbra servir las deliciosas especialidades del establecimiento, cuya superficie, naturalmente, suele quedar impregnada con el inconfundible olor a pañal, esa mezcla indefinible entre crema para evitar las quemaduras producidas por la pañalitis, talco para niños, que según me acabo de enterar, ya casi nadie usa, porque algunos de marcas muy conocidas, dizque producen cáncer y ese otro subproducto infantil, mezcla entre aguas mayores y aguas menores, provenientes del delicado y sutil metabolismo de la papilla y la leche materna, cuyo almacenamiento temporal, no siempre a prueba de fugas y goteos, suele ser el propósito principal de la imprescindible y en la actualidad, desechable prenda infantil, que por cierto se ha dado el lujo de haber generado procesos de “cartelización” en nuestro país, en buena hora develados y corregidos por el eficiente Superintendente de Industria y Comercio.

He rastreado algunos textos de historia sagrada para averiguar si en los tiempos de Herodes ya existían los pañales desechables, los restaurantes públicos y si habría amorosas madres y abuelas que acostumbraran a sentar a sus adorables retoños sobre las mesas de los convites. Seguramente que sí, pues el amor de madre es el único capaz de permitir y justificar esos excesos. De los pañales desechables no encontré información ni rastro alguno. La cariñosa demostración de tales madres explicaría, al menos parcialmente, la bronca que este monarca, tan de mala prensa y peor fama, le agarró a las inocentes criaturas, ajenas por completo a cualquier culpa por ese insignificante desliz, por parte de sus amorosas progenitoras, en la observancia de las normas de etiqueta en la mesa que con seguridad ya estaban inventadas y en vigencia. Parece que los tales pañales desechables solamente aparecieron muchos siglos después del reinado del paidóphobo más popular y reconocido de la historia.

Ante la probable ocurrencia de alguna de estas expresiones de amor filial, bastaría con recomendar una oportuna y discreta intervención del maître de turno, algunos “trapazos” con líquido desinfectante y una rápida renovación del servicio de mantelería, servilletas y cubiertos y además con la inclusión de una generosa propina al pagar la cuenta, y problema superado. Al menos el siguiente cliente podría quejarse del antipático olorcito a “pinolina” y no al repelente aroma previamente mencionado. En la misma forma en la que actualmente muchos restaurantes, por respeto a la inmensa minoría de clientes presentes, ajenos a la tiranía de la urgencia tecnológica, exigen al grueso de sus comensales, apagar y guardar los teléfonos celulares y otros dispositivos electrónicos en la mesa de sus comedores, deberían incluirse en los textos de los menús recomendaciones dirigidas a las familias, que desaconsejen la maternal práctica de mimar y “chocholiar” a sus encantadores críos, encaramándolos sobre el servicio de comedor. Todas las madres del mundo con seguridad lo comprenderían y aceptarían de buen grado y la clientela y los “maîtres” de tan necesarios y agradables establecimientos, recibiríamos con satisfacción y aplaudiríamos con entusiasmo esta medida.