18 de marzo de 2024

Futuro incierto

Columnista de opinión en varios periódicos impresos y digitales, con cerca de 2.000 artículos publicados a partir de 1971. Sobre todo, se ocupa de asuntos sociales y culturales.
22 de junio de 2018
Por Gustavo Páez Escobar
Por Gustavo Páez Escobar
Columnista de opinión en varios periódicos impresos y digitales, con cerca de 2.000 artículos publicados a partir de 1971. Sobre todo, se ocupa de asuntos sociales y culturales.
22 de junio de 2018

Por: Gustavo Páez Escobar 

Dos hechos significativos se desprenden de los comicios que le dieron el triunfo a Iván Duque, candidato del Centro Democrático. De una parte está la voluminosa votación de 10,3 millones, la mayor obtenida en toda la historia por un candidato presidencial, y de otra, los más de 8 millones depositados por Gustavo Petro, candidato de Colombia Humana, cifra sorprendente que ningún aspirante de la izquierda había logrado conquistar.

La diferencia de 2,3 millones de votos, que significan 12 puntos porcentuales frente a la votación de Petro, revela que se han constituido en Colombia dos movimientos poderosos y antagónicos que se enfrentarán de nuevo en el 2022 y definirán el rumbo futuro del país. Como dijo Fidel Cano, director de El Espectador, “el triunfo de Iván Duque es indiscutible, pero no absoluto”.

El gobierno de Duque, a quien deseamos muchos aciertos, no podrá olvidar los 8 millones que militan bajo las banderas de Petro, ni los 800 mil que votaron en blanco. Lamentable que por falta de decisión política y otros errores cometidos, los seguidores de Sergio Fajardo hubieran visto frustrada la esperanza de llegar a la segunda vuelta con candidato propio, el que representaba la corriente de centro que se buscaba y se dejó perder.

No puede subestimarse la realidad de un país dividido que vive con miedo y al mismo tiempo con la ilusión de ver resueltos los graves problemas que no han tenido respuesta en mucho tiempo. Los debates de la campaña pusieron de bulto no solo las carencias que sufrimos, sino la atmósfera emponzoñada y el afán de lucro y de revanchismo que nos asfixian.

Dice el candidato ganador: “Yo no reconozco enemigos en Colombia, no voy a gobernar con odios. No existen en mi mente ni en mi corazón venganzas ni represalias.” Formidables premisas que ojalá tuvieran cabida en sus actos de gobierno, y que abarcaran a todos sus colaboradores. Por desgracia, él no es solo. Serán muchos los que buscarán enrarecer el ambiente.

Dejémoslo gobernar. Esto, sobre todo, hace relación con su preceptor y maestro, a quien se presiente dirigiendo los pasos de la nueva administración como si fuera su propio gobierno (que en alguna forma lo es). Está bien que el senador Uribe intervenga en ciertos asuntos esenciales, pero que no intervenga tanto. Iván Duque, hombre culto, talentoso, preparado y conciliador, mostrará su carácter en proporción al grado de autonomía que ejerza. De esto está pendiente el país entero.

Se nota un razonable optimismo frente a las palabras de la victoria. Las ideas de Iván Duque son claras: no hará trizas el acuerdo con las Farc; efectuará, sí, algunas reformas; nombrará gente nueva e idónea para gobernar; impulsará una inteligente reforma tributaria; buscará beneficios para la gente pobre (como la universidad gratuita para los estratos 1 y 2), abanderará la lucha anticorrupción, la seguridad y la justicia…

Alcanzamos a entender que pondrá a raya al clientelismo y sus artes funestas. Mantendrá prudente distancia de los partidos políticos, causantes de tantos desastres en la vida pública, y que dejaron de existir en los recientes comicios. La mejor frase del nuevo mandatario es sin duda la siguiente: “Voy a entregar todas mis energías por unir al país”. Hay que confiar en que tanta belleza se haga realidad. Está abierto el compás de espera.

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