El difamado Mussolini
Por los años 30 del siglo pasado en Estados Unidos se buscó, por el sendero de las encuestas, el personaje del mundo de mayor gravitación. Benito Mussolini, en competencia con Bernard Shaw, Gandhi, Einstein y otros de similar altura, fue señalado, en ese momento histórico, como el copete más simbólico de todos los continentes. Era el dictador de Italia y su gobierno se extendió de 1.922 a 1.943. La derrota del Eje Berlín-Roma lo destruyó.El 28 de abril de 1.945, el Coronel Valerio de cinco tiros lo fusiló y también a su amante Claretta Petacci. Sus cadáveres, en Milán, fueron colgados de un farol.
Luis Guillermo Giraldo en “Contrapuntos. Del Poder y de la Fama” “analiza la achicada calidad humana de este figurón”. Lo descalifica por pusilánime. Tal desacreditación nos llevó a leer “La Agonía de Mussolini” de Giovanni Dolfin,su secretario privado, “Historia de un Año” escrita en tercera persona por el Duce y “Conversaciones con Mussolini” de Emil Ludwig, éste también autor de una biografía asombrosa sobre Napoleón. Ludwig resalta “la gran serenidad de aquel hombre” y el “íntimo dominio que de sí mismo tiene”. “Es un gran hombre de Estado” concluye. Cuántos semblantes complementarios tiene este explorador de la vida, salido de las fraguas, formado en la escuela del hambre, visitante de penitenciarías, metido en cuerpo y alma en las bajas barriadas del pópulo romano. Codeándose con la pobrecía, interpretándola, tomando su vocería, se hizo líder y finalmente, entre una floristería de camisas negras, tomó las riendas del poder.
Por limitación de espacio, excluiremos facetas atractivas de este multifacético personaje, y nos referiremos exclusivamente a Mussolini intelectual.
No se puede trascender si no se es un incansable lector. El libro alimenta las despensas del cerebro. Concomitantemente con los adoctrinamientos a la gleba, Mussolini devoraba bibliotecas para fortalecer su contextura humanística. Platón fue su mentor filosófico y Maquiavelo su maestro para manejar el ajedrez electoral. Solo un sabio,con los pies hundidos en la tierra, podía afirmar : “Se pasa de la mística a la política, de la epopeya a la prosa.No hay hombre inteligente y de carácter que no pueda representar y gobernar una nación”. “Sobre su mesa de trabajo, escribe su secretario, tenía una publicación sobre Sócrates “con grandes hojas de anotaciones suyas respecto de esta obra”. Y agrega :”Su conversación está, casi siempre, llena de citas históricas”.
Estuvo preso en la Isla de Ponza. “Mussolini, (escribe sobre sí) pasó los días de su estancia en Ponza en completa soledad, traduciendo al alemán las Odas Bárbaras de Carducci y leyendo la Vida de Jesuscristo de Giuseppe Ricciotti, que al marcharse regaló al párroco de la Isla”. A la prisión Hitler le hizo llegar las obras completas de Nietzsche en veinticuatro tomos. ”Mussolini aún tuvo tiempo para leer los cuatro primeros volúmenes, aquellos que contienen las poesías juveniles de Nietzsche –bellísimas- y los primeros trabajos de filología sobre el latín y el griego, lenguas que el pensador alemán poseía como la materna”.
Se piensa que los personajes que mucho actúan en la actividad política, descuidan su formación intelectual. Obvio que existen figurones de poco calado, imbuidos exclusivamente en la mecánica electoral. Los grandes líderes tienen sólida cultura. Napoleón, Bolívar, Laureano Gómez, Alzate Avendaño, Alfonso López Michelsen, Álvaro Gómez Hurtado fueron cumbres del pensamiento.
Emil Ludwig en sus “Conversaciones con Mussolini” hace incontables referencias a su poderío mental. Hablaba con dominio pleno, además de italiano, alemán, inglés y francés. El reportero le pregunta si ha recibido enseñanzas de la cultura francesa. Contesta : “Muchísimo.Renán por lo que a los problemas filosóficos se refiere; Sorel, para el sindicalismo y otras cuestiones de actualidad. !Y más que nadie el gigantesco Balzac!” autor éste a quien Karl Marx consideraba como “un admirable gigante”. En conclusión, Mussolini era una esponja que recogía y asimilaba un vasto universo de entelequias espirituales. A Ludwig le confesó : ”Quien carece de inspiración poética y de fantasía nada puede llegar a ser”. Obvio.
Es imposible flamear en un continente de banderas de todos los tamaños y colores, si la propia no tiene mayores pliegues, sino luce un fuerte color impactante. Sobresalir, estar en los comandos, propinar y recibir flechazos, ubicarse en el vértice después de vencer resistencias y padecer dolores, es una faena de sacrificios silenciosos, de paciente acumulación cultural, pero también de resistencia física. Un tarado mental no sabe de alpinismos estéticos.
Giraldo Hurtado, diserto en todo lo que escribe, disminuye el resplandor histórico de Benito Mussolini. Emil Ludwig tan penetrante en los abordajes biográficos, le da dimensión de estrella mundial. Asi como una estrofa puede salvar del olvido a un rapsoda, el relampagueo de unas respuestas,como aquí, tachona de perennidad al personaje que las da. Gilberto Alzate Avendaño con su indagatoria le puso punto admirativo a su existencia cenital. Mussolini, maltratado casi siempre por sus críticos, estampó en una frase ese hálito de locura genial que tienen los predestinados :”El poeta es el profeta de los nuevos tiempos”.