28 de marzo de 2024

Mi voto por Iván Duque

15 de junio de 2018
Por José Miguel Alzate
Por José Miguel Alzate
15 de junio de 2018

Por JOSE MIGUEL ALZATE

Lo pensé mucho antes de sentarme a escribir esta columna. ¿La razón? Tenía una encrucijada en el alma: no votar, o hacerlo en blanco. Después de ver cómo los colombianos le dieron la espalda a Humberto de la Calle Lombana, el candidato mejor preparado para regir los destinos del país, la incertidumbre me asaltó. Me dije entonces: cómo es posible que una nación que vota contra las viejas costumbres políticas, que expresa su indignación por el alto grado de corrupción, que dice estar cansada de una clase política que sólo busca favorecer a su entorno inmediato deja escapar la oportunidad de tener al frente de sus destinos a un hombre íntegro. La polarización dio al traste con la posibilidad de llevar al Palacio de Nariño a un líder que ha hecho una carrera pública brillante.

Cuando empecé a ver los resultados de las elecciones del 27 de mayo otra ilusión llenó mi alma: el sueño de vivir en un país distinto, donde exista justicia social, no gobernado por las mismas élites de siempre, con oportunidades para todos, donde la educación sea la base para construir una sociedad mejor. Esto lo pensé cuando vi cómo el nombre de Sergio Fajardo empezó a sumar votos. Sorprendido ante la fuerza inusitada que de pronto su aspiración tomó, entendí que no todo estaba perdido en un país que con el voto se pronunció en contra de  los mismos con las mismas. Al final, sin embargo, faltaron los cinco centavos para el peso. Los votos que le faltaron a Fajardo abrieron la puerta para que Gustavo Petro se dispute la presidencia con Iván Duque este domingo.

Fue ahí donde empezó mi encrucijada en el alma. Me dije: si no deposito mi voto en estas elecciones, contribuyo a que suba al poder un hombre que, si bien tiene un discurso diferente, para muchos esperanzador, con su elección Colombia puede caer en el vacío. Y si voto en blanco, estoy demostrando que me importa poco el futuro de Colombia y, por lo tanto, prefiero dejarlo en manos de quien sea. Convencido de que ninguna de las dos alternativas, no votar o votar en blanco,  es buena, tomé la decisión de apostarle a una opción que al menos le garantice a Colombia la estabilidad jurídica, la llegada de la inversión extranjera y la no expatriación de quienes con sus empresas generan empleo. La verdad, .Gustavo Petro no me genera confianza. Con él reinará la incertidumbre.

Me resistía a depositar mi voto por Iván Duque por dos razones: el temor de que en algún momento pueda ser Alvaro Uribe el que imponga sus ideas en un gobierno del Centro Democrático, y los cuestionamientos que la justicia todavía no ha podido esclarecer sobre la conducta del expresidente respecto a los derechos humanos. En el primer caso, pienso que Iván Duque ha demostrado durante la campaña que le cabe el país en la cabeza y, por supuesto, tiene el carácter para gobernar sin ataduras. En el segundo, quiero esperar a que la justicia se pronuncie en el sentido de si Alvaro Uribe Vélez es responsable o no de todo lo que se le acusa. En caso de que persistan las dudas, el expresidente debería hacerse a un lado para que Iván Duque gobierne con autonomía.

Escribí en mi columna anterior que Gustavo Petro tiene un excelente discurso, que sabe llegarle con su mensaje a la gente, que despierta esperanzas en quienes nada tienen. Pero lo que me da temor son sus volteretas para capturar votos. Al principio de la campaña dijo que al día siguiente de juramentarse como presidente convocaría una Asamblea Nacional Constituyente para adoptar una nueva constitución. Cuando se dio cuenta de que esa propuesta le quitaba apoyo popular no tuvo ningún problema en echar para atrás. En un momento dijo que sacaría adelante una ley de tierras para comprarles a los latifundistas aquellas que no fueran productivas. Luego cambio el discurso. ¿Es confiable un hombre que hoy dice una cosa y mañana otra?  ¿Se puede creer en  su cambio de actitud?

Por todas estas razones es que he decidido depositar mi voto por Iván Duque. Escuchándolo, me he convencido de que en este momento es el presidente que necesita Colombia. El país no puede dar saltos al vacío, como sucedería eligiendo a Gustavo Petro. Puede que no tenga experiencia como administrador, pero ha demostrado ser un hombre ecuánime, ponderado, que no se sale de casillas. ¿Qué va a ser un títere de Uribe? Pienso que tiene la personalidad para actuar con independencia y, por lo tanto, puede desligarse de la tutela de quien lo hizo presidente. Personalmente, no me gusta Uribe. Pero pienso que Iván Duque es un candidato honesto, que quiere unir a Colombia en torno a un gobierno para todos, sin exclusiones ni mezquindades.