28 de marzo de 2024

La primera dama del jazz

25 de abril de 2018
25 de abril de 2018

Por Guillermo Romero Salamanca

Fue la gran voz del jazz en el siglo XX. Ella Jane Fitzgerald cantó toda su vida. Lo hizo como nunca nadie lo había hecho. Le decían Lady Ella, improvisaba y poseía una amplia capacidad de vocalización.

Fue llamada como “la primera dama del jazz”, pero también interpretó blues, swing, bossa nova, gospel, calypso, pop, samba y unas inmortales canciones navideñas.

Entonó al lado del mismísimo Louis Daniel Armstrong, grabó centenares de canciones, vendió millones de copias, ganó 13 Grammy, le dieron la Medalla Nacional de las Artes y en 1992, George Bush le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos, máxima distinción de esa nación. 

Nació el 25 de abril de 1917 en Newport News, Virginia, Estados Unidos y pasó sus primeros años en un orfanato de Nueva York. En 1934, cuando tenía 16 años ganó un concurso de voces jóvenes y uno de los asistentes era Chick Webb, quien la llevó a cantar a su grupo. Después se casaría con ella. En 1939, él falleció y entonces ella siguió su carrera como solista.

Ofrecía sus espectáculos en tabernas pequeñas, pero sus grabaciones eran cada vez más memorables. Como autora fue creciendo en popularidad y se recuerdan sus éxitos «Sings the Rodgers & Hart Songbook»  de 1956, «The Harold Arlen Songbook I»  de 1961, «Sings the Jerome Kern Songbook» en 1963 y «Sings the Duke Ellington Songbook» en 1957.

Frentera ante muchas situaciones de la vida. En 1960, por ejemplo, presidió un concierto en la Deutschlandhalle de Berlín, donde Hitler había condenado a los pensadores alemanes Kurt Weill y Bertolt Brecht. Ese día ofreció la canción Marck The Knife de Louis Armstrong, hecho que le acentuó la popularidad mundial. Oh, el tiburón, nena, tiene los dientes como, querido y se les muestra de color blanco nacarado sólo tiene una navaja vieja de Macheath, nena y lo mantiene, ah, fuera de la vista ya sabes, cuando ese tiburón muerde con sus dientes, nena.

Ella es reconocida también por sus frases como: Mejor estar sola que sentirse fea frente al hombre para el que se desearía ser bella”, “El afecto de la gente me hace vibrar el corazón cada vez como si fuera la primera”. “Salí al escenario y al ver a toda esa gente tuve un ataque de nervios…Entonces traté de cantar”. “He sido rica y he sido pobre, y les puedo asegurar: es mejor ser rica” y “Simplemente no renuncies a intentar hacer lo que realmente quieres hacer. Donde hay amor e inspiración, no creo que te puede ir mal”.

El sueño de Marilyn Monroe era cantar como ella. Lo intentaba y hasta recibía clases de profesores particulares que le llevaban las cintas para que ella copiara los acentos. La admiraba. Era su máxima estrella. La primera dama del jazz le daba consejos.

En los 50, Mocambo era uno de los sitios más buscando en Hollywood y Ella Fizgerald quería cantar allí, pero no se lo permitían porque era negra. A ese lugar iban estrellas como Clark Gable, Charlie Chaplin, Humphrey Bogart, Lauren Bacall y Lana Turner.

«Tengo con Marilyn Monroe una deuda real –reconoció Ella Fizgerald–. Ella personalmente llamó al dueño del Mocambo y le dijo que quería que me contratara inmediatamente, y si lo hacía, ocuparía una mesa en primera fila cada noche. Marilyn le dijo –y era cierto–, que debido a su condición de superestrella la prensa acudiría en tropel. El propietario dijo que sí, y Marilyn estuvo allí, en la mesa frontal, todas las noches. La prensa se volvió loca. Después de eso, nunca tuve que actuar en pequeños clubs de jazz de nuevo. Era una mujer poco común – un poco adelantada a su tiempo. Y ella no lo sabía”.

La gente notó también cierta influencia de Ella Fitzgerald sobre Marilyn cuando cantó el  «Happy Birthday, Mr. President» a John F. Kennedy. De algo le sirvieron sus consejos.

La primera dama del jazz siguió cantando, pero en 1993 le amputaron las piernas por debajo de la rodilla por la diabetes. En 1996 pidió que la llevaran a su casa en Beverly Hill porque tenía una razón difícil de excusar: “Sólo quiero oler el aire, escuchar a los pájaros y escuchar reír a Alice”. El 15 de junio de 1996 le dijo a su nieta Alice: “Estoy lista para irme ahora” y descansó en paz, el cielo ganó una voz para el coro angelical y el mundo terrenal se quedó con la magia de esa inmortal mujer.