El nuevo libro gordo de don Efraim
Contraplano
Por Orlando Cadavid Correa
Estamos a las puertas de un gran suceso editorial: la aparición del libro Viejos, añosos y añejos dichos y refranes del castellano, del notable filólogo caldense Efraim Osorio López, quien en sus 1.l16 páginas recoge más de 5450 adagios o axiomas.
La valiosa obra de consulta –que tiene un peso neto de dos kilos— viene a hacerle compañía en las bibliotecas al voluminoso tomo del mismo autor, titulado Quisquillas de alguna importancia, publicado en diciembre de 2014. Cuánta sabiduría popular recopilada pacientemente por este fiel guardián del idioma de Cervantes.
Como el que es caballero repite, el académico Germán Zuluaga Uribe tiene a su cargo la presentación de este libro, como ocurrió hace 44 meses.
Estos dos hombres de letras (Efraim y Germán) se conocieron en 1951, en la adolescencia, en la Escuela Apostólica de Santa Rosa de Cabal (en la que Osorio empezó en 1946). Compartieron claustro en Bogotá, en la Casa Central de los sacerdotes vicentinos. Don Efra se retiró en 1958; Germán, un año después. Este estuvo en París dos años, en donde logró un diploma en literatura francesa. Pasó también dos años en Londres, que le sirvieron para su buen inglés. En Manizales, fue profesor de Literatura y de francés en la Universidad de Caldas durante 28 años. Goza actualmente de buen retiro.
Así introduce el letrado Zuluaga el sexto libro de este paradigmático santarrosano, como él:
“En pocas palabras
Esta clase de obras son escasas, porque son escasos los autores que tengan el temple para labores de tan largo aliento. Y uno de esos pocos es el gestor de tan monumental acometida, don Efraim Osorio López, que una vez más nos sorprende con esta casi interminable letanía de dichos antañones que fueron populares en su tiempo, y que, al recuperarlos para nuestro presente, nos hacen tomar conciencia de la riqueza y variedad de nuestro lenguaje.
A veces pienso que don Efraim ha tomado para sí como consigna de vida este profundo cuarteto de don Francisco de Quevedo: “Retirado en la paz de estos desiertos/ con pocos pero sabios libros juntos / tengo conversación con los difuntos/ y escucho con los ojos a los muertos”
Pues yo, que lo conozco de viejas calendas y he sido testigo de sus proyectos laboriosos que sólo su tenacidad y empeño le permiten, sé de su régimen de vida casi monacal como que nadie lo ha visto una tarde o una noche fuera de su cubículo.
Libros de este tamaño, por voluminosos, parecen destinados a engordar bibliotecas, tan sólo como ayudas de consulta, pero confieso que me he dado a la buena costumbre de leer cada día unas pocas páginas como quien saborea un confite, y me ha resultado, unas veces, deleitosa práctica de recordación, y en otras, de aprendizaje, pues, como el autor, yo también supe de latines en mi ya lejana juventud.
Admirador como es el autor de Nebrijas, Covarrubias, Correas y Cuervos, singulares personajes que, a la manera de abejitas laboriosas, nos han dejado admirables monumentos lexicográficos, debo decir que él ya es uno de ellos”.
La apostilla: Procedemos al cierre de este Contraplano con dos refranes (el primero y uno de los últimos) tomados del libro para coleccionistas pulcramente diseñado e ilustrado por Alvaro Marín Ocampo y editado y terminado en los talleres de artes gráficas de AD Impresos Publicidad, de Manizales:
— A asno lerdo, arriero loco. Dicen también A asno lerdo, modorro arriero. A asno tonto, arriero modorro y A asno tocho, arriero tonto.
Y le incluye este agregado: ”Refrán que significa que para los que a título de tontos no hacen lo que deben, el mejor remedio es el castigo”.(V. Salvá).
— Zumbar las orejas. Dicho: dar algunos que sentir diciéndole palabras duras. (Hacer que los oídos zumben).
Zumbar: producir una cosa ruido o sonido continuado y bronco, como el que se produce dentro de los mismos oídos.