29 de marzo de 2024

Elisa Tascón, «la femme terrible»

Por Óscar Domínguez
31 de marzo de 2018
Por Óscar Domínguez
31 de marzo de 2018
Elisa Tascón

Óscar Domínguez Giraldo          

Hasta para morir fue original. Para no parecerse a ninguno murió el Viernes Santo cuando no hay iglesias disponibles. Le tocó esperar hasta el domingo para las exequias en La Consolata. Espero que no me vaya a jalar las patas si la recuerdo retomando una nota que le dediqué “en vida, hermano, en vida”, y compartiendo unos mensajes subidos de tono que nos cruzamos a través del jurásico fax:

           Elisa andaba con muy pocos kilos encima. Los suficientes para ser feliz y mandona.

           Los oligarcas paisas se peleaban su cachete para depositarle un

pico cuando se topaban con ella. Extraña forma de mejorar el prontuario. La querían por su propia historia, no por la historia de sus jefes.

           Todo el que la conoció se convertía en su biógrafo automático. De la sociedad maicera sabía más que el arzobispo y todos los curas que conocen los pecados del país paisa por la vía del confesionario.

           Ingresó a El Colombiano el 1º. de marzo de 1961. Como le gustó el olor de la tinta y el ruido de la rotativa se quedó de planta.

           Hizo de la amistad casi que una devoción. A los cardíacos se les aconsejaba no tener enemigos como Elisa Tascón Martínez.

           Era francota a morir: le decía al pan pan y al vino como le diera la gana. A nadie le negaba un hp.madrazo. Con esta ventaja: si no le gustaba se

lo cambiaba por otro. Era su insólita forma de expresar amor.

           Fue rumbera a morirrr, como dicen en su Santa Fe de Antioquia del alma. Era de tiro largo. Fumaba Parliament y tomaba aguardiente. Nada de escupir en el suelo como los viejos sastres.

           Para Elisa trabajaron Juan Zuleta Ferrer y Fernando Gómez

Martínez, emblemáticos directores de El Colombiano. Era su secretaria eficiente pero no los bajaba de “niños”. Cuando no la llamaba el de la derecha, la gritaba el de la  izquierda.

También fueron sus jefes los directores Juan Gómez Martínez y su hermana Ana Mercedes. En los obituarios que publicó el periódico invitando a sus exequias, la exsenadora del Centro Democrático encabezó el listado de amigas del riñón de Elisa. Conocía a los gerentes Jorge Hernández Restrepo y Luis Miguel de Bedout como las gitanas conocen la palma de cualquier mano.

           Su nombre se volvió sinónimo de El Colombiano, otro de cuyos altos heliotropos de siempre, Alberto Velásquez Martínez, disfrutó y “padeció” a la mujer que se volvió eternidad a los 80 años bien vividos.

A la parranda por el octogésimo cumpleaños invitó su amigo de siempre Gustavo Álvarez Gardeazábal. Fue primera dama de Tuluá en la alcaldía de Gardeazábal. Marcó tarjeta cuando el escritor defenestrado de La Luciérnaga de Caracol, asumió como gobernador del Valle.

           Alguna vez fue terrible cronista social. Su lengua no era

viperina: era triperina y conste que se trata de un piropo.

           Como era brava de oficio, le gustaban los toros. Le cortaba oreja, rabo y pata a cualquier tinto que se tomara, sola o acompañada.

           Era de lavar y planchar: se sentaba a echar paja con Echeverrys con

y que baja, o con Echeverris con i que se queda. De todas formas

estaba en su salsa. Personaje  que no tuviera un madrazo en su hoja de vida  era un pobre diablo.  También gozaba en cualquier fonda. No se le arrugaba a ningún ambiente.

           Principales como Belisario Betancur, en vida Jota Emilio Valderrama o Jaime Sanín, se peleaban por hacerse retratar con Elisa. Jorge Yarce, fundador de Colprensa, otro amigo de siempre, la acompañaba en sus cumpleaños. O enviaba representantes. A Yarce, casto activista del Opus Dei, le preguntaba: “Bizcocho, ¿cuándo vas a estrenar el pipí?”.

           Eso sí, ¡ay! de que le tomaran una foto a mansalva: mataba y comía del muerto.  Comía, bebía, vestía bien. Soltera perpetua, se “declaraba invicta vencedora, jamás vencida”. Era vanidosa desde el vamos del día. Iba con frecuencia a la peluquería «para que me hagan de todo».

No creo que descanse en paz Elisa Tascón. La parranda continúa allá arriba.        

 VACIADA EN UNOS QUINCE 

El 11 febrero de ¡1999! recibí por fax  este mensaje de Elisa que coincidió con los quince años de actividades de la agencia de noticias Colprensa. Una foto como la que acompaña estas líneas en la que este servidor de tintos aparece sin bigote, provocó la diatriba de Elisa. 

Óscar desbigotado

Dr. Cagajón: 

Qué pesar que ya esté con reblandecimiento. Hace por ahí unos cinco o seis años también le llamé la atención una foto que resolvió publicar como de primera comunión, es decir, “lambido de perro” y me volvió a decir: “Mi “amá” que me conoce desde chiquito dice que estoy muy bueno”. ¿Bueno? No sé para qué, pero como mama es mama, dejémosla que sueñe que eso la relaja.

Como tantas veces le he repetido, aquí estoy temblando del susto por la llamada que le va a hacer al Dr. Luis Miguel de Bedout para usted, porque para mí es “Luismi” (ahí perdona la parva pero es de tienda). Creo que pierde el tiempo pues lo que yo hago lo conoce nuestra directora socia, (quien estuvo de acuerdo conmigo) a quien le debería poner la queja y no al gerente-empleado, que hay “alguito” de diferencia. ¿No cree? 

Quisiera saber el motivo que tiene para fijarse en lo que yo hago. Pienso que está obrando mal, porque gasta parte del tiempo como director de Colprensa –pagado por varios periódicos- en cartas personales, en el papel, en el uso del computador y del fax y fuera de eso hace perder tiempo al patinador de reacción, pues teniendo el fax directo prefiere hacer por otro. ¿Cuál era el objeto?

No conozco a la mujer que hace 25 años vive con usted (mi esposa). Pienso que la pobre tiene un pésimo gusto, lo mismo que Andrea (mi hija), pero ahí sí no hay nada qué hacer, porque el amor es así. En cuanto al prostático señor O., es “justo y necesario” que cambie las gafas ya. Y en relación con María Teresa (mi secretaria entonces), ella debe estar traumatizada porque de un momento a otro, el amigo (porque usted nunca la ha tratado como jefe) cambie la imagen que ella siempre le conoció. Con razón la expresión “yo no te hallo sin bigote”. Pues más le vale que se vaya acostumbrando, porque los hombres son volubles. Y a la Dra. Corazón no se debe culpar, mirando toda clase de animales, cualquier cristiano le parece “chévere”.

Para terminar le cuento que me importa un soberano cu… lo de su look. Eso me pasa por querer ayudar a los que se creen los bueyes que más yerba tapan.

Acabo de recibir su foto. ¡Qué horror! Parece el jefe de prensa de un comando guerrillero (después del paludismo) estilo 1962, porque los de ahora manejan computador. O un secretario de Decipol haciendo el acto de levantamiento de un “cadáver muerto” (sic) en Marquetalia. Lo del “cadáver muerto” lo aprendí en las noticias que envía Colprensa.

Y con esa foto me comprueba y me ratifica una vez más el robo continuado no solamente con papel, tiempo que debe dedicar a la empresa, llamadas telefónicas, fax, computador, etc., etc., sino que ahora abusa también del papel y químicos fotográficos que están bien caros. Después en las juntas usted se queja de lo mal que económicamente está Colprensa. Ya sé por qué las finanzas de esa empresa están “desvertebradas” y al borde del colapso.

Su ex lectora Elisa Tascón Martín (y envía copia a los directores o gerentes de los diarios de Colprensa) 

Cuatro días después, mi tímida respuesta a Elisa fue la siguiente: 

Apreciada Elisa:

Mucha suerte, mucha salud, mucha longevidad.

Mejor no sigo cazando peleas que no puedo ganar. Me puse a cañar con par doses diciéndote que te aventaría, cual sapo, ante el doctor Luis Miguel. Me reviras notificándome que “Luismi” es apenas gerente-empleado y que la de las galletas es Ana, como le dicen sus próximos a la directora-socia. (¿Será que para mis intrigas mejor me apunto por los lados de la  brillante periodista Marian-Ann Amar?).

Me rindo ante las razones contenidas en su reciente nota que quedó tan bien escrita “que parece redactada por mí”, como diría el doctor Gilberto Alzate. Te invito a que nos fumemos la pipa de la paz.

Seguiré con mi complejo de Edipo que me recuerdas en forma tan coqueta (saludos de mi mamá).

Mantendré mi foto de “gil” mientras Andrea me toma una “más mejor”, según me prometió. De enemigo tuyo no gano un carajo. Es más: mis lagartadas frecuentes corren el peligro de no salir publicadas.

Buen viento y mejor mar.

Tuyo hasta el capullo, el doctor Cagajón. 

OTRA DIATRIBA 

En otra ocasión le había escrito a Elisa en respuesta  a una carta que no conservo pero que se explica por el contexto que llaman en la televisión. 

Apreciada señora:

Con profunda emoción patriótica” leí y releí su diatriba de desamor contra un colprenso sentado. Veo que usted pasó por la escuela pero por la acera de enfrente. Se le nota la abundancia de escasez  de lecturas del señor Carreño, el ayatola de las buenas costumbres.

Menos mal para usted y para la patria que Carreño está varios metros bajo tierra porque de enterarse de su nota habría ordenado quemar todos los libros de urbanidad por haber perdido su tiempo.

Lo que más me gusta de su erótica carta –que es su propia autobiografía- son los puntos aparte. Digo que me gustan porque le cortan el chorro a su lengua triperina y entonces no me puede afrijolar una calumnia más.

Estos dos puntos del principio (Doctor Cagajón:) me gustan más que levantarme temprano porque usted deja todo un espacio en blanco en el que no puede enhebrar nada contra mi integridad personal, síquica, química, fisiológica y moral.

Agradezca que no le voy a mostrar esta catilinaria a su patrón Gustavo Álvarez Gardeazábal porque hasta allí llegaría su condición de primera dama de Tuluá.

Dice usted que soy director de Colprensa “para infortunio de la prensa y en general del pueblo colombiano”.

Tiene razón y le sobra para comprarse una botella de aguardiente y bebérsela en nuestro honor de quinceañeros. Le confieso que nunca me había asustado tanto en mi vida cuando el doctor Luis Miguel de Bedout me llamó para informarme que me habían nombrado director. Me provocó decirle a Luis Miguel que cogieran oficio, que nombraron a otra que supiera de esto.

Pero tuve un momento de lucidez y recordé que algo he aprendido en todo este tiempo y decidí “sacrificarme” como dice usted que se sacrifica en la dirección de El Colombiano “para infortunio” de no sé cuánta gente en Medellín y, en general, en todo el territorio colombiano y diez leguas a la redonda.

Lamenta usted, ex fundadora (de Colprensa) no haber podido recibir la placa en compañía de María Teresa y de las otras “viejitas”. Lo de “viejitas” que lo respondan ellas. No pienso comprar peleas ajenas. Harto oficio tengo ya con las que me atañen por derecho propio.

En todo caso, no todas son “viejitas”. Hay par señores, entre ellos el doctor Joaquín Vallejo Arbeláez, ese sí un paisa ante el cual hay que quitarse el sombrero.

Usted vuelve a tacar burro cuando habla de la pobreza franciscana que nos impidió ventiar whisky el día de la celebración. No crea usted que porque el indio es pobre la maleta es de hojas. Whisky Johnny Walker sello negro (nada de rojo) fue lo que les ofrecimos a los ilustres invitados. Pregúntele al abstemio del Juan José García quien estuvo con nosotros.

Que no falten el vodka y el vino blanco francés para aquellos aficionados a las bebidas espirituosas, todo acompañado con deliciosos pasabocas y el piano del maestro Miguel Ángel Rendón, el Chopin colombiano. (Para su información Chopin no es ningún garitero de Envigado. Vea a ver si se ilustra porque no le voy a durar toda la vida). Que no se vea la pobreza, fue la consigna.

Pa que sufra, toda la gente la pasó rico-rico como los Echavarría cuando eran los de la plata. Nos divertimos como enanos de circo.

No le estoy haciendo dar envidia sino ganas porque como decía una viejita envigadeña “es mejor tener ganas que quitarlas”. Si usted hubiera quitado las ganas ya ni se acordaría de nosotros.

¿Sabe qué?  Creo que ese odio que usted intenta destilar en su carta es una forma de decir que nos quiere más que un verraco. Créame que se lo agradezco.

Además, usted nunca habría venido porque tengo informes en el sentido de que es más bien amarrada que nudo ciego y que gasta más Tarzán en metro que usted en trago.

Muchas gracias por la posdata en la que me notifica que seguirá lista para intrigas, lagartiadas, favores y similares. No podría esperar más de su tradicional generosidad. Ahí está pintada.

A propósito: Vea a ver si se pone las pilas y hace publicar pa’antier las fotos de las “viejitas” recibiendo la placa de verdaderas y auténticas fundadoras de Colprensa. Si no lo hace, le cuento a Gustavo Álvarez.

No le quito más tiempo y que Dios la tenga de su santa mano.

Sin sentimientos de consideración ni aprecio,

Domínguez